Mercedes
Valcarce Avello: maestra de maestros
Esta historia de vida,
escrita por Julia Varela, fortalece el valor social de las y los docentes que
abren caminos a otros pese a las dificultades.
Entre los objetivos de un Centro Documental de la Memoria Educativa,
a que se aludía en una columna anterior que debiera desarrollarse en nuestro
país, no estarían de más las historias de vida de múltiples docentes y
profesionales cuyas maneras de afrontar los retos diarios de las aulas han sido
-o son todavía- un referente para otros y otras. La ausencia de
contextualización de los acontecimientos en que se han gestado las políticas
educativas solo conduce a la banalización despersonalizadora que sigue a la
contemplación turistificada del pasado que las ha condicionado.
La dolorosa quiebra que supuso la Guerra civil hizo que modelos de
enseñantes de la etapa liberal anterior quedaran sepultados durante muchos
años. Y también trajo consigo que personas que, después, supieron orientar el
mejor desarrollo posible de su alumnado quedaran ocultas u oscurecidas bajo la
gris uniformidad que impuso el régimen. Incluso después de los años setenta,
cuando los movimientos asociativos hacia una alternativa de escuela democrática
empezaron a fructificar, en muchas partes del sistema esas dos corrientes han
sido extrañas entre sí. Pasados casi
cuarenta años de la Constitución del 78, es llegado el momento en que convivan
y se enriquezcan mutuamente. Ayudaría a construir un sólido relato acerca de lo
que merece la pena en una enseñanza democrática de todos para todos. Su conocimiento
fortalecería su valor social.
Una buena contribución a esa memoria es la que acaba de hacer
Julia Varela con su último libro: Mercedes
Valcarce Avello: Maestra de maestros (Madrid: Morata, 2018). La socióloga gallega rinde
aquí un pequeño homenaje personal a una profesora cuya trayectoria y actividad
docente –desde la preocupación por la Psicología infantil y el Psicoanálisis-
se entrecruzó, desde los años sesenta, con la de otros profesionales reconocidos,
como Justa Bejarano, Gimeno Sacristán, Juan Delval, Emilia Serra, Amparo
Escrivá o José Luis Linaza, entre otros.
En principio, el libro está planteado dentro de una de las líneas
de investigación que la autora mantiene desde hace años: la genealogía como
perspectiva sociológica y las mujeres como sujetos de encuentro y desencuentro
con la historia cultural que les ha tocado. Si en 1997, se acercó, en la línea
de Foucault y Norbert Elías, a los procesos de feminización de la mujer
burguesa en Europa (Ediciones La Piqueta, nº 30), en 2011 su análisis se centró
en las autobiografías de tres mujeres de la burguesía liberal española: María
Teresa León, Zenobia Camprubí y Carmen Baroja (Morata) y, cinco años más tarde,
a lo que le contaron de sus vidas once mujeres de la generación del 68 (Morata,
2016). A esta etapa histórica, y desde una panorámica social más compleja, ya
le había prestado atención en las entrevistas a los paisanos de la ruralidad cambiante gallega
donde la autora nació (Soutelo Blanco, 2004). En este libro de ahora es la
historia de vida de Mercedes Valcarce la que se muestra, aparentemente escrita
por ella misma pero resultado también de una secuencia de entrevistas, que
merece la pena leerse.
Papel mediador
Las justificaciones de las historias de vida como metodología
analítica cualitativa son similares a las de la historia oral. Sus ventajas son
capaces de limitar los inconvenientes si la experiencia, el rigor y lealtad del
investigador salvan el relato resultante del cotilleo insignificante. Y si a la
cercanía se une que fluye –como si hubiera sido escrito por el entrevistado-
mejor que mejor. En la lectura de este, es mucho lo que se puede aprender
acerca del papel mediador de algunas profesoras y profesores universitarios -en
la grisura del franquismo- para mantener vivas entre el alumnado las
inquietudes por aprender, investigar y desarrollar nuevos ámbitos de
conocimiento en aspectos cruciales para la historia educativa española.
También sobre las dificultades para que
fructificaran algunas buenas semillas que pudieron sembrar. Hacen falta más
trabajos de este tipo, que nos ayuden a construir el camino del futuro.
Manuel Menor Currás
Madrid, 22.07.2108
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