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Después de dos meses, las reacciones que suscita la desescalada son muy dispares. Tenemos dudas: casi todo es nuevo y aprender no es fácil.
Las expectativas son correlativamente idénticas: todo el mundo está estrenando un panorama que nunca había proyectado para su vida. Tenemos prisa para ir a ninguna parte y hay cuestiones con las que deberemos medir nuestras capacidades.
Las urgencias
- Si las deficiencias con que ha topado el COVID-19 son tantas que ha bastado su presencia para desmantelar buena parte de nuestra organización colectiva, o de ponerla en entredicho, algo habrá que hacer para fortalecer esos recursos, si no queremos que, en otra embestida, sea todavía peor.
- Varios soportes de lo que llamábamos Estado de Bienestar han mostrado deficiencias estructurales; en buena medida, porque en el transcurso de los últimos 17 años hemos -hay que decirlo en plural, porque fueron nuestros representantes quienes lo ejecutaron- cuarteado el sistema sanitario: los promedios recomendables de enfermeros y médicos son en algunos casos muy inferiores a los recomendables, bien es verdad que en cada Comunidad Autónoma el afán privatizador de la salud como negocio no ha sido idéntico, pero hay algunos casos sangrantes, que no se arreglan aplaudiendo a los que lo están pagando.
- También se ha hecho muy patente la gran debilidad de las residencias de mayores. Buena parte de quienes la han sufrido son quienes en los años sesenta contribuyeron a crear la España urbanizada actual. Estos hijos de la “España vacía”, urbanizados a prisa en tierra ajena, han pagado todos los cambios de este país y, ahora, que el último refugio de sus vidas sea uno de los mejores negocios de Europa por el nulo o bajo control de calidad que han tenido la mayoría de esos espacios de su “retiro”. Ha sido otro negocio a cuenta de la “libertad de elección de centro”, que pagan los más débiles.
- Y la economía ha demostrado ser otro gran flanco de debilidades: multitud de trabajos inconsistentes que, al mínimo soplo, se han evaporado; supuestos emprendedores con negocios montados en el aire; riadas de personas que, de pronto, han visto lo precarias que son sus existencias. Es un capitalismo raro: todos clamando por subvenciones que siempre serán escasas y limitadas en el tiempo. Efecto inmediato: las colas para comer están creciendo, mientras los que tienen recursos sobrados predican austeridad… Otros efectos están por venir.
La libertad
- La experiencia histórica con situaciones similares enseña, sin embargo, que los humanos somos muy lentos en aprender algo que merezca la pena. Pasado el riesgo, solemos tender a sentirnos autosuficientes por haber sobrevivido y volvemos a los viejos moldes. Según se han producido los primeros pasos de desescalada, en todas partes, no solo en España, las ganas de repetir las pautas que teníamos tan bien aprendidas, han hecho que las autoridades hayan tenido que recordar con aspereza qué sea lo primero a no olvidar.
- Entre nosotros –pero tampoco tenemos la exclusiva- quienes más ejemplo nos están dando en cómo no hacer bien las cosas son muchos de nuestros políticos. Son ejemplares en su interés por sacar adelante sus parcelillas de poder, para demostrar quién es más torpe. Parece que contaran con que, cuanto más bochornosas sean sus querellas, más probable es que tengan quienes sigan votando su aventurerismo particularista.
- Esta desescalada será difícil, más que el confinamiento. Cada individuo tratará de salir adelante como estime más conveniente para sí, sin tener en cuenta el panorama colectivo, ni menos que este mundo se está haciendo crecientemente complicado en casi todo. Será difícil reconocer que nadie se basta a sí mismo y se requerirán actitudes de mutua solidaridad sin las cuales la fragmentación individualista ofrecerá múltiples flancos a todo tipo de riesgos.
- Quien siga levemente las Redes podrá observar lo fácil que es, por ejemplo, contribuir a la corrosión del carácter democrático de la convivencia. Entre tanta falsedad como circula, ya hay mesías que tiene la solución mágica de todos nuestros problemas de libertad; vocaciones de telepredicadores ya hay muchas reclamando su llegada.
- La lectura de 1984, de Orwell, puede ser de interés estos días que faltan para salir de fase O o la que sea; puede curar preventivamente, frente a tanto espabilado que quiere ser el dueño del “Ministerio de la Verdad”. Y mejor si se acompaña de otro clásico: El miedo a la libertad, de Erich Fromm, porque no todos los que nos gritan libertad, quieren la libertad de todos. Fromm se preguntaba en 1941 por qué Hitler había llegado al poder democráticamente y, en 2020, corremos el riesgo de despistarnos con nosotros mismos: el miedo es mal consejero.
¿Y la educación?
- Están pasando cosas de rebote: la moda de la enseñanza On-line, qué va a pasar a principios de curso, o qué sucederá en el final de este cuando apenas queda un mes. En parte, podemos volver al principio, repasar insuficiencias programadas o consentidas; podemos enfadarnos muchísimo por no haber aprendido a hacer algo con los hijos, pendientes de nuestro hartazgo en casa; es una posibilidad desesperada. Pero mejor sería repensar qué no hayamos hecho bien, porque se está haciendo inaccesible, cada vez a más ciudadanos, lo que habíamos pactado –como en Sanidad- que era un derecho universal y no un momento estupendo para seleccionar mejor a los privilegiados.
- Respecto a la enseñanza On-line, se están viendo y oyendo cosas que son lo de siempre pero en plan sofisticado, de puro negocio con la informática. Nada se va a ganar si la enseñanza va a ser la misma, pero con un cacharro en la mesa del comedor para que los papás y las mamás espabilen. La brecha digital no se arregla simplemente con comprar un ordenador, que no todos pueden comprar y sostener; el capital cultural de las familias también es en este campo absolutamente diferencial y no se suplen las distancias con una compra ¿Es que, de repente, van a florecer los expertos en cada familia para acompañar a los críos en la aventura de descubrir saberes complejos de Matemáticas, de Historia, o de Ciencias Naturales? ¿Es que el oficio de enseñar en las etapas escolares lo puede desarrollar cualquiera? Ahora que la tecnología permite mejorar algunas carencias, sería un gravísimo error creer que es un mágico crecepelo.
- Hay dos libros recientes que no nacieron con el COVID-19, pero que vienen bien para afrontar con más criterio estos cambios, en particular los que sin duda sufrirá el campo educativo. Rafael Feito –sociólogo de la Complutense- se pregunta: ¿Qué hace la escuela en un siglo como este? (Madrid: Catarata). Y Carmen Rodríguez –desde la Universidad de Málaga- analiza cómo debieran ser las Políticas educativas en un mundo global (Barcelona: Octaedro). Ambos son muy recomendables. ¡Cuidense y tengan mucho ánimo!
El Gobierno permite que los centros de 0 a 6 años abran en fase 2 pero deja la decisión en manos de la Comunidades Autónomas. La mayoría lo rechaza
Las educadoras advierten de que la educación infantil necesita de contacto físico para su óptimo desarrollo
El asunto no es sencillo de resolver, especialmente por los problemas de conciliación que puede suponer una vuelta al trabajo sin cubrir las necesidades de niños y niñas
16-5-2020
El debate sobre la apertura de las escuelas se ha intensificado durante los últimos días en nuestro país. En resumen, la situación a día de hoy es la siguiente: Con el curso escolar dado por finalizado, el Gobierno permite, a los territorios que entren en fase 2, que los centros de 0 a 6 años abran para aquellos niños y niñas cuyos progenitores teletrabajen. Pero deja la decisión en manos de la Comunidades Autónomas. Tras la última conferencia sectorial, la gran mayoría de consejeros autonómicos manifestó su negativa a abrir por razones de seguridad sanitaria. Algunas como País Vasco sí se lo plantean. El asunto no es sencillo de resolver, especialmente por los problemas de conciliación que puede suponer que haya una vuelta al trabajo sin cubrir las necesidades de los niños. Por otro lado, surge en la comunidad educativa otra gran pregunta: ¿es posible el distanciamiento social en las escuelas infantiles?
Desde que el Gobierno planteara esta posible vuelta, muchas han sido las voces que han puesto sobre la mesa los problemas sanitarios que pueden originarse en los centros. Las medidas de distanciamiento social requieren preparación e infraestructuras adecuadas, entre otros asuntos. Pero en etapas como la educación infantil, por las características propias de los niños y niñas de 0 a 6 años, las dificultades son aún mayores. Educadores y educadoras infantiles han ido mostrando su preocupación por este asunto.
"El pretender un distanciamiento social en las escuelas infantiles, no es posible debido a la edad de los alumnos y la necesidad de contacto físico que para su óptimo desarrollo es necesario en esta etapa, por ello debe sustituirse por otro tipo de medidas, las cuales deben conocerse por las escuelas con tiempo para poder valorar la viabilidad de su implantación así como de su coste", señalado un comunicado de la Federación de Centros de Educación Infantil (Fenacein).
“Es una locura que se pida la vuelta y además que pidan la vuelta de los más peques antes que otras edades. Los niños y niñas tan pequeños se llevan todo a la boca, los pobres tienen mocos casi siempre, también toses y fiebres, ¿Cómo vamos a saber cuando tengan estos síntomas si es por el virus covid 19 o por otra cosa?” Son las palabras de Victoria Padrós, una educadora infantil que lanzó hace unos días una petición de firmas online rechazando esta medida. “A estas edades el contacto social es muy importante para su desarrollo, ¿Les vamos a tener que decir que no se den abrazos, ni besos, que no bailen agarrados con los compañeros/as, que si lloran no podamos consolarles, que no toquen a los demás, que no jueguen en el patio, que no toquen los juguetes...?”, añade.
"¿La vuelta "segura" es posible? Claro, pero a qué precio. Habría que hacer un cambio radical en la metodología con todos los perjuicios a nivel cognitivo, emocional y motor que conllevaría. En la mayoría de escuelas se sigue la metodología del Movimiento Libre, vital para el desarrollo global de las criaturas. No estamos dispuestas a correr ese riesgo”, destaca a cuartopoder Sergio de Miguel, uno de los portavoces de la Plataforma “Con Infantil No Se Juega”, creada a comienzos del estado de alarma en Madrid. En este sentido, algunas imágenes de la vuelta a la escuela, progresiva, en Francia, han sido ampliamente difundidas en redes sociales. En una de ellas se ven niños en un patio separados por cuadrados pintados en el suelo.
“No entendemos la educación infantil sin el tan necesario contacto físico y acompañamiento que necesitan a estas edades. La falta de ese contacto puede ser percibido por estas criaturas como algo perjudicial para su desarrollo emocional”, señalan también desde la plataforma.
Desde esta iniciativa han creado además una serie de materiales para difundir sus mensajes en redes sociales. Reivindican la importancia de esta etapa en la educación y la labor de las educadoras. En Madrid, las trabajadoras de escuelas infantiles públicas de titularidad autonómica fueron a un ERTE desde el cierre de sus centros. En Madrid capital, cada distrito ha tomado su decisión y en varios de ellos también se han rescindido contratos. Otras escuelas han seguido teletrabajando, ofreciendo materiales a las familias y manteniendo el contacto con ellas. Esta plataforma ha elaborado un vídeo en el que educadores y educadoras de todo el país plantean sus reivindicaciones.
También los sindicatos han alzado su voz estos días. En Madrid se realizó un comunicado conjunto entre CCOO, UGT, CGT y STEM para trasladarlo a la Consejería de Educación. “Hemos valorado que la Educación Infantil, como el resto de etapas, está al servicio de las necesidades educativas infantiles y no de la conciliación laboral y familiar que parece haber determinado la decisión de su reincorporación a las aulas”, señalan.
“La necesaria conciliación ha de tener su ámbito y no es la Escuela desde donde se ha de dar la respuesta, mucho menos ninguneando su función y a costa de la seguridad”, afirman. Por ello han solicitado una mesa técnica con representantes de Educación, Sanidad y mundo sociolaboral “que haga converger realidades y ofrezca soluciones interrelacionadas posibles y seguras, física y psíquicamente, en estos contextos”.
¿Soluciones inmediatas?
Entre las peticiones concretas se pide que se definan protocolos de actuación para familias y profesionales que deberán ser conocidos antes de volver a las aulas para poderlos implementar. Por supuesto, que se hagan propuestas de conciliación laboral y familiar. “Como alternativas que ofrecemos están las relacionadas con reducciones de jornada o alternancia de turnos de progenitores, teletrabajo o bajas retribuidas de uno de los miembros de la familia, o del padre o madre cuando la familia sea monoparental, como ocurre con el periodo de parto y postparto. Seguro que hay más opciones”, afirman.
Con la vuelta en septiembre se encuentra la esperanza de que se pueda preparar en mejores condiciones. Los sindicatos recuerdan en este sentido que se tiene que producir la inmediata reversión de los contratos suspendidos en todas las Escuelas infantiles y Casas de Niños de la Red Pública. Finalmente, critican que “esta crisis ha puesto en cuestión el actual modelo de gestión de la red de Escuelas Infantiles y Casas de Niños que, mayoritariamente en manos privadas, presenta la posibilidad masiva de suspensiones de contratos, ERTE o despidos”. “Esto ha puesto en riesgo la estabilidad de las plantillas y su continuidad, lo que redunda negativamente en el bienestar infantil. Esta problemática requiere un proceso de reflexión que nos comprometemos a afrontar colectivamente”, concluyen.
Desde la Asociación Española de Pediatría también lanzaron esta semana sus advertencias. “Por la necesidad de contacto físico estrecho entre el profesor-cuidador y los niños, este grupo de edad (0 a 3 años) es el de mayor nivel de riesgo de cara a un posible contagio o transmisión del coronavirus. La recomendación general es, que no se incorporen a las escuelas infantiles, en la medida de lo posible, hasta el control total de la epidemia”, destacan.
Esta organización realiza, además, algunas peticiones concretas como “recomendar la ampliación del permiso de maternidad o de paternidad hasta los 12 meses, como ya ocurre en 3 otros países de nuestro entorno en condiciones habituales de salud pública”. Otra de las opciones planteadas es “facilitar ayuda a las familias (cuidador) que así lo soliciten, para que puedan atender a los niños pequeños en los hogares, mientras dure el trabajo de padres”. “Esta solución puede pasar por un cuidador en un domicilio de 5 niños que limitaría el contagio y adecuaría los recursos”.
Aunque la recomendación de los pediatras es que no se abra, también plantean un escenario de hipotética vuelta. “Si esto no fuese posible las guarderías-escuelas infantiles deberían limitar los grupos a un cuidador por cada 5 niños y clase y que las actividades colectivas como patio, comedor o siesta sean independientes en cada grupo de 5 niños. Los profesores de escuelas infantiles deben disponer del adecuado equipo de protección en el contacto directo con cada niño, en las actividades de juego, estimulación, alimentación, cambio de pañales, etc. La vigilancia de casos debe ser muy activa implicando a las familias para aislar en domicilio a los niños que presenten síntomas y cumplir la cuarentena”, destacan.
Otras voces reclaman soluciones más imaginativas. Un ejemplo es Blanca Valdivia, del Col-lectiu Punt 6. En palabras para un reportaje reciente en este medio, se preguntaba qué espacios urbanos tenemos en las ciudades para la corresponsabilidad. En este sentido se apunta que se podrían usar espacios abiertos públicos para realizar actividades educativas que apoyen a las familias en su conciliación.
El conflicto y los problemas familiares están servidos conforme algunas personas vayan a incorporarse a sus puestos de trabajo de forma presencial. Si el teletrabajo con niños y niñas ya ha supuesto un esfuerzo extra durante dos meses, muchas familias que cuenten con trabajadores en sectores que vayan abriendo durante las próximas semanas y carezcan de otros recursos no podrán dejar a sus hijos con nadie. Esto, en lo inmediato. En septiembre, y atendiendo a que las recomendaciones sanitarias parece que serán las mismas, el debate y las dificultades seguirán. Eso sí, hasta ese mes hay más tiempo para buscar soluciones.
RESOLUCIÓN de 8 de mayo de 2020, de la Dirección General de Recursos Humanos, por la que se regula la formación de las listas de aspirantes a desempeñar puestos docentes en régimen de interinidad de todos los Cuerpos Docentes no Universitarios (Maestros, Profesores de Enseñanza Secundaria, Profesores Técnicos de Formación Profesional, Profesores de Escuelas Oficiales de Idiomas, Profesores de Música y Artes Escénicas y Profesores y Maestros de Taller de Artes Plásticas y Diseño) para el curso escolar 2020-2021. (BOCM-14-5-2020)
Las escuelas, colegios e institutos no son instituciones creadas para que las familias puedan trabajar, este pensamiento es un error que hay que erradicar, son instituciones al servicio de la educación desde el nacimiento. No puede recaer sobre las espaldas infantiles y sobre la escuela, el derecho y la necesidad de trabajar de las familias y, mucho menos, en condiciones de inseguridad sanitaria como las actuales.
15/05/2020
Actualmente, en la situación de desescalada que nos afecta, es imprescindible que las administraciones faciliten la conciliación laboral y familiar, en especial a las familias más vulnerables y con menos recursos para resolverlo. Pero es preciso hacerlo desde su acepción original: el mundo de la empresa y de las administraciones. No puede hacerse desde un concepto que no respeta los derechos de la infancia, que no existe y quiere implantarse: el de la conciliación laboral-escolar. Este es el concepto por el que apuestan las administraciones, casi despectivamente y obviando la seguridad precisa, al plantear abrir los centros de Educación Infantil para que las familias puedan trabajar.
Es importantísimo que la sociedad sitúe y entienda que la escuela es la consecuencia de que el Estado asuma cubrir el derecho a la educación que tienen niños y niñas, y lo haga desde una perspectiva, la de ofrecer instituciones públicas y de calidad, para todos y todas, que respondan a ese derecho.
El Estado tiene, además, la función de ayudar a las familias para que, a su vez, puedan ofrecer el derecho a la educación de sus hijos e hijas como primer eslabón social y en las mejores condiciones. Uno de los aspectos de esta faceta es la necesaria conciliación laboral y familiar, lo que requiere la combinación de políticas laborales, sociales y sanitarias que doten a esas familias de los recursos necesarios para poder “estar” con sus criaturas de la mejor manera posible, porque sin «estar» no hay vínculo y sin vínculo no hay seguridad y equilibrio en la construcción de la personalidad; sin ello se daña de inicio la función de la familia.
La Convención de los Derechos del Niño define estas dos vertientes de apoyo a la educación institucional y familiar con las que se han comprometido los estados al firmarla. Dos vertientes necesarias para proteger y defender esos derechos. La Convención afirma que «la Infancia es el bien más preciado que tiene la sociedad». Cuando una familia aporta una criatura a la sociedad le está aportando un bien, y la sociedad tiene la obligación de proteger y cuidar esa aportación respetando siempre el interés superior infantil que, según establece la Convención, ha de prevalecer en especial cuando entra en colisión con otros intereses.
Pero la infancia, en las actuales sociedades y en concreto en la española, parece que fuera una especie en peligro de extinción por la dificultad que tienen las familias para tener criaturas y para sacarlas adelante y porque, cuando se dan soluciones que pretenden ayudar, lo que hacen es sobrecargar el eslabón más débil al institucionalizarlo como opción más fácil.
Conocer el origen de algo permite comprender acepciones posteriores erróneas, y eso ocurre con el surgimiento de las primeras instituciones para niños y niñas de 0 a 6 años, cuya función exclusiva de “guarda” tuvo como objeto que, en especial sus madres, pudieran trabajar en una inhumana sociedad industrial; para ello, en la mayoría de los casos, se hacinaba a las criaturas por cientos sin condiciones vitales mínimas. Pero con los años se ha ido reconociendo que los niños y las niñas son sujeto de derechos, que el derecho a la educación lo es desde el nacimiento y que es su familia la primera que tiene que tener condiciones para darles acogida y cuidado educándoles con ello.
La función institucional con la que el Estado contribuye a desarrollar el derecho a la educación infantil desde el nacimiento determinó que surgiera esta etapa, como primera del sistema educativo, apoyada en conocimientos científicos, que definen este momento vital como el de mayor influjo ambiental en un organismo en desarrollo que crece y cambia con más rapidez y potencia que en el resto de la vida. Eso es lo que determina la necesidad de cuidar de ese ambiente, para que se puedan desarrollar las potencialidades o para modificar, mejorando no empeorando, las condiciones genéticas y sociales de origen. Es lo que se conoce como epigenética, la confluencia más poderosa para modular el desarrollo que incluye a la personalidad humana.
Las escuelas infantiles y casas de niños son, por ello, la aportación institucional del Estado para complementar las oportunidades que ofrece la familia y para compensarlas, desde este lugar institucional, cuando las condiciones personales o el núcleo familiar son vulnerables. La equidad social se convierte así en una función básica de la escuela, que educa cuidando con la calidad y calidez necesarias en estas edades.
Esta visión asistencialista que pervive se ha evidenciado ahora con la situación de una pandemia que determinó el cierre inmediato de los centros educativos por seguridad. La solución administrativa ante la presión económica, es la reapertura de los centros de educación infantil 0-6, para que padres y madres puedan trabajar, precisamente los más vulnerables y complejos para garantizar medidas de seguridad. Y se hace, además, en contra de los criterios y recomendaciones de la OMS y de la Asociación Española de Pediatría que recomiendan que la etapa de educación infantil sea la última en volver por respeto a sus derechos y características específica, incompatibles con los protocolos sanitarios recomendados. No actúen desde la desvalorización del derecho infantil, desde la imprudencia, incluso desde la temeridad.
Con lo que hoy sabemos por las aportaciones de la ciencia, en ningún caso puede volverse a esa visión asistencial. Lo contrario sería convertir las escuelas en instrumentos para esa conciliación laboral y escolar, concepto inadmisible porque la necesaria conciliación es laboral y familiar.
Las escuelas, colegios e institutos no son instituciones creadas para que las familias puedan trabajar, este pensamiento es un error que hay que erradicar, son instituciones al servicio de la educación desde el nacimiento. No puede recaer sobre las espaldas infantiles y sobre la escuela, el derecho y la necesidad de trabajar de las familias y, mucho menos, en condiciones de inseguridad sanitaria como las actuales.
Son las empresas y administraciones las que han de resolver esa necesidad laboral familiar y compatibilizarla con la de que padres y madres puedan «estar» con sus criaturas para protegerlas y cuidarlas educando. Esto es la conciliación laboral y familiar.
Es por ello que las soluciones, compartidas en reuniones entre colectivos de educación infantil de Madrid y sindicatos (CCOO, CGT, STEM y UGT) para tratar las necesidades creadas por la pandemia, el confinamiento y la desescalada, y hacerlo desde una perspectiva de conciliación compatible realmente con los derechos de la Infancia, deben permitir que políticas públicas desde distintos ámbitos converjan en una mesa técnica de infancia, la misma que pide la Plataforma Estatal de Educación Infantil 06. Esta ha de ofertar soluciones desde las áreas necesarias, desde la sanitaria y escolar, con protocolos ajustados a las edades que, para familias y profesionales, garanticen una futura vuelta segura a las aulas. Desde el mundo laboral se podrían arbitrar subvenciones, permisos retribuidos como los de las bajas maternoparentales, ahora por fuerza mayor, para uno de los miembros de la unidad familiar o para quien la compone en exclusiva en el caso de familias monoparentales; reducción de jornada; alternancia de turnos cuando hay niños y niños que lo requieren, etc. Se trata, en definitiva, de buscar opciones que compatibilicen el cuidado educativo de niños y niñas con la necesidad de trabajar adulta y permitan que la sociedad tenga así futuro. La conciliación laboral y familiar es un instrumento imprescindible para ello.
"Los estudiantes anti-Bolonia, que lucharon durante diez años en las calles para defender su Universidad, tenían, como se ha demostrado, toda la razón"
"No tenemos ninguna prisa por llegar al infierno del futuro que se avecina. Que lo hagan las universidades privadas, que para eso están"
"A un ministro supuestamente de izquierdas lo que le pedimos es que haga lo posible porque el futuro nos deje en paz en la Universidad estatal"
15-5-2020
No recuerdo en muchos años haber sentido tanta impotencia, tanto hastío y tanto cansancio como después de leer la entrevista a Manuel Castells publicada el otro día en Público: "La universidad híbrida es ya la regla. La aceptación de esa realidad es cuestión de tiempo. El aprendizaje a la fuerza que hemos tenido que hacer en esta pandemia nos permite un salto adelante en el nuevo modelo pedagógico". O sea: lo que nos ha traído este estado de excepción y esta tragedia es, en realidad, para la Universidad, una gran oportunidad para ponerse al día y modernizarse. De nuevo, se trata de un reto, de un desafío. Es la nueva normalidad que ya ha llegado por fin. Da mucha pereza recordar que hace ya dos décadas que, para la Universidad, esto de los “retos”, los “desafíos” y la “gran oportunidad” que nos brinda un futuro inevitable ha sido nuestra cotidiana normalidad.
Así llevamos desde el año 2000, encarando la urgente tarea de destruir el modelo “europeo y humboldtiano” de la Universidad estatal para metamorfosearla según el modelo “anglosajón” de la Universidad privada. Así expresaba el asunto el documento del Círculo de Empresarios “Una Universidad al servicio de la sociedad”, un documento de hace quince años. Por aquél entonces, había que implantar el Plan Bolonia, pese a que gran parte del profesorado y el noventa por ciento de los estudiantes se oponían a ello. Ahora bien, no era un futuro posible, era un destino. Bolonia fue como una apisonadora, no dejaba opción. La cosa había sido diseñada en las conversaciones sobre educación de la OMC y no admitía réplica. Primero se nos dijo que si las Facultades no querían implantar másteres de postgrado, no pasaba nada, pero que nos quedaríamos sin postgrados. Luego, se nos dijo que nadie nos obligaba a implantar los grados, pero que si no lo hacíamos, nos quedaríamos sin grados (impartiendo alguna suerte de actividades extraescolares). De modo, que los postgrados y los grados se aprobaron con nuestro consentimiento, pese a la resistencia heroica del movimiento estudiantil, que fue reprimido, como siempre, a golpe de porra. Nada era obligatorio, pero todo era inevitable.
Lo más repugnante que tuvo todo este sarcástico chantaje vino por parte de los que, sobre todo desde la izquierda (la derecha no necesitaba disimular su consentimiento), decidieron que esta “revolución educativa” era, de todos modos, una “gran oportunidad”. Una gran ocasión para ponerse al día y modernizarse. Un reto y un desafío para transformar el modelo de Universidad. El delirio de la izquierda superó todas las previsiones. Era la oportunidad, sobre todo, de superar el caduco imperio de la “lección magistral” y cambiar por entero “el modelo de aprendizaje”, implantando una nueva “cultura educativa” que pondría al estudiante en el centro de gravitación. Las autoridades académicas del momento y un despliegue obsceno de propaganda mediática explicaron así cómo iba a ser el futuro. Menos teoría, más práctica. Al fin y al cabo, se repetía sin cesar, los contenidos ya están todos en Internet. Movilidad, mucha movilidad, los alumnos viajarían ahora por Europa, estudiando primero en Madrid, segundo en Varsovia y tercero en Roma o Berlín. Homologación de títulos automática. Clases reducidas: se decía, incluso, que habría que reconstruir las aulas para hacerlas más pequeñas e idóneas para pequeños grupos que aprenderían practicando, por ejemplo, la oceanografía (no es broma, así se explicó el Plan Bolonia en un Informe semanal: así será la nueva Universidad, se decía, mientras se mostraba a unos supuestos alumnos haciendo submarinismo en el Caribe). Al mismo tiempo, algunas empresas se preparaban para ayudar al dinosaurio de la universidad estatal a superar tantos nuevos retos y desafíos. Una empresa llamado Educlick aprovechó los telediarios para vender power points y mandos a distancia que podían perfectamente ahorrarnos el profesorado. Las tarimas serían sustituidas por mesas circulares para que los alumnos jugaran al corro de la patata mientras aprendían. Los viejos títulos universitarios serían sustituidos por una tarjeta que llevaría consignada en su banda magnética todos los cursillos, másteres, grados y gradillos que habría cursado el alumno. Así podría negociar sus “competencias” de tú a tú en cualquier entrevista de trabajo, sin las interferencias de los convenios colectivos y los corsés exigidos por los sindicatos y el derecho laboral. Todo en nombre de la libertad. Con los profesores lo mismo, por supuesto: los rectores y los decanos podrían contratar de tú a tú, de forma individualizada, el contrato, el sueldo y la dedicación. Todo mucho más flexible, por tanto.
Lo de la flexibilidad sí salió bien, es verdad, pues la condición de funcionario (que es la base de la libertad de cátedra), salió muy debilitada según el plan previsto. Todo lo demás, lo de las mesas circulares, las clases pequeñas, las prácticas en el Caribe, la movilidad europea y la homologación de los títulos, de eso, no quedó nada de nada. Sencillamente se subieron las tasas universitarias, multiplicándolas por tres, por cuatro, por cinco o incluso por diez. Las clases de la Universidad estatal siguieron siendo igual de grandes y los profesores se precarizaron hasta la humillación. Había desde luego la manera de cumplir con el sueño de Bolonia en otra parte, pagando en la Universidad privada. Pero el mensaje había quedado bien claro: la sociedad no tiene por qué mantener una Universidad para todos y todas. Ese lujo y ese despilfarro habían llegado a su fin.
En resumen, y como siempre se repetía: la Universidad tiene que rendir cuentas a la sociedad, tiene que estar a su servicio. Esta barbaridad, sonaba incluso de izquierdas. Para nada se recordaba ya lo que en otros tiempos (tan “humboldtianos”) fue una evidencia: la sociedad tiene que estar orgullosa de su Universidad, tiene que estar orgullosa de que haya una institución al servicio de la Verdad, del mismo modo que tiene que estar orgullosa de que haya una institución al servicio de la Justicia (porque no es el Derecho el que tiene que estar al servicio de la sociedad, sino la sociedad la que tiene que estar “en estado de derecho”, como mandan la Constitución y la Declaración de los derechos humanos).
Los estudiantes anti-Bolonia, que lucharon durante diez años en las calles para defender su Universidad, tenían, como se ha demostrado, toda la razón: lo que se estaba jugando aquí no era una “revolución educativa” sino una reconversión económica de la Universidad estatal. Se trataba, sencillamente, de acabar con el despilfarro económico de una universidad de masas y reconducir el dinero público hacia el mundo empresarial. El procedimiento era tan sencillo como un chupete: condicionar toda asignación de dinero público a la previa obtención de alguna “fuente de financiación externa” (una casilla muy temida por los que solicitamos Proyectos de investigación), es decir, a alguna fuente de financiación privada. Si alguna empresa llega a mostrar interés por tu unidad docente e investigadora, el dinero público está asegurado, tendrás financiación y becarios. Es decir, un pequeño ejército que pagado por el Estado trabajará por los intereses de la empresa en cuestión. La Universidad estatal tendrá, por tanto, derecho a existir en la medida en que la empresa privada pueda utilizarla como un aspirador de dinero público y obtener trabajadores a los que paguen otros trabajadores (es decir, becarios pagados con el dinero de los impuestos). Así pues, no solo las tarimas tenían que desaparecer. Había que acabar con las cátedras en tanto que unidades de docencia e investigación y también con los Departamentos, las Secciones y las Facultades, o por lo menos, dejarlos como cascarones vacíos destinados a extinguirse. En la práctica, ya han quedado casi inutilizados y han sido sustituidos por lo que se llaman Grupos de Investigación que sólo son financiados si obtienen, cada tres años, Proyectos de Investigación, que a su vez sólo son verdaderamente financiados si tienen “fuentes de financiación externas o privadas” (si no directamente, al menos a través de los think tanks europeos que administran la gobernanza neoliberal).
La pinza fatal ha cumplido su cometido. Como rezaba el subtítulo de un libro que publiqué hace unos años (junto con Enrique Galindo y Olga García), “entre el neoliberalismo salvaje y el delirio de la izquierda” ha llegado a su fin una de las más bellas y grandiosas conquistas que las clases trabajadoras brindaron a la historia de la humanidad: la enseñanza pública, en este caso, la Universidad estatal. De nada sirve lamentarse, es lo que tienen las derrotas, y los trabajadores hace ya muchas décadas que llevan perdiendo la batalla de la lucha de clases. Pero una cosa es ser derrotado y otra cosa es que además te tomen por tonto y te hagan pis encima. Este último papel es el que suele asumir lo que llamamos el “delirio de la izquierda”: no es una derrota, se dice, es una gran ocasión para afrontar los nuevos retos y desafíos.
Lo mismo ocurre en esta trágica ocasión. La crisis del coronavirus ha acelerado la llegada del siniestro futuro, y un ministro supuestamente de izquierdas aplaude. Tenemos que acostumbrarnos a una Universidad no presencial, pero ya no porque el coronavirus nos fuerce a ello, sino porque lo reclama un futuro deseable. Es la vuelta de tuerca que faltaba, suprimidos los alumnos y los profesores, se acabó la Universidad pública. Tenemos Youtube para aprender, ahí hay enseñanza online de sobra y a veces de muy buena calidad. Ya se está barajando, incluso, la posibilidad de bajar las tasas. Sin profesores, sin Departamentos, sin Facultades, sin alumnos presenciales, todo saldrá mucho más barato. Bastará con comprar más ordenadores a algunas empresas privadas que harán fortuna con ello.
¿Quiénes somos los que, ante este inminente futuro, nos morimos de pena? Los que recordamos que la Universidad presencial que conocimos representó quizás la única etapa de nuestra vida en la que fuimos capaces de descubrir y experimentar todo aquello que hacía a la vida digna de ser vivida. El único momento de tranquilidad que hemos conocido en este mundo vertiginoso del turbocapitalismo. Los artífices de esta revolución neoliberal no se empachan en reconocerlo; según el tecnócrata de la educación Malcolm Skilbeck “la universidad ya no es más un lugar tranquilo para enseñar, realizar el trabajo académico a un ritmo pausado y contemplar el universo como ocurría en siglos pasados. Ahora es un potente negocio, complejo y competitivo, que requiere inversiones continuas y de gran escala”. De nada sirve ya recordar que todo lo verdadero, todo lo justo y todo lo bello que ha experimentado el ser humano ha nacido de la tranquilidad, del ocio, incluso del aburrimiento. Cuando en su momento ingresamos en la Universidad, tuvimos la sensación de entrar en un paréntesis, en la epojé de los estudios superiores, donde, como decía Humboldt, “el profesor ya no se debe al alumno, sino que ambos dos, profesor y alumno, se deben a la verdad”. Un momento, además, en que nos encontramos en estado de libertad con toda una generación que estudiaba lo mismo que nosotros, con un empeño que, por aquél entonces, todavía se podía permitir el lujo de ser desinteresado. Porque todas las grandes conquistas teóricas de la humanidad, han nacido del desinterés, del amor por el saber, de la filosofía. En ese lugar “tranquilo”, algunos conocimos que era posible lo que más ha podido dar sentido a nuestras vidas: aprender de los profesores que sabían algo que nosotros no sabíamos y convivir con nuestros compañeros que querían saber por lo mismo que nosotros lo queríamos: por saber. A esto hay que llamarlo “presencialidad”. Ahora bien, no es una presencialidad cualquiera. Es una presencialidad que hace presente todo aquello por lo que merece la pena estar vivo, la verdad, la justicia y la belleza. Desligados online del lastre físico de la presencialidad, sin duda llegaremos muy lejos. Pero yo me pregunto para qué podría merecernos la pena. No es una buena idea llegar a la meta sin amigos y sin amor, sin nada que nos merezca un mínimo de respeto. ¿A dónde vamos tan deprisa? ¿Tanta prisa tenemos en llegar al abismo, por otra parte inevitable, que nos augura el agotamiento ecológico de este planeta? Para llegar a este fin, hemos sacrificado ya a media humanidad, escarnecido las más mínimas cotas de justicia social, hemos puesto, como decía Eduardo Galeano, todo “patas arriba”. Ahora, es necesario –a causa de una pandemia- que, además, lo hagamos online. ¿Pero tenemos encima que estar contentos de ello? ¿Tenemos de verdad que ver en ello una gran oportunidad para ponernos a la altura de los tiempos? No, ministro, no señor Manuel Castells, no lo queremos. En esas alturas no hay más que desolación y tristeza. Preferimos quedarnos aquí abajo, aprendiendo a tocar la guitarra en el jardín de alguna Facultad, bebiendo botellines y disfrutando del hecho de estar vivos, tener amigos presenciales y la convicción de que podemos aprender por el mero hecho de saber, por amor al saber, le venga bien o mal al mundo de los negocios que administra esta sociedad poseída por un sistema demente, absurdo y canalla.
Esta pandemia nos ha quitado todo eso. No nos empeñemos en estar felices y contentos por ello. No tenemos ninguna prisa por llegar al infierno del futuro que se avecina. Que lo hagan las universidades privadas, que para eso están. A un ministro supuestamente de izquierdas (al que se presupone estar a favor de lo público), lo que le pedimos es que haga lo posible porque el futuro nos deje en paz en la Universidad estatal, donde tenemos cosas mucho mejores que hacer que participar en esta carrera suicida hacia ninguna parte. Nosotros no necesitamos triunfar en los negocios, sino trabajar en la verdad, reflexionar sobre la justicia y agradecer que en este mundo haya poesía y belleza además de la urgencia de los compromisos mercantiles.
Postdata
El ministro Manuel Castells acaba de aplazar la discusión que había propuesto, en pleno estado de alarma, sobre el real decreto de Ordenación de las Titulaciones Universitarias. Este documento, que toma por base el que en su día propuso el PP y que tuvo que ser retirado a causa de las protestas sociales, es una nueva vuelta de tuerca en el Plan Bolonia: apuesta por el modelo 3+2 que el movimiento estudiantil logró impedir en su momento, propone estrechar los vínculos entre las universidades y las empresas, y como siempre, flexibilizar aún más el tejido universitario para amoldarlo a los retos y desafíos que las voces de los mercados dicten desde las alturas. Pero gracias al coronavirus, todo esto lo haremos online, a la altura de los tiempos.
Los alumnos de infantil y primaria franceses han comenzado a volver a la escuela esta semana, de forma voluntaria, y están dejando una galería fotográfica dantesca y una lluvia de críticas y memes dirigidas a las autoridades políticas y, en especial, al ministro de Educación.
En Francia, el ministro de Educación, Jean-Michel Blanquer, ha decidido que las escuelas vuelvan a abrir después de dos meses de confinamiento, de una forma «suave y progresiva», y que los padres puedan llevar a sus hijos de forma voluntaria. Esta semana están empezando a ir los de infantil y primaria (hasta los 11 años), y la próxima lo harán los de la secundaria intermedia (11-14), si bien sólo lo están haciendo en aquellas regiones menos afectadas por la pandemia (en París y otros lugares de momento sólo los maestros están accediendo a los centros).
Blanquer ha defendido esta decisión por motivos pedagógicos y de equidad porque, según dijo, «se hace difícil imaginar un niño de siete años sin escuela durante seis meses, y más si viene de un ambiente desfavorecido». El Consejo Científico recomendaba que la reentrada fuera en septiembre, pero Blanquer, con el apoyo del presidente de la República, Emmanuel Macron, consideró que era necesario hacerlo ahora, eso sí, con unas estrictas medidas de seguridad.
La apuesta, sin duda arriesgada, se está traduciendo en una eclosión de imágenes de alumnos y maestros con guantes y mascarillas, pero sobre todo de niños separados haciendo fila antes de entrar a los centros, separados después en el aula, separados también en el comedor y separados en el patio, el espacio donde esta distancia resulta más artificial. La foto más repetida es la de una escuela infantil de Tourcoing (municipio de 90.000 habitantes en el norte del país) en la que se ve un grupo de niños y niñas en el patio rodeados por un cuadrado del que no pueden salir.
Y, mientras tanto, los periodistas se ponen las botas con los testimonios de maestros y alumnos contentos de reencontrarse pero explicando cómo de duro es no poder tocarse, mientras en las redes llueven las críticas por una decisión que recibe todo tipo de calificativos , el más suave y progresivo de los cuales es que ha sido precipitada.
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Así se ha acordado hoy en la Conferencia Sectorial de Educación presidida por la ministra Isabel Celaá y en la que han participado consejeros y consejeras de todas las Comunidades Autónomas
Se elaborarán planes de actuación que deberán estar listos antes de las vacaciones estivales
Se trabajará sobre tres escenarios posibles en función de la evolución de la pandemia provocada por el Covid-19
El MEFP trabaja en un plan de refuerzo de la digitalización junto con el Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital
El Ministerio de Educación y Formación Profesional (MEFP) y las Comunidades Autónomas trabajarán conjuntamente para abordar el comienzo y el desarrollo del curso 2020-2021 en función de la evolución de la crisis sanitaria provocada por el Covid-19.
En la Conferencia Sectorial de Educación, presidida por la ministra Isabel Celaá, y en la que han participado consejeros y consejeras de todas las CCAA, se ha acordado elaborar orientaciones que ayuden a las CCAA y a los centros educativos a diseñar sus propios planes de contingencia que permitan garantizar el desarrollo de la actividad educativa, respetando tanto las competencias de cada una de las CCAA como la autonomía docente de los centros educativos.
Se da así continuidad al acuerdo adoptado por la Conferencia Sectorial de Educación del 15 de abril de 2020 que establecía: “El Ministerio de Educación y Formación Profesional y las Consejerías responsables de las Comunidades Autónomas diseñarán planes de contingencia para responder a posibles nuevos periodos de alteración en la actividad lectiva provocada por el Covid-19”.
El grupo de trabajo abordará diversos aspectos como la organización escolar adaptada a la pandemia, la programación didáctica de cursos y áreas, la dotación tecnológica y el refuerzo de la competencia digital y el seguimiento y apoyo de la actividad lectiva a distancia.
Escenarios posibles de evolución de la pandemia
El documento de orientaciones, que deberá estar elaborado antes de que comiencen las vacaciones estivales, tendrá en cuenta tres posibles escenarios:
Que la evolución de la pandemia permita que la actividad educativa se lleve a cabo de manera presencial en los centros educativos sin la obligación de mantener la distancia interpersonal.
Que la evolución de la pandemia continúe obligando a mantener la distancia interpersonal en todos los centros educativos como medida de prevención para evitar contagios.
Que la evolución de la pandemia impida el desarrollo de la actividad educativa presencial en algún momento del curso 2020-2021 debido a algún rebrote de la enfermedad que obligue de nuevo al confinamiento.
En todos los supuestos será necesario adaptar los currículos y las programaciones de los cursos, áreas y materias para prestar especial atención a las competencias fundamentales y para recuperar los déficits ocasionados por la importante alteración que provocó la brusca suspensión de la actividad educativa presencial en marzo de 2020.
Si la evolución de la pandemia continúa obligando a mantener la distancia interpersonal y no es posible por tanto que se concentre en una misma aula todo el alumnado de un mismo grupo y etapa educativa, sería necesario adoptar medidas como optimizar todos los espacios del centro educativo, combinar la actividad presencial con la actividad a distancia o adecuar los horarios para cumplir las condiciones sanitarias establecidas y garantizar la continuidad de la formación.
Esta situación requeriría además dotar a los centros de equipamiento higiénico-sanitario para el personal y el alumnado; establecer medidas de higiene y control sanitario; elaborar protocolos de movilidad para el acceso y salida y para el interior del centro y dar formación al profesorado y alumnado sobre los requisitos higiénico-sanitarios establecidos.
En todo caso, se deberán programar contenidos y actividades educativas adecuadas para la enseñanza a distancia y online y hacer previsiones para la eventual evaluación a distancia de partes del curso. Para ello, se aprovecharán las buenas prácticas desarrolladas durante los meses de actividad lectiva en el presente curso escolar.
También será necesario dotar de equipamiento tecnológico a los centros educativos y desarrollar actividades de formación intensiva del profesorado para la utilización de recursos en línea, así como diseñar planes de preparación del alumnado para la utilización de herramientas y plataformas digitales.
En este sentido, la ministra de Educación y Formación Profesional, Isabel Celaá, ha anunciado que el MEFP está ya trabajando con el Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital para diseñar un programa de cooperación territorial que permita incrementar los recursos para avanzar en la digitalización. Se trata de reforzar los recursos y competencias digitales, tanto a través de plataformas como de dispositivos de uso personal y formación del profesorado.
Para la actividad educativa a distancia se diseñarán planes de seguimiento y apoyo al alumnado con dificultades para seguir esta modalidad de actividad lectiva.
Actividades permitidas en la fase 2
Durante la Conferencia Sectorial se ha analizado también la autorización parcial de la actividad educativa presencial en la fase 2. Ha habido un respaldo mayoritario a la decisión de dar prioridad a los alumnos de finales de etapa (4º de ESO, 2º de Bachillerato, 2º de Formación Profesional media y superior y último curso de enseñanzas de régimen especial) por la importancia académica de estos cursos que suponen titulación y cambio de ciclo. Esta vuelta se hará respetando las normas de seguridad dictadas por el Ministerio de Sanidad. La presencia del alumnado será voluntaria, aunque las actividades se tendrán que planificar para evitar aglomeraciones innecesarias.
Asimismo, las CCAA también cuentan con la utilización para organizar actividades voluntarias de apoyo y de refuerzo para los alumnos que más lo necesiten y para abrir los centros de Infantil destinados alumnos de 0 a 6 años cuyos padres deban trabajar de forma presencial, según lo establecido en las fases de desescalada, extremando las medidas de seguridad sanitarias.
Otra actividad importante será la realización de las pruebas EvAU/EBAU y algunas pruebas de acceso a ciclos formativos de Formación Profesional u otras enseñanzas. Cada comunidad autónoma es responsable de desarrollarlas en las mejores condiciones para el alumnado y el profesorado presente.
En la reunión han estado presentes también el secretario de Estado de Educación, Alejandro Tiana, la secretaria general de Formación Profesional, Clara Sanz, y el subsecretario de Educación y FP, Fernando Gurrea.
Tercera Sectorial durante el Estado de Alarma
Este es la tercera Conferencia Sectorial de Educación que se celebra desde la declaración del Estado de Alarma. Las anteriores se celebraron los pasados 25 de marzo y 15 de abril.
En las reuniones mantenidas hasta ahora se han establecido acuerdos sobre la realización de las pruebas de EvAU/EBAU, las prácticas de FP y de otras enseñanzas de régimen especial, la finalización del curso actual, la situación del alumnado del bachibac (hispano-francés) y de los estudiantes españoles que estaban siguiendo sus cursos en otros países, la recuperación de los alumnos con mayores problemas de seguimiento de la actividad escolar, o la celebración de las oposiciones docentes, entre otros asuntos.
Resolución conjunta de las viceconsejerías de Política Educativa y de Organización Educativa, sobre instrucciones de funcionamiento de los centros educativos para la preparación de la reincorporación a la actividad educativa presencial durante el curso 2019-2020 en la situación de crisis sanitaria ocasionada por coronavirus (COVID-19)