domingo, 3 de marzo de 2019

"Depuración" (Manuel Menor)

El compañero Manuel Menor nos envía este artículo de opinón

Crecen la inflación verbal y los vetos entre líderes políticos

La última sesión de control del Congreso no favorece la expectativa de lealtad cooperadora después de las elecciones de abril y mayo.

Vuelve explícito, además, el término “depuración”, entre los predilectos de los recién llegados a la Junta de Andalucía y parece que vaya a propagarse su uso en los revisionismos de otros políticos nacionales. Nunca había cesado de existir en la práctica de lo que silencian o exageran libros de texto, prensa y medios en general, o radio y TV en particular; ni en los vetos a disidentes de diversa especie en unos u otros ámbitos.

Los maestros que no tuvimos
“Depurar” no es  actividad de dirección ideológica única. Cuando la sospecha de traición o divergencia sobrevuelan las diferencias de enfoque de los problemas, sus ejecutores –insospechados, a veces- son de variada coloración, y los depurados, también de diverso signo, comparten haber sido o ser incómodos para quienes detentan el poder o aspiran a tenerlo en exclusiva. La Historia universal no difiere de la Mitología en cuanto a depuraciones e inquisiciones. En la de España, nos siguen afectando las producidas desde 1814, de las que Larra o Blanco White dejaron cumplido testimonio. Las guerras civiles y golpes de Estado posteriores, culminados a finales de los años 30, han dejado tras sí infinidad de represaliados, exiliados y muertos en nombre de supuestas verdades absolutas. Sobresale, de todas ellas,  la sistemática contra funcionarios y en especial maestros, profesores e investigadores, llevada a cabo por el bando ganador, como documentan las notificaciones de las Juntas depuradoras que el BOE fue dosificando sobre todo hasta 1945, en continuidad de las que habían aparecido en el Boletín Oficial de la Junta de Defensa Nacional de España entre julio y octubre de 1936.

Menos historiado, pero más eficiente para la causa franquista y nacionalcatólica, fue, a continuación, el proceso de reposición de los puestos estratégicos que los depurados habían tenido que abandonar. Al colocar en ellos –particularmente en empleos docentes y de investigación- a militantes e incondicionales, e incluso a excombatientes por el simple hecho de haberlo sido, se alargaron los efectos de la depuración hasta más acá de la Transición. La Junta de Ampliación de Estudios, de 1907 –que pasó a llamarse Consejo Superior de Investigaciones Científicas el 24.11.1939-, fue reorientada para controlar, entre otras cosas, los puestos docentes universitarios, la investigación y difusión del conocimiento. Los castigos ejemplarizantes impuestos a los enseñantes, las formas de acceso al magisterio y profesorado de escuelas e institutos, el rígido control del currículo y del material escolar, las direcciones e inspección  de centros y la introducción materias ideologizadas en el corazón del sistema –que con el tiempo serían conocidas como “las tres Marías”- hicieron de la red educativa publica -y de los espacios de ocio y cultura-  una jurisdicción muy vigilada por quienes desde el Ministerio de Educación y Falange trataron de sostener las esencias del Movimiento, con el complemento de la que, en diversos internados de índole benéfica, seminarios o conventos religiosos, y en la enseñanza privada –católica en su inmensa mayoría-, administraron directamente los obispos y sus entidades corporativas.

El resultado ha sido que, durante muchos años, el conservadurismo sumiso y obediente de todo afán de saber, de ser y de estar, han sido la norma. Sin contar que se sostuvieron altas dosis de analfabetismo en muchas cohortes poblacionales y muchos abusos de poder, el alumnado más inquieto de todas esas generaciones tuvo que buscar maestros menos grises fuera de las aulas o en el extranjero y multitud de energías se frustraron. De gran actualidad es, asimismo, que en aspectos básicos como fracaso  y abandono del sistema escolar o atención a las urgencias de la pobreza infantil, sigamos todavía con indicadores problemáticos en Europa, pero tan contentos; como si ninguna herencia censora pesara todavía sobre un sistema educativo que quiere ser democrático. De serlo, si hubiera menos hipocresía, el debate educativo ya no estaría polarizado en torno a una “libertad” entendida como canon selecto, prefijado por y para unos pocos. Se habrían abandonado las viejas pugnas del siglo XIX por miedo a perder privilegios,  y el centro de atención de estos días, al borde de una campaña electoral, no se habría focalizado en torno a si se mantienen o no –parece que al final sí- las deducciones en el IRPF a las familias de la enseñanza privada. Tampoco sucedería que, entre otras desatenciones al derecho universal a la educación, los menores tutelados por las Comunidades fueran objeto de negocio de los gestores mientras las carencias de esos centros recuerdan las denunciadas por Dickens.

La Paideia política actual
Para dar más verosimilitud a una situación inconclusa, ahí está el modelo madrileño neoconservador. Por un lado, la expresidenta de la Comunidad, para quien la Fiscalía pide más de tres años por mentira y abuso de poder ante una instancia universitaria que  dependía de ella.  Con otras actuaciones durante 15 años, de gestión similar –que documenta ampliamente J.L. Pazos en No nos callarán-, este atajo arbitrario conforma una renovada tradición de la que es exponente la devoción creciente de la Consejería madrileña por las redes privadas –universitarias y escolares-, contraria al atractivo de la pública. Una fe que publicita  que es el mercado quien marca la deseable calidad del sistema,  sin especificar si ha de cumplir con la inclusión o la igualdad de oportunidades.

Propaganda complementaria es la de que la educación ha de ser apolítica, aunque la realidad –presente ya en Grecia como Politeia pedagógica y Paideia política- sea testaruda por lo contrario. La pedagogía envolvente de estos días ha dispuesto que Montauban y Colliure, por un lado, y el Valle de los Caídos/San Lorenzo del Escorial por otro, mostraran una combinación de reminiscencias didácticas. Después de 80 años,  la visita del Presidente de España a dos cementerios del exilio republicano –en reconocimiento a dos significados demócratas como Azaña o Machado- contrastó con la dificultad de salvar obstáculos administrativos que plantea el exhumar de un espacio público –construido por depurados- los huesos de Franco. Para que el aprendizaje fuera más significativo, se ha podido ver cómo sus deudos, eclesiásticos en parte, se turnan en el papel de agradecidos por el entusiasmo censor que derrochó: hay subvenciones e influencias en danza.

En parte por todo ello, en el actual panorama de meándricas situaciones e hiperbólicas palabras, cobran especial relevancia las peripecias jurídico-políticas del procés, porque contarán para las tendencias de voto que,  de aquí al 28 de abril y 26 de mayo, estén indecisas. Pese a los cambios de los últimos años, la clave seguirá estando en la autocensura inducida por años de purga legal y limitaciones educativas, a las que ha sobrevenido el miedo, más pesado en quienes la crisis económica sigue imponiendo recortes, pese a que el invocado bienestar social corre a cuenta de estos para que cuadren los presupuestos generales o autonómicos. Por ello tiene interés la reacción popular, en Nueva York,  frente al interés que había mostrado Amazon por crear un potente foco de negocio en el humilde barrio de Queens: las características neoliberales del proyecto, y sus derivaciones comunitarias, han suscitado una creciente rebelión vecinal.

El precio justo
Reacción similar sugiere un documental sobre los estragos causados a más de 8.000 familias por el abuso neocolonial del cultivo de la chufa en Mali y Burkina Faso. La estafa de unos empresarios españoles, que aparece en  TIGERNUT: la patria de las mujeres íntegras, hace repensar cómo se nos llena la boca con derechos en el papel y, entre otras cosas, qué pasa con casi todo lo que consumimos, cuando una parte sensible de la chufa que se ha comercializado sin pagar “precio justo” a sus productores llega al supermercado con trabajo esclavo, Es lástima que, entretanto, Marie Kondo entretenga al personal con el orden en los armarios como preocupación –rememorándonos las “normas de urbanidad”-, sin que tal preocupación se extienda igualmente al ámbito de lo socialmente justo y sostenible de una educación responsable e integral, de todos y para todos.

Manuel Menor Currás
Madrid, 28.02.2019.

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