viernes, 27 de septiembre de 2019

¿Qué pasa con las golondrinas y gorriones? (Manuel Menor)

Manuel Menor nos envía su nuevo artículo


Coincide la duda con problemas serios en otros hábitats básicos: la Tierra clama por sus atmósfera limpia, llueve muy duramente…, el ecosistema político es frágil.

Después de los graves daños causados por una DANA (Depresión Aislada en Niveles altos o “Gota fría”) en diversas áreas de la costa mediterránea o en el Este de Madrid, las noticias sobre cuestiones climáticas alcanzan presencia significativa. Las protestas mundiales de la gente más joven, la propia cumbre de la ONU entre los días 21 y 23, algunos posicionamientos sindicales, o la decisión alemana de destinar una cuantiosa cantidad de recursos a frenar el calentamiento global, son indicios de que los problemas ambientales sensibilizan al gran público, más allá de los grupos y personas a las que estos problemas de la Tierra común vienen preocupando desde hace mucho.
Ornitología
De las pluriformes expresiones que la erosión creciente del medio climático está mostrando cada vez más cerca de nuestras vidas, la repercusión en las aves es cada vez más preocupante. No solo por lo que representa en los hábitos aprendidos desde niños, sino también por las repercusiones que ya tiene en otros aspectos de nuestra vida, en que intervienen la flora y otros animales de diverso interés. Hace cinco años, Miguel Ángel Criado alertaba diciendo que “no volverán las oscuras golondrinas”. Lo que había observado Bécquer como habitual en el comportamiento cíclico de la Naturaleza empezaba a no ser posible, al menos con la intensidad y regularidad con que acontecía en los tiempos del poeta, antes de 1870. Lo que ahora vuelve a advertir Miguel Ángel, a 19.09.2019, confirma aquellos augurios: vamos “hacia un mundo sin pájaros”. La alerta sigue y aumenta en intensidad, en la medida en que el  volumen de especies que han sido abundantes  a nuestro alrededor está disminuyendo ante nuestros ojos. El fenómeno, global, está siendo detectado claramente con instrumentos técnicos de última generación.
Lo que pasa con los asuntos ornitológicos guarda similitudes con lo que advierten los estudios demoscópicos de opinión política. El ecosistema en que se mueven las expectativas de los votantes españoles, en líneas generales similar a lo que se detecta en EEUU o en muchos países de Europa, parece estar ante cambios potentes. Los modos de votar que han mostrado los americanos en la elección de Trump y las inclinaciones de los ingleses respecto al Brexit ya han tenido abundante repercusión en otros países de Europa y, en no poca medida, también en las anteriores elecciones españolas del 28 de abril.
Elecciones
La cuestión es, ahora, en qué medida determinarán las del 10 de noviembre, cuando el cansancio, hartazgo y aburrimiento de lo visto, entrevisto y adivinado en estos cinco meses últimos ha minado la confianza de los votantes en los líderes que, a todas luces, repetirán candidatura. Muchos españoles ya no han dormido bien porque la gestión y los gestos –más preocupados por el tacticismo, por la imagen en las Redes y muy probablemente por cuestiones estrictamente personales- no solo han mostrado poca madurez, sino también la obsesión por tener la exclusiva del mismo horizonte: no alejarse del centro. Ese hábitat confortable que todos anhelan, un ecosistema templadamente encerrado en la mansa tranquilidad, enemigo de cambios sensibles e imposible de sostener sin virar constantemente hacia la derecha, es el orgullo que ha llevado a Pedro Sánchez a desistir de alianzas con su propia izquierda. Veremos qué pasa con esta decisión, más atenta a no contaminar una imagen que a solucionar los problemas que tiene la mayor parte de la gente.
 De aquí a la fecha de las urnas bien puede pasar lo que no calculan en Ferraz. Que puede haber mucha abstención de potenciales votantes, y que esta favorezca especialmente a la derecha, es una posibilidad, a la que dicen no temer. Que muchos voten en blanco, para mostrar su descontento con quienes no han hecho el trabajo que debían con los votos logrados en las elecciones anteriores, también puede que suceda. No es fácil adivinar –aun con los más finos análisis estadísticos provincia a provincia- cuántos van a optar por lo uno o por lo otro, por más que haya una mayoría de votantes que, fieles a lo que estimaron en el mes de abril, repitan el voto de entonces. Por otro lado, la fuerza que pueda tener en los votantes de derechas, el atenerse a las caricaturas que se están mostrando de los líderes de una supuesta izquierda, desde el PSOE a todo el restante espectro, es impredecible. Tampoco es fiable el clima que, con el recuerdo de la famosa foto del trifásico de aquella manifestación de Colón, pueda alentarse en los votantes del PSOE, Podemos, Compromís o similares. Los modos de expresar el descontento o la conformidad son muchos y, como en el mundo de los negocios, muy cambiantes y pegadizos. El darse de baja para que no te llegue propaganda electoral al buzón postal es interesante, pero no es decisivo su signo.
De momento, el hábitat político es muy inestable y fácilmente empeorable. Ténganse en cuenta problemas tan serios como el juicio del 1-O, el propio Brexit o los movimientos estratégicos de Trump en Oriente Medio y frente a China. No se olvide tampoco que hay problemas pendientes, de andar por casa, a los que se sigue atendiendo básicamente con los Presupuestos de Montoro todavía. Cualquiera que esté pendiente de algún tratamiento sanitario de importancia lo puede palpar en sus propias carnes. Y si de añadido ha de atender a costes como los  que, desde 2012, contravienen la igualdad en los estudios universitarios, estará harto de ver que los grupos de rentas más bajas, por muchas razones que les den, no entiendan que hayan de pagar lo que no tienen porque les hayan dificultado el acceso a la beca que pudiera paliar o solucionar el problema.
Biotopos
En correspondencia a los problemas globales de la biosfera, el ecosistema sanitario, el ecosistema político y el ecosistema educativo parecen acordes en hacernos más pesimista la vida individual y colectiva: la convivencia se enrarece cada día un poco más. Antiguamente, cuando la postguerra, el clima cultural imperante pretendía que todo fuera voluntad de Dios. Pese al hambre, todavía las golondrinas iban y venían cada año, “a colgar sus nidos” en nuestro balcón, y, como Bécquer, los niños confiaban en que “otra vez con el ala en sus cristales jugando volverán”. Hoy –cuando muchos ya no tienen esa experiencia- tratan de que todo lo justifique la centrista libertad del Mercado. Adelantados suyos como Vox aventuran con sus gestos de propaganda y griterío el buen arreglo de los daños que produce. Niegan, por ejemplo, la violencia de género y, reclamando a través de Hazte oír el llamado “Pin parental”, indican al mundo educativo el recurso para que todo patriarca que se precie se libere de frustraciones sin cuento. ¡Atentos!


Madrid, 21.09.2019
     


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