Creo necesario, en este primer artículo, hacer una reflexión sobre dónde nos ha ido llevando la deriva política neoconservadora. Cómo ha impuesto un relato social y cultural cuyo fundamento es un modelo educativo obsesionado por seleccionar, segregar, excluir y clasificar. Una máquina de exclusión social.
Seis años de LOMCE. Seis años bajo la bota de la mal nacida “ley Wert” que ha causado graves desperfectos y no menos lesiones a la educación pública española. Casi una década de recortes y de políticas que han privilegiado al sector privado, desandando treinta años de esfuerzos presupuestarios y pedagógicos. Que está convirtiendo a las escuelas y a los institutos en una especie de enclaves aislados del resto de la sociedad y de los procesos culturales que la atraviesa. La LOMCE es una ley que activa una pedagogía para oprimir y someter, y hace posible que la historia del progreso y las revoluciones sociales y tecnológicas pase por delante de los centros educativos sin entrar en ellos.
Necesitamos una pedagogía socialmente más responsable y una visión práctica más arraigada en la participación y en las más profundas convicciones democráticas. Y unas políticas educativas que ensanchen el terreno de juego del futuro sistema educativo. Que permita crecer a las personas.
Es posible comprometerse en actividades críticas tanto educativas como sociales, capaces de resolver los problemas reales con los que se enfrenta la gente cada día.
Esta visión global tiene que ir unida a una acción social generadora de cambio. Solo si avanzamos en la construcción de movimientos sociales de amplio espectro donde el conjunto de la comunidad educativa participa en la consecución de objetivos más amplios a favor de la justicia y la equidad social conseguiremos éxitos duraderos.
El neoliberalismo más conservador ha importado al sistema educativo la crisis económica que ha promovido, descargando sobre él el argumento necesario para que la educación se convierta en un puntal del modelo social dominado por las ideas más descarnadas e insolidarias.
¿De quiénes son el conocimiento, la cultura y la estrecha visión del mundo que modelan los currículos, y se incorporan a los libros de texto, y cada vez más convierten la educación en instrucción? ¿Por qué la dura pugna por el control del contenido y la estructura del currículo? ¿Para qué una instrucción bajo los parámetros de la economía más reaccionaria y al servicio del mercado? Simplificación, fragmentación y mercantilización. Publicidad comercial y propaganda política se dan la mano.
El que tiene el relato tiene un poder inmenso y en España el relato educativo lo tiene una derecha cada vez más contaminada por las ideas de la extrema derecha que se extiende por otros países de Europa. Eso no es educación. Hay que leer a los grandes escritores del siglo XX como Setefan Zweig, Karl Kraus o Primo Levi para darnos cuenta del grave peligro que corremos. Anulada la memoria histórica se pierde la mesura, y en la desmesura todo vale, sin que la moral sea obstáculo.
La derecha contaminada por la extrema derecha ha asaltado las certezas más humanas -solidaridad, cooperación, justicia social, amor, amistad, diálogo, etc.- , convirtiendo la ficción en realidad y ahogando el compromiso que nace entre las personas. La lección es que ya nada anda al paso del ser humano. Ha triunfado el individuo que se repliega sobre sí mismo frente al compromiso solidario que significa ser persona. La educación queda reducida a una escuela cercada de prejuicios reaccionarios y en el fondo antipopular.
Dotar de un sentido limpio y claro a la educación es una necesidad urgente. Construir un relato desde la izquierda que recupere el sentido más humano de la educación, la cultura y el conocimiento es un importante reto.
Necesitamos una reflexión consciente sobre el sentido de la educación no del mercado educativo. Empezar a educar al servicio de las personas para avanzar, crear conocimiento, crecer y expresar libremente pensamientos y sentimientos no solo al servicio de uno mismo sino de uno mismo como parte de la humanidad, un signo de cambio. Dar sentido a la educación, vitalizarla, con ideas claras y propuestas claras, una necesidad.
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