martes, 10 de julio de 2018

Prensa y educación (Manuel Menor)

Prensa y Educación nos “modernizan” al unísono

El amarillismo como arma de desinformación masiva crece en la prensa.  Currículos trasnochados y acríticos siguen en la LOMCE. Todo por la felicidad.

La portada de ABC del pasado jueves, cinco de julio, resume lo que suele ser mucha prensa con más frecuencia de la deseada: un medio de agitación, distracción y despiste del personal, del que solo sacan beneficio selectos grupos de interesados en que no se les mueva su poderosa arrogancia, cada vez más afincada en privilegiadas prebendas a cuenta de paganos desconocedores de las enredaderas de concesiones variopintas, casi siempre esenciales.

El pretexto último es el de los acuerdos respecto a la dirección de RTVE. Parece que a los redactores de mensajes que aludan al cambio  en el medio, les hubieran dado carta blanca para tirar gruesas piedras a quienes disientan de “lo que hay”, vigente “como Dios manda”. Estos emisores de “la verdad”, en su pretensión absoluta del espacio público, son los herederos directos de la tradición cainita del blanco y negro, que reparte el mundo entre salvados y condenados, ángeles y demonios, y similares maniqueísmos.

Vista así la historia, este activismo medievalizante, emparentado con las maneras en que lo andro y eurocéntrico eran un modo de ver tan uniforme como las fuerzas inquisidoras eran capaces de embridar, sigue exigiendo a los habitantes del territorio hispano que sigan viviendo bajo tutela. Minorizados, pues, habrán de contemplar con arrobo cómo les cuentan esta evolución de acontecimientos gestuales, en que lo acordado respecto a la deseada RTVE –aislado de que el PP hubiera pedido  determinadas prebendas para participar en la decisión- se encadena, de seguido, con la “beatífica” secuencia inconclusa de cómo el 20% de sus cotizantes –poco más que cuadros y cargos- eligen a su futura presidenta o presidente. Por sí misma, la última parte de esta película, tiene ingredientes para detectar cuál sea su objetiva pasión  por la desinteresada verdad. Ya cambian sobre la marcha, por ejemplo, su viejo mantra respecto a la lista más votada.

La modernización infantilizante
Jamás hemos sido modernos, aseguraba Latour en 1991. La relatividad depende del lado en que se contemplan las cosas y de que siempre hay quien dice ver más y mejor que los demás para imponerles su mirada. No es exclusivo de España, aunque aquí nos sean familiares muchos de sus protagonistas, dueños u hombres de paja en medios poderosos bien engrasados de recursos. Saben que información es poder, sobre todo si está bien controlada y dosificada.  Y a su favor corren los aires que soplan desde un Norte, marcado por los aliados de Trump, que vigoriza la idea de que a la gente lectora o receptora de emisiones de todo tipo, lo que debe importarle es el simplismo infantilizante de lo que entretiene y divierte, sin advertir que desorienta y aturde. En ese campo de juego, qué convenga a la ciudadanía de verdad saber, especialmente a la más sensible a sus derechos y libertades, parece haber quedado relegado a los tratados de politología, a las teorías comunicacionales y a cuantos contemplan el lenguaje como simpático don político en el plano filosófico-aristotélico.

Lo urgente, pese a ello, es ver qué se está perdiendo en la razón de ser de la educación y los medios, y qué está pasando con esta dinámica en que los Big-Data están incrementando a ritmo acelerado su presencia en las interacciones de los sujetos sociales. El periodismo como Cuarto poder –con su razón de ser desde finales del XVIII en el control de los otros tres- camino va de ser imposible: si no es servil, se volatiliza. Y una educación al servicio de esta verdad sigue programándose minuciosa, con obligadas evaluaciones de pautas genéricas encaminadas a que el virus de la duda no prenda nunca en los educandos. La verdad, entre tanto, viene ya de nuevo de lo alto, de “la nube” donde nuestros hábitos, códigos y aficiones son guardados –con pago condicionante de nuestra fidelización- a mayor beneficio de un nuevo feudalismo. ¿Qué enseñante o qué periodista se atreverá a contradecir los algoritmos de ese mundo feliz en que ya andamos metidos? ¿Quién cuestionará que nos estén “modernizando”, por nuestro bien como siempre?

Manuel Menor Currás
Madrid, 08.07.2018

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