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miércoles, 7 de julio de 2021

¿La cuarta ola? (Manuel Menor)

¿Estamos en vísperas de la cuarta ola? 

Los datos epidemiológicos de este momento veraniego, inducen a marear la perdiz y, como tantas veces, improvisar, improvisar e improvisar. 

En algunas zonas, ya no hablan de la cuarta, sino de la quinta ola inminente, si las acumulaciones de contagios desbordan el sistema de Sanidad disponible y siguen su trayectoria de otras veces tres o cuatro veces anteriores. 

Los hechos 

En esta ocasión, parece que la causa central sea que las cohortes de edad más jóvenes son las de mayor incidencia y que su efecto multiplicador está siendo muy rápido en comunidades como Cantabria, Cataluña o Extremadura.  Todo parecía ir moderándose y, hasta hace posos días, los datos propiciaban pensar que esta pandemia estaba vencida. Nos animaba al optimismo la insistencia en que las vacunaciones batían récords diarios; con una velocidad de crucero que superaba las 700.000 unidades diarias, se alcanzaría el objetivo trazado de tener en septiembre inmunizado al 70% de la población. Pocos parecían atender a las flaquezas de esta fórmula, en que pasaban a segundo plano, y sin la atención debida, otros flancos de la situación: la atención primaria y, sobre todo, que los más jóvenes estaban al final del proyecto. 

Y llegaron los viajes de fin de curso de unas u otras promociones de colegios e institutos, renovando tradiciones que, en el curso pasado, habían quedado sobreseídas. Llegaron también reclamaciones de padres que, ante las precauciones sanitarias adoptadas en Baleares, lograron que una juez volviera a poner en el brete las frágiles costuras de la libertad particular y la salud de todos. Y ha venido,  la renovada propagación del virus, no tan letal de momento, pero sí muy problemática para una situación ya m estresada de los profesionales sanitarios de la atención primaria. El caos puede volver a cundir y lo que suceda en los próximos días será determinante respecto a la secuencia de la pandemia, cuyos últimos fotogramas no han llegado todavía. 

Causas y efectos 

Una vez más, parece también que no deban confundirse y mezclarse las causas y los efectos. Primero, porque –como decían en la Galicia rural- no se adelanta nada con poner el carro delante de las vacas: cuanto se pretendía hacer se desbarata antes de que pueda realizarse nada. En este asunto, las ansiedades de unos y otros, tanto desde el mundo productivo turístico y hostelero sobre todo, como desde los afanes de recuperar tiempos supuestamente perdidos en  confinamientos y cuarentenas restrictivas, llevan confusión a lo que haya de ser el antes y el después en esta historia; las prejuiciadas prioridades inducen a graves errores respecto a las exigencias que deban mediar entre la salud de todos y la  libertad individual. 

Que las confusiones han existido y existen, interesadas unas y aparentemente inocentes otras, es obvio; aunque en el relajamiento siempre hay de todo, siempre hay los dispuestos a pescar en aguas revueltas, más propicias para que se confíen los incautos y crédulos. En este sentido, esta situación dubitativa entre la cuarta y quinta ola de esta pandemia es una buena metáfora, parábola o simulación efectiva de lo que en muchos otros ámbitos nos sucede como sociedad. 

Pedagogías en pugna 

Repiten los opinadores ahora –como muchas otras veces-  que es una cuestión pedagógica, que no se ha enseñado bien lo que hay y que, en la transmisión de las noticias de esta peste ha faltado finura en lo que se dice o se deja de decir. El problema es que la Educación social no es una tirita coyuntural, sino un ambiente que o se crea con tiempo o no pasa de pura retórica; no es una tecnocracia que, tras la lectura rápida de un folleto de instrucciones, se aplica y se tiene la solución. Es, ante todo, una actitud de largo plazo, una cultura creada, alimentada y sostenida en una dirección determinada hasta que arraigue, en cuyo desarrollo se han de tener  claros los problemas a solucionar, los objetivos de sociabilidad a conseguir y los medios adecuados para lograr la concordancia de lo que queremos para una convivencia saludable para todos. 

Poca pedagogía de este tipo hay cuando los líderes políticos y sociales discuten violentos, como si de mundos opuestos se tratara, sin nada que compartir, o como si la co-gobernanza administrativa fuese un derecho de conquista. Poco se puede hacer si hay lobbys presionando por ver qué gremio u organización saca más ventaja de los recursos que se estén disponiendo para atajar un problema. Muy poco se logrará si los papás y mamás de muchos niños en trance de hacerse adultos, son los primeros en confundir ante sus vástagos el tocino con la velocidad. Nadie razonable imaginará que la supuesta “responsabilidad” que se suele recordar en situaciones como esta a los más jóvenes les vaya a llover caída del cielo cuando todo el mundo les induce a ser irresponsables. 

Como somos improvisadores permanentes, a quienes –como ya señalaba Larra-  cuesta creer en una red indispensable de cuidados, con estructura consistente y duradera, nuestros sanitarios se quejan de la mala pedagogía que hace la Administración española –estatal, autonómica y municipal- desprotegiendo a la Sanidad pública de lo indispensable. A los ciudadanos, por nuestra parte, debiéran habernos enseñado a ocuparnos de dónde se invierten nuestros impuestos, si en mejor servicio para todos o en mayor rentabilidad para las empresas privadas del sector; tal vez fuéramos más responsables de las actitudes convenientes ante problemas como la COVID-19. 

E igual sucede con la pedagogía que la Administración desarrolla respecto al sistema de educación general de todos, donde la ética universal, de derechos y obligaciones iguales para todos se descabala desde la educación infantil con redes de centros cuyos idearios nucleares son tan distintos, y donde la privatización –a cuenta de los presupuestos comunes- es gran negocio desde antes de la Ley Moyano en 1857. Esa cultura de las diferencias cultivadas para demostrar distinción crece exponencialmente en situaciones como una pandemia, y muestra la debilidad protectora del Estado, el único que puede garantizar el bien de todos, especialmente de quienes más lo necesitan, cuando se trabaja para que sea mínima su consistencia. No son los/las docentes ni los/las sanitarios/as –que tanta profesionalidad han mostrado en el transcurso del curso académico- las/los niñeras/os responsables de esta mala pedagogía.

Manuel Menor Currás

Madrid, 05.07.2021.

sábado, 7 de noviembre de 2020

Universos paralelos (Manuel Menor)

La Covid-19 es maestra de mundos paralelos al real

Comportamientos y procesos que Daniel Defoe narró en 1722 parecen los de un testigo de los que estamos viviendo desde marzo de 2020. 

La segunda oleada de la Covid-19 propicia que los malos aprendizajes de la primera aumenten los riesgos en una sociedad que, en buena medida, sigue teniendo un alto grado de desconcierto.  Gran parte de lo que está sucediendo ya lo narró Daniel Defoe en 1722, referido a la peste bubónica de Londres siete años antes. Suprimidos o modificados  elementos coyunturales de la narración, El Diario del año de la peste tiene muchos paralelismos con la que estamos sufriendo. 

Incluso, lo que aconteció cuando aflojó la primera ola, que “el carácter precipitado” de las gentes, al difundirse que había aflojado el peligro, “adquirieron un valor tan temerario que se volvieron descuidados  de sí mismos y del peligro de contagio”… “Las audaces criaturas estaban tan poseídas de la primera alegría… que eran incapaces de sentir terrores nuevos…, y el tratar de convencerlas era como clamar en el desierto; abrían sus tiendas, callejeaban por todas partes, resolvían negocios, charlaban con quienquiera se cruzase en su camino…” 

El dilema

Como ahora, en aquellos días del siglo XVII se rumoreó que aparecería una orden del Gobierno para poner vallas y barreras en los caminos a fin de impedir que la gente viajase; y que los pueblos de los caminos no tolerarían el paso de los londinenses por miedo a que llevasen consigo la epidemia. Entonces, muchos comenzaron a pensar seriamente sobre lo que hacer; es decir, si deberían decidir quedarse  o  cerrar su casa y huir como muchos de sus vecinos. Se enfrentaban a dos cuestiones importantes: una de ellas era el manejo de  sus tiendas y negocios, en que estaba embarcado todo lo que poseían; la otra era preservar su vida de la calamidad tan funesta que iba a caer sobre la ciudad.   

Los botellones

En general, la gente era amable y cortés y de carácter muy servicial. Pero había un grupo horrible de individuos que frecuentaban algunas tabernas, los cuales, en medio de tanto horror, se reunían allí todas las noches y se comportaban con toda la algazara y las ruidosas extravagancias que tales gentes suelen cometer en tiempos normales, y de modo tan irrespetuoso que hasta los dueños se avergonzaban y se espantaban… Siguieron con esta perversa conducta  burlándose continuamente de cuantos se mostraban serios, religiosos o simplemente impresionados por lo que estaba aconteciendo, y de la misma manera hacían escarnio de la buena gente que hacía lo que podía para apartar el riesgo de contagio. 

Los errores 

 Era un gran error que una ciudad tan grande tuviera un solo lazareto, porque si hubiera varios en lugar de uno…, estoy convencido –decía Defoe- de que no hubieran muerto tantos, sino muchos miles menos… No hubo nada más fatal para los habitantes, sin embargo, que la negligencia imperdonable de las gentes mismas, quienes durante el largo período de alerta y de conocimiento de la calamidad que se avecinaba, no hicieron preparativo alguno… y tampoco rehuyeron de conversar con los demás. 

La calamidad se propagaba por contagio, es decir, por corrientes o emanaciones que los médicos llaman efluvios, por la respiración o la transpiración…, o bien por algún otro medio que quizá estuviese incluso fuera del alcance de los médicos mismos; afectaba a los sanos que se aproximaban demasiado a los enfermos, penetrando inmediatamente en sus partes vitales,  y así estas personas recién contagiadas transmitían el mal  a otros de igual manera…Y era asombroso que hubiera gente que dijera que había sido un golpe directo del Cielo, enviado para castigar a determinadas personas. 

Las consecuencias

Entre las sorpresas que causó, estuvo que no había nada dispuesto para auxiliar a los pobres; si hubiera estado previsto se hubiera podido aliviar la desgracia de muchas familias que entonces se vieron reducidas a la penuria más angustiosa… La mayor parte de los pobres y familias que antes vivían de su trabajo o del comercio al por menor, dependían ahora de la caridad… 

Cuando se supo que la ciudad sería visitada por la peste, a partir de ese instante todo el comercio, salvo el de artículos de primera necesidad, quedó totalmente paralizado…., fueron muchísimos los empleados que fueron despedidos y abandonados sin amigos ni ayuda alguna, sin empleo... Desaparecidos todos los ramos de la actividad, desapareciendo el trabajo y con él, el pan de los pobres, los lamentos eran muy desgarradores. 

Las disensiones

Con motivo de los efectos de la peste muchos disidentes dejaron oír su voz públicamente,  sin animosidad ni prejuicios. Otro año más de peste eliminaría estas diferencias, el conversar de cerca con la muerte apartaría el rencor de los corazones, eliminaría la inquina y haría ver las cosas con ojos diferentes. 

Pero no veo probabilidades –continuaba Defoe, casi al final de su relato- de que este discurso sea eficaz; las disensiones más parecen agrandarse y tender a ser cada vez más hondas que a disminuir. Aunque es evidente que la muerte nos reconciliará a todos, más allá de la sepultura; seremos todos hermanos nuevamente.… allí seremos todos de la misma opinión y tendremos los mismos principios. 

Universos paralelos

En aquella pandemia la confusión era muy grande, y lo sigue siendo en esta. Los rumores y disensos siguen abundando como norma; cunden el cansancio y la perplejidad por las variables decisiones que adoptan nuestras Administraciones Todos, sin embargo, decimos estar  a la espera de que la malignidad de la epidemia cese, y de que la mortandad, contagios, hospitales y ocupación de sus UCI bajen a los ritmos anteriores al mes de marzo, mientras cada cual va lo suyo como si nada pasara. 

Parece que estemos en una repetición paralela a la de la narración de Defoe. Sorprende que, en días como hoy, decisivo en las elecciones de EEUU –con los avances tecnológicos que este país tiene-, la lentitud que se dan en la tarea del recuento de votos; con un candidato que ha dado muestras de jugar con fuego con la pandemia y, en este instante, con el propio escrutinio de votos en un país fragmentado en dos. Menos puede sorprender que esta Covid-19 haya despertado en España, envanecidas imitaciones políticas: menosprecio a la moderación, gran estima por el espíritu de contienda, y orgullo por la ignorancia y la difamación, como si los ciudadanos estuviéramos inmunizados contra esas  formas desleales y faltas de educación democrática; bien vemos que se les ha pegado, como a Trump,  vivir en otro mundo paralelo. 

Manuel Menor Currás

Madrid, 04.11.2020

martes, 27 de octubre de 2020

Moción educadora (Manuel Menor)

La moción de censura ha sido esclarecedora 

En el contexto de la Covid-19 y de las normas de prevención comunitaria que vayan a proponerse en el Congreso, resulta muy educadora. 

Que estrenemos cambio de hora, no quiere decir que cambiemos las sinapsis neuronales; puede parecer que cambie mucho cambia cuando todo sigue con el ritmo implacable del tiempo astrológico y, sobre todo, con el que el paso del tiempo histórico deja en los comportamientos y actitudes que nutren eso que los antropólogos (no los economistas y los políticos) suelen llamar “cultura”, un puzzle característico de los humanos cuya sociabilidad se nutre de componentes tan asentados que, a veces, nos resulta ya difícil distinguir lo cultural de lo natural. Es 

Moción constructiva 

De lo acontecido estos días, hubo un momento propicio para que se mezclaran y confundieran ambos planos de la realidad sociopolítica. La moción de censura del pasado día 21 y 22 pretendía lograr,  según el art. 113 de la CE78, una mayoría parlamentaria absoluta que cambiara al Gobierno de coalición existente. Pronto se pudo advertir, sin embargo, en la exposición de motivos de los demandantes que ni había programa a proponer –como exige el art. 177.1 del Reglamento del Congreso- y que lo que pretendían era aprovechar dos días de atención mediática gratuita para echarle un pulso al liderazgo conservador. 

Al Gobierno ni lo rozó el evento, y los votos recabados fueron estrictamente los de la obediente agrupación de exaltados con palabras tan cargadas de su inspiración particular como vacías del sentido actual que le da el común; por otro lado, el líder del partido conservador hegemónico mostró más destreza en manejar esta situación que durante los dos años últimos, en que creyó encontraría en ese campo semántico su propia tierra prometida. Al desmarcarse de la pretensión “constructiva” que sus socios le prestan en varias autonomías y ayuntamientos, dejó descolocado a su competidor sin que, en apariencia, pareciera importarle mucho esa vieja alianza que, desde la fundación de AP existió con este sector político desde dentro del partido. Queda por ver hasta dónde alcance –si por antinatural o por contracultural- la improbable ruptura de relaciones de cooperación “constructiva” en adelante. 

Moción educadora 

De momento, el teatro de alianzas continúa, algo más tenso tal vez, pero prosigue. Sirve de orientación para saberlo lo que acontece en Madrid, territorio en que tanto se pilotan las iniciativas políticas del conservadurismo para el resto de España. En detrimento de la Historia verídica que debe enseñarse en los centros educativos, sin que resulte adoctrinante sino sustentante de las decisiones pertinentes en políticas sociales,  siguen ocupados en defender –de modo similar a lo escuchado en el Congreso estos días-  trincheras combativas de tiempos pasados y no asumidos. Por tal motivo, el discurso de Casado parece meramente táctico, y hace inquietante la posición de perfil que adoptan, tanto en el Ayuntamiento como en la Comunidad, ante las exigencias de sus socios. 

En el Ayuntamiento madrileño, con cesiones en asuntos de Historia que, para mucha gente, están muy vivos, y más para quienes hayan leído análisis razonados y bien documentados sin prejuicios de partida –más allá de lo que contaba la Enciclopedia Álvarez-, transmiten ignorancia provocadora; Prieto, Largo Caballero y, en los últimos días, Tierno Galván, además de poemas de Miguel Hernández, entre otras minucias, han sido atropellados por el alcalde parlante con unas justificaciones impresentables, causantes de rubor en responsables de su propio partido menos antojadizos con lo que debe unir a todos sus representados. 

Desde la presidencia de la Comunidad, a su vez, la gesticulación al estilo que se supone tuvieron los numantinos, busca resquicios defensivos de un Madrid omnicomprensivo del ser español y casi bate el récord de despropósitos al entrar en cómputos y cálculos para parar a la Covid-19; todo vale con tal de que sea distinto de lo que otros tienen averiguado, aunque ponga en riesgo a muchas más personas. Esta actitud, con ser grave, lo es más desde el punto de vista ejemplarizante para estudiantes: la invocación continua a supuestos científicos parece más a propósito para desvaríos pedantes que para dar autoridad a cuantos  profesores y maestros indiquen como conocimiento científico, de modo que no pueda ser objetado por cualquiera que, para jugar un rato, pida que haya de votarse si  es no científico lo que enseñan y exigen saber. 

A este paso, queriendo o sin querer, parece que estén adoctrinando a los adolescentes y jóvenes para el futuro curricular que auspician los del “Pin parental”. En las demostraciones de la presidencia de la Comunidad de Madrid, cuadra bien que las escuelas y colegios, institutos y universidades que dependan de ella pronto acrediten a los negacionistas en muchos campos del saber, a terraplanistas y  diversos conspiranoicos; la ironía del “que inventen ellos”, que esgrimía Unamuno para exigir más atención a la Ciencia, se queda vieja por lo dispar que sigue siendo la dotación de la Ciencia y Educación públicas respecto a otros países de nuestro entorno. Trazas tiene este asunto de que seguirá muy parecido a lo  acontecido con la propia muerte del rector de Salamanca que -según cuenta un reciente documental de Manuel Pachón- tan mal nos han explicado,en gran parte porque su desencuentro con Millán Astray el 12.10.1936 fue  por no querer confundir la cultura y la fuerza. 

Sentidiño

Los guiones de campaña electoral permanente aconsejan mal en lo que a educación cívica corresponde; al continuar con la misma niebla de antaño hacen que sea cada vez sea más difícil vivir sin que se le nuble a nadie lo que propugnaba Aristóteles para el uso de la palabra; a medida que crecen los efectos de la pandemia, se debería insistir en no confundirla con las voces distorsionadoras de la racionalidad democrática. Independientemente de la secuencia del pacto frentista de las derechas donde cogobiernan, si quienes desde la representación política –la que sea- vocean y no hablan, la desconfianza de muchos  ciudadanos crecerá más; por mucho que se proclame un largo “Estado de alarma”, lo comunitario pierde sentido y lo muy privado gana adeptos. 

Manuel Menor Currás

Madrid, 25.10.2020