domingo, 15 de diciembre de 2019

Campaña tras campaña (Elena Simón para EL DIARIO DE LA EDUCACIÓN)

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Un año más la Navidad nos trae una campaña cargada de sexismo, cuando no de machismo, en sus propuestas para niñas, niños y jóvenes. Muy chocante en un momento como el actual, en el siglo XXI, de plena lucha de las mujeres por la igualdad.
Nos referimos, claro está por las fechas de diciembre, a la campaña del juguete y del regalo de Navidad.

Y, estamos ya algo impacientes. Porque son repetitivas y ni siquiera reflejan los cambios visibles que se han operado en la sociedad española en los años que llevamos de siglo XXI. Ya sabemos que desde el feminismo hay que tener paciencia, pero también esta se acaba. Cierto y verdad es que hemos conseguido con nuestra vindicación continua e insistente que muchas leyes y normas cambiasen. Es cierto también que la paciencia ha tenido sus recompensas.

Pero no deja de ser chocante que, aun teniendo leyes que tienen preceptos para eliminar el sexismo, sigan los medios de comunicación, las casas comerciales, las marcas, el marketing y las redes sociales, bombardeando sexismo 24 horas, con las propuestas de compras que activan el deseo –que no la necesidad– de poseer algo que viene envuelto en rosa o en azul.

Es sorprendente que se gaste tanto dinero y tan poca creatividad en poner al día estéticas masculinizantes y feminizantes llevadas al extremo. Que pueden quedar muy llamativas pero que, sin duda, emanan de los prejuicios que sobre los hombres como tales y las mujeres como tales permanecen y que alientan actitudes misóginas y sexistas e, incluso, machistas.

Las imágenes y mensajes de poderío sexual muy diferenciado por sexos. La seducida-seductora y el conquistador-deseante. En los mensajes para la infancia: la belleza-ayuda y la blandenguería-segundo plano para ellas y para ellos los superpoderes y la acción, la exploración y la conquista.

Es casi imposible ver a niñas y niños, a jóvenes de ambos sexos y a personas adultas mujeres y hombres tener los mismos gustos e inclinaciones a la hora de elegir o desear una prenda, un adorno, un juego, un aroma, un producto de cosmética o de aseo personal. ¿Tan difícil es presentar a mujeres y hombres, niñas y niños participando de las mismas actividades? ¿Tanto vende lo pasado de moda, lo vintage en lo humano, que hay que representar continuamente la división sexual y la complementariedad de los sexos, en los gustos, entretenimientos, diversiones, consumos, etc…?

En una sociedad que permite con normalidad que niñas y niños juntos vayan a la escuela, salgan, entren, vayan de fiesta, de excursión o de actividades varias y que, además, colaboren en múltiples aspectos, es bastante insólito que, sin embargo, fomente mundos separados para ellas y para ellos.

Así es difícil que ellas y ellos se imaginen en un proyecto de vida elegido y sin connotaciones de género azul o rosa.

Estamos perdiendo oportunidades para que los cambios en los roles y en los estereotipos se produzcan más rápidamente que hasta ahora, porque ello será garantía de unas relaciones entre los sexos que no pongan por delante la jerarquía y la desigualdad de trato y de condiciones entre unas y otros. También podremos ver con estos cambios, que se aproxima el final de las relaciones de poder desiguales y de la violencia y el abuso contra las mujeres.

Parece que se nos está echando el tiempo encima por no actuar. Al igual que con el cambio climático, no vale mirar para otro lado o, lo que es peor, negar estas injusticias causadas por desigualdades ancestrales y puestas al día en cada generación.

Cuando las feministas sacamos algo del olvido y reivindicamos un “basta ya”, lo estamos haciendo con una voz colectiva para lograr una mejora en la vida de todas las personas, sean mujeres u hombres.

La igualdad ha de estar hecha de reciprocidad, bienes, tareas y objetivos comunes, colaboración y un amor que signifique respeto y reconocimiento. En la casa, en la calle, en la fiesta, en el transporte, en los lugares de trabajo.

¿Imaginan Uds. anuncios, series, películas, dibujos, narraciones y modelos que no presentaran a la humanidad como partida por la mitad? ¿Por qué una cierta estética ha de ser patrimonio sólo de unos o de otras?

A ver si en las próximas Navidades asistimos a un cambio de paradigma que, además, sería más rentable: en vez de dirigirse a la mitad del público, se dirigiría al doble. Así de simple. Esta responsabilidad corresponde a todos los agentes de socialización y, en ello, los productos culturales ocupan un lugar de privilegio.

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