martes, 10 de septiembre de 2019

Púnica (Manuel Menor)

El sumario de “Púnica” ya enseña mucho

El pasado y el presente se entrelazan más profundamente de lo que nos han contado. Lo veremos si queremos enterarnos.

Algo se ha debido aprender estos años en el debate por una educación más democrática.  Los preludios y las secuelas de las decisiones legislativas son un contínuum dramático con intermedios zarzueleros, que siempre han mantenido algunas constantes de trágica división de clase, esa palabra que a nadie gusta pronunciar, pues para algo –dicen-  solo existen las clases medias.

Centrismos
Los grupos que –por unas u otras razones- tienen especial interés en este ámbito rehuyen la radical divergencia de situaciones y, por tanto, de perspectivas y posibilidades. Como si todo estuviera en concordia y no hubiera contradicciones, temen perder clientela votante si indican lo contrario o que, por descuido, se produzca publicidad negativa que pudiera hacerse viral; reniegan de que las Redes –en que lo que mejor funciona es el narcisismo- se les vuelvan en contra. De este modo, incluso quienes tienen alguna posibilidad de mover la realidad hacia el lado mas progresista favorecen más a los gobernantes que a los gobernados.

Todo parece destinado en este momento a mantener el statu quo, peleando más por la simbología de cada posición que por cambios significativos para lo público sin que nada se altere más allá de lo esperado, aunque lo más conservador no cese en avanzar. ¿El nuevo organigrama de la Consejería de la Comunidad de Madrid es absurdo? ¿El volumen de presupuesto que conlleva la nueva Dirección de la Enseñanza Concertada, por encima de los mil millones y creciendo, lo exige?¿Existiría otra posibilidad de seguir camuflando la demostrada burocracia ineficiente hacia la escuela pública, mientras se les van los dineros hacia las maneras más devotas de perseguir la calidad de los selectos, y cuando en el MEC los Acuerdos con el Vaticano les atan las manos? ¿No estamos ante la redefinición más utilitaria de entender la multilateral manera de tratar la igualdad en un asunto de derechos sociales?

Poco pueden corregir los proyectistas del MEC, pues quien administra los recursos principales de la educación española son las Autonomías. La medida adoptada en la de Madrid permitirá ahora observar sin tanto trampantojo el interés de nuestros representantes públicos por la escuela de todos. Tal ocupación siempre implicaba un esfuerzo añadido al tener que aguantar que vinieran a decir a los descontentos con lo que veían, que inventaban chismes y cuentos “ideológicos”. No. Ahora se podrá acompasar mejor el análisis con lo que, con todo tipo de pretextos y razonamientos ficcionales, vienen haciendo desde hace muchos años. Sobre todo, desde el “Tamayazo” de 2003.

El testigo
Lo que José Luis Pazos hizo en No nos callarán, su libro testimonial, al recoger casi día a día día a día lo que había sido la gestión de Esperanza Aguirre y sucesores en contra de las demandas de la CEAPA, y de cuantos como MAREA VERDE han peleado estos años por la educación pública, podrá ser ahora más inequívoco. Es mérito de Díaz-Ayuso haber recogido el testigo de los afanes privatizadores de sus antecesores y que, tomando la parte por el todo, haya innovado tanto esta parte de la gestión educativa madrileña que, sin más, ya se adivina cómo crecerá indefectiblemente la “calidad educativa” en esta nueva etapa legislativa. Como por arte de magia, se ha quitado de encima las dificultades que existen para educar sin discriminar con la escolarización. El apaño las arregla en falso, con mecanismos similares a los que han hecho crecer la Sanidad privada exponencialmente. Muy pronto no habrá nadie que no anhele que sus hijos transiten por el circuito prolijo pero selecto, aconfesional pero católico, simpáticamente demostrativo de la diferencia y de la demanda social de los nuevos ricos a que convoca la propaganda. Ya no habrá candidatos voluntarios a la pública, igual que no hay enfermos en las listas de espera, porque habrán convencido a sus votantes de que es más barato este sistema, aunque cueste cada año más a todos. Motivarán más con imaginarias bajadas de impuestos… y pocos dudarán de si deben votarles, agradecidos por lo que miman su economía egocéntrica.

Para los nuevos delegados de los negocios educativos privados es duro pelear por una organización escolar mejor, por un profesorado más preparado, por unos espacios y tiempos educativos en que reine la posibilidad de convivencia más democrática y donde el conocimiento sea patrimonio de todos. Comprando kits completos de servicios, se han acostumbrado a dejarse llevar al siglo XIX, a cuando no existía prácticamente derecho alguno o, como mucho, solo lo tenía una gran minoría censitaria. Les sería penoso ahora, después de haberse acostumbrado, no dejarse seducir por la unilateralidad dominante de los más fuertes. Como si nada hubiera pasado entre 1880 y la actualidad, toman decisiones que les sitúan en aquel pasado aristocratizante. Animados porque tienen quienes jaleen su añoranza y, con mucho troleo en redes y medios, logran que les voten. Quienes asesoran a Ayuso –experta en asesorar a “Pecas”- harán que la inversión en escuela pública se identifique con los chiringuitos inútiles: para complacer a sus socios, esta presidenta acaba de estrenarse creando 22 nuevos altos cargos…

La estructura
Algo tendrán que hacer profesores y maestros para que haya otro estilo, si no quieren verse arrollados por este tsunami neoliberal que, con tantos seguidores en EEUU y Europa, recobra insospechados bríos en Madrid pese a tantos años de estropicio y desmán en la Consejería de educación. No importan tanto los asuntos distractores como los grandes retos que están en juego; lo que se enseña y transmite con la organización de la Consejería -y lo que los centros expresen con su estructura y modelos para hacer comprensible el mundo-, es vital. Si es o no políticamente relevante que una Consejería autonómica haga o no visible lo que en realidad venía haciendo desde hace muchos años, se verá pronto. Lo contradictorio sería que a los docentes que lo soportan les resultara indiferente. No solo porque sus puestos de trabajo estén a expensas de la flexibilidad de este nuevo organigrama, sino porque altera y deforma el motivo principal por el que, en la Francia de 1789 –y en el Cádiz de la primera Constitución española-, se empezó a plantear como derecho universal la educación gratuita. La decisión de la Consejería madrileña explicita la voluntad discriminatoria para una población excedentaria a la que un Estado “mínimo” no quiere atender en igualdad.

Encadenados
Como muchas veces ha comentado el gran maestro Emilio Lledó, sería inconcebible que los institutos o las universidades alemanas del máximo prestigio solo estuvieran al alcance de quienes tuvieran  recursos. Y como acaba de comentar el profesor suizo Jacques Dubochet, Nóbel de Química en 1917,  “el conocimiento debe ser un bien público y no una cuestión de dinero y de poder”.

Si deja de ser preocupación fundamental de un Estado que se precie de democrático, no nos será difícil alcanzar el nivel americano: en EEUU, la deuda de los estudiantes supera ya el billón y medio de dólares. Lo que en España parece aspirarse es a tener encadenados a los más jóvenes por siempre a unas obligaciones contractuales que no tienen nada que ver con cuanto, como Estado Social y de Derecho, les reconoce la CE78. “Púnica” mostrará que han estado  empeñados/as en que -como en el gobierno de Fernando VII- repitamos contentos: “¡Vivan las cadenas!”. Y en ello siguen estos regeneradores.

Manuel Menor Currás
Madrid, 03.09.2019 

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