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sábado, 11 de mayo de 2019

"40 años de la escuela pública española (1898-1938)" (Manuel Menor)

Manuel Menor Currás nos recomienda visitar la exposición y escribe este artículo:



Una exposición sobre el regeneracionismo escolar del primer tercio del siglo XX, permite adentrarse en problemas actuales del sistema educativo

Hasta el día uno de septiembre estará abierta en el Museo de Historia de Madrid, en el antiguo Hospicio –c/ Fuencarral, 78-, una exposición de gran interés para comprender esos 40 años cruciales de la historia de la Educación en España. La parte documental ocupa la mayor parte de la planta baja del museo que gestiona el Ayuntamiento, y se complementa con mesas redondas y conferencias en una sala de Centro-Centro, en plaza de Cibeles.

El atractivo de esta muestra procede, en primer lugar, de la mirada que proyectan sus organizadores: el concepto de “ciudad educadora” permite explicar las múltiples relaciones que existen entre el mundo educativo y su entorno. Tratar de evidenciarlas en los años elegidos añade un plus de valor por ser uno de los períodos históricos que permiten entender muchas características principales que –después de 80 años- marcan la situación estructural del sistema educativo español. Para descifrar los cambios, límites y condiciones educadoras que tenga actualmente Madrid y, en gran medida, otras geografías educadoras de España, es relevante.


Escuelas o colegios

El núcleo de esta muestra es la escuela pública en su sentido más estricto. Trata, casi en exclusiva, de la red que el Estado había dispuesto, desde 1857, para generalizar la enseñanza. De cómo ese eje de aplicación del derecho a la educación, que venía de la Constitución de 1812, fue constituido de manera lenta y precaria. Reducida durante más de un siglo a la Primaria, su obligatoriedad -ante todo nominal- abarcó de los 3 a los 6 años de edad hasta 1901, en que se amplió hasta los 12. Y aunque entre 1913 y 1918 se permitió al magisterio que capacitase pre-profesionalmente alumnado de 12 a 15 años en oficios diversos, la inmensa mayoría de las clases humildes no pasaba de ahí, especialmente las mujeres y más en zonas rurales.

Esta variada obligatoriedad de la escolarización, siempre a cargo de profesionales de Magisterio, deja fuera de la consideración explícita a la red educativa privada y a otros profesionales de la educación. El término “concertada”, por ejemplo, empezaría a usarse en 1985 y, por otro lado, la enseñanza obligatoria actual (ESO), que alcanza hasta los 16 años desde 1990, se lleva a cabo, al menos en parte, en centros distintos de aquellas escuelas primarias y con profesorado que continúa en los IES las etapas que, desde los once años, tenía un Bachillerato que, todavía en la reforma de 1953 era, según Ruiz Jiménez, propio de las clases medias.

El gran motivo de esta exposición, en torno al tránsito de las escuelas “unitarias” a las escuelas “graduadas” entre 1898 y 1938, evidencia, ante todo, una lentísima preocupación del Estado. Lo documentó sobradamente Luis Bello, entre 1925 y 1931, en su Viaje por las escuelas de España. Y el catedrático de la Universidad de Murcia, Antonio Viñao, lo acaba de reflejar magníficamente en una de las conferencias de Centro-Centro. El pobre gasto presupuestario de todo el período en Educación y las altas tasas de analfabetismo son el reverso de la tardía, excepcional y escasa construcción de escuelas “graduadas”, ese otro indicador que materializó la precaria estructura de una escuela para pobres mientras los colegios para gente bien se arropaban, en su mayoría, en privilegios del Concordato de 1851.

Lo que el diablo se llevó

En su preocupación por la escuela pública, la exposición incide, además, en cómo, en paralelo se produjo, un profundo cambio, sobre todo a partir de los años 20, que eclosionaría en la II República con un Estado preocupado por la dotación económica, construcción de centros, recursos y preparación de maestros y profesores de sus escuelas e institutos. Ahí están las arquitecturas de Ballesteros y Flórez -todavía ejemplares- y múltiples iniciativas que muestran una riqueza de objetivos integrales más allá de “leer, escribir y contar”: la expresión artística en las aulas, la expansión de la higiene, la preocupación por la salud o la educación social, una cultura de colaboración no solo entre maestros de las escuelas graduadas -con directores o directoras-, sino también en los trabajos escolares de niños y niñas, metodologías de la “escuela nueva” superadoras del memorismo, experimentación en el aula y preparación para la vida. Y ahí está, asimismo, el apoyo de personalidades modélicas como Giner y la ILE, Justa Freire, Manuel Alonso Zapata, Clara Campoamor, Rodolfo Llopis, Luis Huerta, Sidonio Pintado, Asunción Rincón, Eduardo Canto o Estrella Cortichs, y el de quienes pensaban que con una educación digna se podría construir una España más de todos.

El colofón de la muestra, dedicado a cómo el Madrid republicano cuidó las escuelas públicas en medio de la negritud que va de julio de 1936 a primeros de abril del 39, refuerza la idea de cómo el optimismo educativo anterior fue especial. El dietario de Justa Freire anotando qué sucedía en su centro día a día –el amparo que podían dar a los niños y niñas en medio del horror de los bombardeos-, al lado de fotografías de los destrozos y los testimoniales dibujos infantiles, desborda la metáfora bajo la que se documenta esa tapa : “…y vino el diablo y se lo llevó todo”.



Persistencias

El abatimiento profundo que supuso a quienes habían puesto su esperanza en la escuela pública tardaría muchos años en saldarse. Cierres de colegios e institutos, cambios de nomenclatura y contrarreformas profundas en la organización interna acompañaron –especialmente hasta casi los setenta- una sistemática depuración inquisitorial de maestros y profesores hoy bien conocida.

Cronológicamente, no es este el objetivo de la exposición, pero hay guiños a esa despiadada postguerra y su después. Cuando Lora Tamayo accedió al Ministerio de Educación (1962-1968), todavía el 65% de la red escolar pública era de “escuela única”, con pobres recursos y un maestro o maestra en el aula para una pluralidad de edades. Además, la voluntad de hacer llegar la educación obligatoria a todos los menores de 14 años –que dijo la LGE de 1970- no llegaría hasta finales de los años ochenta.

Gloria Fuertes –testigo relevante de muchos de esos años-, decía que no era lo mismo estudiar en un “colegio” o en una “escuela”, algo que debieran explicar quienes se recrean en bizantinismos hipócritas como el de “libertad de elección” mientras no erradican la discriminación económica, social, cultural o religiosa que exige la CE78. Igual que siguen aplazando -entre otras urgencias de este incierto presente- una preparación de los maestros y profesores no puramente voluntarista, digna de un país que pretenda ser moderno.

Sin la existencia de un Centro Documental consistente, capaz de aglutinar información relevante dispersa, concerniente a la totalidad de la historia educativa española del siglo XX, será difícil prevenir que el conocimiento de ese pasado no acabe reducido al revival o la nostalgia: la turistificación y la seriación televisiva lo invaden todo. Pero esta exposición todavía tiene gran rigor para advertir a las nuevas generaciones -incluidos maestros y profesores de la actual enseñanza obligatoria-, cómo en lo tocante a la educación de todos perviven marcas repetitivas, obstáculos en que seguir tropezando si no se modifican. Atentos a las posibles coaliciones o acuerdos de estos días.


Manuel Menor Currás

Madrid, 08.05.2019



miércoles, 13 de julio de 2016

¡Firma! No a la discriminación de los madrileños en el acceso a la carrera de Magisterio

Hola!

hemos iniciado una petición en change.org,  dirigida al Consejero de Educación, para que el Gobierno de la Comunidad de Madrid anule un convenio que firmó en 2014 con las universidades madrileñas, por el que a partir del próximo curso no se podrá acceder al Grado de Educación Primaria en ninguna escuela de Magisterio de Madrid si en el examen de Selectividad no se ha obtenido al menos un 5 en Lengua Castellana y Literatura, aunque sí se haya aprobado la Selectividad. Esta normaes contraria a la Ley de Educación, que dice que para el acceso universitario se tendrá en cuenta la media obtenida entre Bachillerato y la PAU. Y, además, solo se va a aplicar en el Grado de  Educación Primaria y solo en la Comunidad de Madrid, lo que es absolutamente injusto y discriminatorio.

La Consejería de Educación, además, no ha informado a los centros escolares de la entrada en vigor del acuerdo. Profesores, orientadores y alumnos se han enterado de la nueva norma una vez finalizado el curso y las pruebas de acceso a la Universidad. El convenio no se publicó en el BOCM y, como ustedes pueden comprobar si lo desean, es muy complicado encontrarlo en la página web de la Consejería. Las Universidades tampoco se han ocupado de comunicar el cambio normativo durante el curso. Por todo ello, los jóvenes no supieron a tiempo que debían dedicar sus esfuerzos casi exclusivamente a la asignatura de Lengua. Poco ha importado haber aprobado con buenas calificaciones esa y el resto de asignaturas durante todo el Bachillerato. Ahora tendrán que irse a estudiar a otras Comunidades, con el consiguiente perjuicio económico para las familias.

Estamos de acuerdo en que los que aspiran a ser maestros deben  tener amplios conocimientos de  Lengua Castellana y Literatura. Pero también deben tenerlos los futuros abogados, los futuros profesores de Secundaria y Universidad, los futuros médicos, los futuros periodistas... Los de Madrid y los de resto de España.  Como le decimos al Consejero de Educación en la carta que le hemos dirigido, mientras la norma no sea igual para todos los estudiantes y para todos los españoles no será una norma justa.

Este país necesita urgentemente una reforma en profundidad del sistema educativo, empezando por desechar medidas tan absurdas como ésta.  Si su intención era mejorar la enseñanza primaria, lo lógico habría sido reformar los estudios de Grado para que los futuros maestros tengan las mejores capacidades y formen mejor a los niños. Y no castigar a esos niños impidiéndoles acceder a la Universidad en su Comunidad. 

 Creo que ha de acabarse de una vez por todas con ese empeño que tienen los gobernantes del PP en desprestigiar siempre a profesores y maestros. Ellos recortan en Educación y después echan la culpa a los profesionales.

Os adjunto la petición de change.org y os ruego que la firméis y difundáis. Nos está costando mucho conseguir firmas! Os pido también que nos aconsejéis en cómo difundirlo mejor. Es probable que no consigamos que anulen la norma para el próximo curso y que los afectados que conocemos tengan que irse de Madrid , pero queremos que se conozca este despropósito.

Saludos

M.B.

Firma en www.change.org