lunes, 7 de mayo de 2018

¿Pensiones o Educación? (Manuel Menor)


Manuel Menor nos envía su último artículo:

No sucederá en Educación lo acontecido con las pensiones

Las urgencias de voto hacen milagros. Pero no tanto como para que los PGE se ocupen de una educación buena para todos.

A causa de la aritmética imprescindible para sacar adelante el proyecto de  Presupuestos Generales del Estado, ya no es problemática la subida generalizada de las pensiones en un 1,7%. Nos habían vendido películas dispares, incluida la del esfuerzo ímprobo de sostenerlas con el 0,25 ya era una hazaña, reiterada además. Parecen haber encontrado un benéfico nicho de recursos en los grandes de Internet, como Google, después de un largo imperialismo que los colonizados debían agradecer.

Salvo que política sea solo lo que cuentan muchos políticos y quienes les hacen la ola, habría que recordar que a Méndez de Vigo le dijeron sus jefes que dijera que, en caso de “pacto”, en 2021 se alcanzaría en Educación el 5% del PIB, desde el 3, 67% a que lo han reducido estos años.  El ejemplo de las pensiones obliga a exigir un cambio de perspectiva -también en Sanidad y demás prestaciones-, pues existen multitud de aprovechados de nuestra tradicional ausencia de exigencia tributaria. Ahí están las corporaciones que tanto evaden; los beneficiarios de muy rentables privatizaciones de los años setenta y ochenta; las constructoras de monumentos a la nada; los concesionarios de autopistas inútiles rescatadas a cuenta de lo público; los prestigiados  emprendedores de oficios improductivos que detraen recursos de ciudadanos cautivos de la necesidad; los empeñados –por similar motivo- en acrecentar la privatización de servicios esenciales como el agua, espacios públicos urbanos, seguridad, sanidad, educación o dependencia…. Y, amén de los corruptos de todos los niveles, los jerarcas de idearios religiosos –el católico, desde luego, y el de otros monoteísmos-, que financian edificios y actividades variopintas –sobre todo educativas-  agraciados con exenciones, subvenciones y conciertos de diverso alcance: en conjunto, más de 11.000 millones de euros. Este neoliberalismo retrógrado imperante, ocupado en que todos los ciudadanos paguen los privilegiados patriotismos de algunos en una época de necesidades críticas como las que se mostraron el pasado día uno de mayo en toda España, es socialmente imposible: país periférico y con mucha mano de obra intensiva sobrante, no da para tanta asimetría graciosa.

La patria del dos de mayo
En su historia es difícil encontrar los términos “patria” y “patriótico” antes de 1808, aunque han dado y dan mucho juego desde entonces como lenguaje tópico, tan apto  para un roto como para un descosido, muy utilizable a conveniencia. Por poner un ejemplo –muy al hilo del  2 de Mayo-, ahí está una fiesta madrileña donde no es habitual diferenciar churras de merinas y, a menudo, aparece más patriota cualquier reaccionario que los ciudadanos o ciudadanas que se hayan propuesto vivir en una  España en que no estén gratuitamente limitados los derechos y libertades. Ha pasado muchas veces desde 1812. Y en 2018 –cuando, entre otros, arrecian los problemas con la libertad de expresión-, los últimos cuatro presidentes autonómicos, pillados en majaderías mentirosas, impropias de patriotas atentos al bienestar de sus conciudadanos, nos han recordado que la corruptio optimi pessima.

La ignorancia suele ir bastante asociada a lo patriótico cuando se trata de que el lenguaje no deje al desnudo ranciedades patriarcales y propicie la difusión de mentiras a gusto, pero en provecho propio. Llevamos viéndolo años y años, con la manipulación de la historia y de las instituciones, la invención de supuestas tradiciones culturales y la continuidad de falsedades más o menos oficiosas. Ahora mismo, estos días, ahí están los chicos de Ciudadanos –acompañados, al parecer, por Vargas Llosa en labores extrañas a la buena literatura que ha escrito- a vueltas con el feminismo,  Clara Campoamor y el voto femenino. Desde 1933 –y con mal conocimiento de la Historia-,  mira que no hay problemas que solucionar o motivos serios en que ocupar la atención de la ciudadanía. En un sistema educativo justo e igualitario, por ejemplo, y en no decir tonterías oportunistas.

Manuel Menor Currás
Madrid,    06.05.2018

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