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sábado, 5 de enero de 2019

"La amenaza del FBI" (Agustín Moreno en cuartopoder.es)

Artículo de Agustín Moreno publicado en cuartopoder.es
  • La paradoja es que el fascismo, aunque esté alentado por el capitalismo, también es capaz de recabar apoyos entre sectores sociales que son precisamente las víctimas del sistema
  • Este FBI necesita un discurso simplón pero eficaz, y mucha emoción para atender a las demandas de quienes tienen más dudas que certezas
El fascismo está ahí, no se crea ni se destruye, se transforma. Ahora se habla indistintamente de fascismo a secas, neofascismo y ultraderecha. El mundo ha cambiado tanto que formalmente es difícil un fascismo como el de los años 30 del siglo pasado, pero los discursos tienen muchos rasgos comunes y las diferencias pueden estar en factores como el grado en el uso de la violencia o la agresividad nacionalista. También hay un neofascismo que Antonio Méndez llama “fascismo de baja intensidad” (FBI), aunque esta versión renovada la centra más en el mercado, en lo económico y en lo mediático, que en el Estado. Ya Pasolini, en sus Escritos Corsarios, decía “que la “civilización del consumo” es una civilización dictatorial. En suma, si la palabra fascismo significa la prepotencia del poder, la «sociedad del consumo» ha realizado muy bien el fascismo”. Podríamos decir que el FBI está a medio camino entre el neoliberalismo autoritario y el fascismo clásico, y se inclinará hacia un extremo u otro en función de las circunstancias.
Cuando el capitalismo ve peligrar su tasa de ganancia, recurre a las crisis económicas para recuperarla. Los efectos sociales son conocidos: paro, devaluación salarial, acumulación por desposesión o privatización de lo público, recorte de derechos sociales y laborales, y limitación de las libertades para frenar las protestas. Si no son suficientes las medidas neoliberales anteriores, a veces se recurre a la solución autoritaria. El fascismo es la receta del Estado capitalista para las situaciones extremas. En el siglo pasado, son conocidos los casos de Italia y Alemania, pero hay otras formas totalitarias como las sangrientas dictaduras latinoamericanas.

Actualmente se observa una dinámica de avance hacia gobiernos autoritarios en Hungría, Ucrania, Austria, Filipinas, Brasil… de crecimiento de la ultraderecha con el UKIP en Reino Unido, el Frente Nacional francés, la Liga Norte italiana, Alternativa por Alemania y la aparición de Vox en España; y de elementos fascistoides como Trump. Es un fenómeno global. Y el capitalismo no hace asco a estas fórmulas. Se puede ver en las reacciones de grandes empresas y bancos saludando el triunfo de Bolsonaro, un tipo admirador de Pinochet y de la dictadura que hubo en Brasil, que anuncia medidas antisociales, de persecución de todo pensamiento crítico y de vasallaje a EEUU.
Dada la contradicción cada vez mayor entre capitalismo y democracia, como señala Noam Chomsky, a las élites económicas les gustan las dictaduras si no pueden controlar el sistema político a su favor. Y cuando ven peligrar sus intereses, pueden utilizar alguna forma de fascismo para crear un clima de intimidación sobre la clase trabajadora y los sectores progresistas. Los neofascistas actuarán como los tontos útiles del capitalismo, para que las empresas aumenten sus beneficios a costa de la población.
La paradoja es que el fascismo, aunque esté alentado por el capitalismo, también es capaz de recabar apoyos entre sectores sociales que son precisamente las víctimas del sistema: desempleados, autónomos, pequeña burguesía y entre lo que se conocía como lumpenproletariado. Apoyos que son necesarios, si no intenta llegar al poder por la vía de la coerción. Como diría David Harvey, su estrategia será buscar la construcción del consentimiento, con un espectro de la población suficientemente grande para implantarse o ganar las elecciones. Este consentimiento se construye a partir del malestar social, con prácticas de socialización cultural enraizadas en las tradiciones, con el miedo y con el uso de los medios de desinformación masiva. Por ejemplo, sobre viejos valores tradicionales (creencias religiosas, sobre el país, bandera y símbolos, y la defensa de los roles habituales del hombre y la mujer). Pero sobre todo, moviliza los miedos al otro, a los migrantes, a la izquierda, a que el sistema se desplome, para enmascarar otras realidades.
Si el neofascismo presentase el fondo de su proyecto político como lo que es: la restauración del poder de las élites, no tendrían gran apoyo popular; pero si manipula  y monopoliza conceptos como libertad (las libertades individuales), patria, familia, orden y tradiciones, sí puede conseguir la adhesión de significativos sectores de la población. Luego, si logran acceder al poder, se mantienen con el uso del aparato del Estado a través de la persuasión, la cooptación, el soborno, la amenaza, la represión y el clientelismo. Desde el poder les será más fácil mantener el clima de consentimiento.
La dura crisis económica de 2008 ha mostrado las vergüenzas del déficit democrático en la Unión Europea y ha derivado en brutales consecuencias sociales por las políticas de austeridad: desempleo, inseguridad laboral, recortes salariales, privatizaciones, debilitamiento del Welfare State. En paralelo, se ha producido una positiva modernización social: mayor igualdad entre hombres y mujeres, y respeto a la diversidad sexual; algo que genera incertidumbre en sectores de la población que ven moverse su mundo de falsas creencias. Estos avances sociales se convierten en excusas para el destape de la ultraderecha, que cree que ha llegado el momento de exponer sin complejos sus ideas y sus antivalores.
Los pilares del discurso cuestionan el modelo de construcción europea y el coste social de la austeridad, igual que se rechazaban las consecuencias de la crisis económica de la primera posguerra mundial y la crisis de 1929, y se reclamaba un refuerzo de los nacionalismos. Sustituyen el antisemitismo de los años treinta y el rechazo a los comunistas por la xenofobia ante la inmigración y la islamofobia. Es también una clara reacción del patriarcado que responde con furia ante el avance de la igualdad y explica las reacciones sexistas, antifeministas, homofóbicas y transfóbicas.
Pues bien, este FBI necesita un discurso simplón pero eficaz, y mucha emoción para atender a las demandas de quienes tienen más dudas que certezas. Lo construyen con engañosos mensajes como: “hay muchos inmigrantes y copan las ayudas sociales”, “primero, los españoles, los nacionales”, nada de mestizaje con los de fuera, defensa airada de las tradiciones más primarias y del dominio machista.
Es en el terreno de la instrumentalización de las emociones para un objetivo político, donde ganan a las fuerzas políticas clásicas, incapaces de hacer vibrar a sus partidarios. Y si hay más emoción en un acto de la ultraderecha que en un mitin de la izquierda o en un Primero de Mayo, el neofascismo puede llevar las de ganar por más que nos repugne su irracional discurso. Hoy no se ve emoción movilizadora más que en el feminismo, el independentismo catalán y, si acaso, en los pensionistas ¿Dónde quedó la indignación y la fuerza que desprendía el 15-M o las grandes manifestaciones de trabajadores y de las mareas ciudadanas?
A veces la izquierda nada en un océano de análisis racionales sobre la realidad, mientras el fascismo hace un uso racional de lo irracional y recurre a la liturgia y a la estética para hacer de la política un espectáculo. Son expertos en el manejo de emociones primarias y la manipulación de los medios es fundamental para su estrategia. Conviene tenerlo claro para entender por qué se produce el fenómeno y para combatirlo desmontando sus argumentos e intentando convencer, como bien propone Pascual Serrano.
Ante este preocupante panorama, es imprescindible que las fuerzas democráticas coordinen sus esfuerzos para aislar a quienes no creen en la democracia y solo se valen de ella para intentar destruirla. Algo que deberían aplicar las diferentes carpas del circo mediático para no convertirse en cómplices. No se puede dar carta de naturaleza a la ultraderecha sin correr un grave riesgo. Las visiones cortoplacistas son una amenaza en partidos conservadores que asumen el discurso de la ultraderecha para no perder votos o querer disfrazar sus malos resultados buscando apoyos en ella pensando que van a ser gratis. Esto es lo que desgraciadamente están haciendo PP y Ciudadanos con Vox en Andalucía, con su Pacto de la Vergüenza. Un acuerdo que aumentará la desigualdad con medidas como bajar los impuestos a los más ricos, primar la educación privada sostenida con fondos públicos y subir el sueldo de los altos cargos. Es una reaccionaria jugada redonda: los ricos serán más ricos, mientras se  enfrenta a los penúltimos de la escala social (trabajadores y sectores populares) con los últimos (inmigrantes).
Debe haber una estrategia a escala europea que reoriente las políticas económicas y sociales para mejorar las condiciones de vida de la población e integrar a los sectores sociales marginados por la crisis y las políticas neoliberales. Es necesaria otra Europa más social y solidaria, más democrática para devolver la esperanza a los pueblos.
Y en el ámbito de España, hay que recuperar la ilusión desde la izquierda y los sectores progresistas defendiendo las libertades democráticas y proponiendo avanzadas políticas que den solución a los problemas reales de la población. Si para ello necesitan ser radicales, tendrán que serlo: lo importante es que se hagan desde la unidad, trabajando con la gente desde abajo y generando entusiasmo en torno a un hermoso proyecto en el que se participe.  Es la forma de derrotar a toda nueva barbarie, que aunque la llamemos FBI es fascismo al fin y al cabo, con la única diferencia de que la cultura de la violencia aún no se ha hecho suficientemente explícita.

lunes, 26 de mayo de 2014

Discurso leído durante la Graduación de Sociología en la URJC: "Este templo, que es la Universidad, lo llevan saqueando años (...) Sigan haciendo Sociología allá donde estén, compartan, aprendan y enseñen; que a nosotras, ya no nos podrán arrebatar lo aprendido"

Ana Martínez Pérez, Profesora de Sociología en la Universidad Rey Juan Carlos, nos envía un emotivo correo en el que nos hace llegar el discurso que ha escrito y leído Sonia, la alumna con mejor expediente del grupo, en el acto de graduación de su promoción:


Buenas tardes a todas y todos. En primer lugar decir que, aunque se me haya avisado con tan sólo un día de antelación para preparar este discurso y aunque el profesorado de nuestro grado tampoco haya sido formalmente invitado, aquí estamos haciendo sociología, como deporte de combate, una vez más.

Comienzo diciendo que desde el momento que entré en esta universidad quería estudiar sociología, escogí sociología y sigo queriendo aprender más y más sobre la sociología después de terminar esta etapa universitaria de mi vida. Hace cuatro años quise estudiar esta rama de conocimiento por gusto, por curiosidad, por comprometerme a nivel teórico y práctico con la transformación social, para
mejorar a nivel individual y colectivo, para resolver inquietudes que empezaban a despertar en mi conciencia de lo social. Gracias al profesorado y a mis compañeras y compañeros me he dado cuenta de que no ha sido un error escoger Sociología como primera opción, que he aprendido mucho más de lo que podría haber esperado. Ahora he asumido una mayor responsabilidad social, he reforzado mi
compromiso por el cambio y he visto como la sociología es útil, vital y urgente.

Sinceramente, siento si este discurso no cumple con las expectativas de algunas personas que, tal vez, preferirían que no hablásemos o que dijéramos lo bonita y maravillosa que es la vida académica en esta universidad. Pero vamos a ser valientes y dar la cara, aunque no les guste. Creo que es preciso que este discurso sea crítico, como nos han enseñado y hemos aprendido a ser críticas y críticos.
Demasiada corrupción, demasiada censura, demasiada impunidad para que se oculte. Por eso, nos vemos con la obligación moral de denunciar la degradación y devaluación de la educación universitaria tanto en esta universidad como en el ámbito estatal. En estos cuatro años hemos visto como el acceso a la educación superior no es universal ni gratuito. Los requisitos cada vez mayores para la concesión de becas o el aumento de las tasas de la matrícula son tan sólo dos de los indicadores que muestran como el acceso se restringe, cada vez más, a tan sólo un sector de la población que tiene la capacidad económica para afrontar tal coste.

En estos cuatro años hemos visto como el precio de la matrícula se ha duplicado, hemos pasado de pagar 800 euros a pagar 1600 por 10 asignaturas. De esta forma, se continúan reforzando y reproduciendo las desigualdades ya que se limita el acceso al conocimiento, un conocimiento que nos podría enriquecer como personas, que nos podría enseñar a pensar, a ser conscientes, a ser un poco más libres.

Sin embargo, tampoco nos quieren conscientes. A las y los estudiantes nos quieren
dóciles, obedientes, eficaces, rentables como mano de obra pero ignorantes en cuanto a lo que se refiere al conocimiento crítico. Porque cuestionar el poder, cuestionar los privilegios, hace que peligren las posiciones de dominación. Por eso dicen que no somos rentables, ni empleables... ¿Pero rentables y empleables para quién? ¿por qué se nos educa en la competencia? ¿Tal vez existan unos intereses económicos por parte de las empresas que andan detrás de la gestión de la educación universitaria? Esto explicaría el por qué la financiación de la universidad tiende a tener como base los resultados económicos y no tanto los académicos; o el por qué la oferta de titulaciones se modifica en función de demandas mercantiles. Resulta curioso que cierren un grado como el nuestro y, al
mismo tiempo, se abra uno en diseño de videojuegos en un centro adscrito, PRIVADO. Y es que, citando a Paulo Freire: “sería en verdad una actitud ingenua esperar que las clases dominantes desarrollasen una forma de educación que permitiese a las clases dominadas percibir las injusticias sociales en forma crítica”.

Curioso que el día 28 de febrero se supriman diez titulaciones, entre ellas Sociología e igualdad de género, y el Rector nos hable de rentabilidad. ¿Rentabilidad en la educación? Resulta que la universidad no es una empresa, que los parámetros no han de ser la rentabilidad o la empleabilidad del estudiantado para las empresas. La actual situación social precisa, hoy más que nunca, de un análisis sociológico y, detrás de este, un grupo de sociólogas y sociólogos que traten de comprender, de transformar, de mejorar, de buscar soluciones a un sistema que no se sostiene. Necesitamos teoría y práctica sociológica, necesitamos tener más conciencia, ser más críticas y críticos, cuestionarlo todo, aunque a veces analizar la sociedad resulte amargo. Porque necesitamos demostrar que podemos
andar por otros caminos, que no podemos aceptar ser sumisas y sumisos olvidando cualquier esperanza de vivir de forma diferente. Tenemos que perder el miedo y atrevernos a ser valientes, para defender la educación y el conocimiento crítico y para cuestionar la visión parcial y sesgada de la cultura, de la historia y de la sociedad que intentan imponer como pensamiento único.

Por ello, también quiero aprovechar este discurso para animar a mis compañeras y compañeros a que continúen siendo como son, a que continúen siendo valientes y que continúen cuestionándolo todo. Agradeceros a cada una de vosotras y vosotros, las que estáis aquí y a las que no han podido venir, todo lo que me habéis enseñado, todo lo que hemos aprendido juntas, con nuestras diferencias y con
nuestras afinidades. Sólo puedo daros un consejo: sed libres. Por otra parte, agradecer al profesorado que tanto se ha esforzado por intentar enseñarnos todo lo que sabían, por comprometerse e implicarse y por dar un ejemplo de valentía estos últimos meses. Tampoco hay que olvidar a las familias que nos han apoyado durante estos cuatro años.

Para acabar, me gustaría leer un texto que redactó para esta ocasión nuestro compañero Andrés.

Vergüenza porque han vendido la Universidad al mejor postor; vergüenza porque han logrado que la gente con menos recursos tenga que abandonar sus estudios por no poder pagárselos; vergüenza de cómo han dejado la Sociología, 4 grados y 5 dobles grados sin espacio para desarrollarse. De cómo somos el segundo grupo de sociología en graduarse en esta Universidad y cómo sólo quedan otros 4 cursos de este grado; después, se acabó. Se acabó el conocer la realidad social, se acabó el
cuestionarse, el crear un espíritu crítico, la pasión por conocer y compartir espacios. Se echa por tierra el trabajo de muchas profesoras y profesores. A las que estamos inmensamente agradecidas. Esto ha sido la gota que colma el vaso de unas acciones que se llevan realizando en esta Institución desde hace años. El despido de profesores y profesoras, la bajada de sueldo a bedeles, la masificación
de aulas, la propaganda religiosa y la censura. La censura. “La irresponsabilidad por los daños forma parte de la esencia del terrorismo” decía Habermas. Saben perfectamente lo que la eliminación de estos grados conlleva. La mercantilización de la Universidad lo sabíamos desde hace años. Ustedes, con su censura, no nos han dejado dar a conocer esta realidad. Así, mediante el silencio obligado y
aprovechando el desconocimiento, lo han hecho. Y esto tiene un nombre: cobardía.

Se supone que en este discurso tendríamos que agradecer explícitamente a los y las docentes el habernos inculcado los conocimientos que hoy día tenemos, el habernos mostrado el camino. Creemos, no obstante, que se sentirán más orgullosas de nosotras si hacemos uso de estos conocimientos. Por ellos y ellas lo hacemos, por nosotras. No sirve con tener conocimientos, es necesario saberlos
utilizar, modificar nuestra realidad. Por eso que, hoy, estamos leyendo esto. Porque ya somos capaces de analizar, de crear una opinión propia, de no dejarnos manipular tan fácilmente. Tal vez, por eso, no es rentable este Grado. Este templo, que es la Universidad, lo llevan saqueando años. Lo exprimen hasta su última gota.

Mientras tanto, en estos pocos años, hemos crecido. Viendo y sufriendo a aquellas que hoy ríen, que nos dirán que aman lo de todos y todas; que nos darán un apretón de manos o dos besos y nos desearan suerte. Pero ya hemos formado parte de la Universidad, y lo que es más importante, la Universidad forma parte de nosotras. Por esto que, sólo tenemos palabras de agradecimiento a aquellas personas que han hecho lo imposible para que hoy podamos ser lo que somos. Hoy con vergüenza nos despedimos, pero con una ilusión por cambiar el mundo, de la misma forma que la Sociología nos ha cambiado a nosotras. Sigan haciendo Sociología allá donde estén, compartan, aprendan y enseñen; que a nosotras, ya no nos podrán arrebatar lo aprendido.