viernes, 6 de septiembre de 2019

De vuelta (Manuel Menor)


Ya de vuelta, la tozuda realidad sigue ahí

Todo sigue más o menos como lo dejamos, en lenta decadencia, mientras crecen los mecanismos y el vocerío de la distracción.

Volver de vacaciones casi siempre arrastra, como todo movimiento significativo, una nostalgia utópica y un mirar realista hacia lo inmediato. Con énfasis específico, la situación de cambio obliga a repensar, con el  retrovisor puesto, las condiciones que cursa el camino de la cotidianidad.

El movimiento inmóvil
La cuestión principal es qué echamos de menos. Nos fuimos en julio con unas postales de verano, que siguen tintando el horizonte con malos augurios, sin nada que auspicie placidez. De entrada, y a título de globalidad, la vida humana parece haber perdido valor: la Tierra y sus cuidados importan poco. Lo muestran los episodios repetidos de devastación en la Amazonía y en África, territorios a los que estos días se mencionan como el pulmón de este Planeta entre prioridades ajenas a su metástasis. Los datos disponibles, ignorados por el respeto al ecosistema humano, muestran que desde 1950 los episodios de calor extremo se han triplicado, mientras los de frío más duro se han reducido a la mitad. En este período, la temperatura media ha aumentado más de dos grados centígrados y crece aceleradamente. Y, por si fuera poco, la OMS (Organización Mundial de la Salud) ya advierte de la cantidad ingente de personas –especialmente ancianos- que en los próximos años morirán exclusivamente a causa de su exposición a temperaturas inconvenientes.

En similar escala global, en vez de pararse la pugna salvaje por el dominio estratégico del Planeta, no han cesado de aumentar los ocupados en desestabilizar  las circunstancias que favorezcan más su influencia. EEUU y China, si todavía no pelean al estilo bélico tradicional, arruinan la vida de mucha más gente bloqueando la normalidad económica en espacios significativos como Irán o Venezuela, además de guerrear con los aranceles sin tino, creando problemas en todo el mundo, incluida Europa. Un tablero en que algunas bazas dependerán de la posición definitiva de Inglaterra con su inminente Brexit a mediados de octubre. Pillados en medio, los españoles observan cómo sus lideres políticos se entretienen en insólitas parsimonias acerca de si alcanzarán los acuerdos necesarios para la investidura de Sánchez o en si la gobernabilidad se jugará de nuevo en otras elecciones.

El abuso de las palabras
En este intrincado panorama, nos haría falta un nuevo Sócrates que evidenciara lo hueco de las palabras de muchos que nos han tocado en suerte. Los sofistas siguen ahí y se crecen en las redes. Ajenos a si contribuyen a desestabilizar cuanto se había ideado para mejorar la convivencia colectiva, disminuir la necesidad o aumentar el desarrollo de lo justo y lo honesto, favorecen la ignorancia y acrecientan la corrupción. Expectantes de retorno en forma de voto o de aplauso peroran incesantes en los medios fidelizados, y su previsibilidad en todo tipo de eventos no cesa de manosear la inteligencia del oyente ni de adormecer a los más dispuestos.

El presente curso dará ocasión al hartazgo. En Ourense, por ejemplo, Pérez Jácome ya es antológico como alcalde, no solo por contradictorio con lo que decía antes de llegar al cargo, sino por las iniciativas que está tomando: la sala de arte Ángel Valente, el Museo municipal, la “cultura”, las fiestas populares o, como gran novedad, un proyecto de parque acuático termal. Decir y hacer incoherencias para provecho de la obsesionante turistificación, mientras los más jóvenes y prometedores abandonan la ciudad. Es toda una tradición, que incentivará quien dice que con el PP de Baltar puede “influir”.

En Madrid –donde se notará más la falsa retórica-, el tinglado ha vuelto a comenzar. Las fotos y palabras de Isabel Díaz-Ayuso en el Hospital del Guadarrama –inspirada por el ínclito Miguel Ángel Rodríguez y por Lasquetty- anticipan su disponibilidad a repetir el estilo y tendencias ultraliberales anteriores. Por incoherencias que no quede: unos se aprestan a soportarlas y los más afines a jalearlas con entusiasmo. Da rubor observar cómo algunos medios han comentado las consignas vacías y los gestos estereotipados de la nueva presidenta ocultando la creciente deficiencia de la sanidad pública que ha propiciado la Consejería de Sanidad madrileña.

Y para abuso de las palabras, no es menor el que en estos días de improbables coaliciones está sufriendo el concepto de “izquierdas”. Vicenc Navarro, buen conocedor de EEUU, lo ha puesto de manifiesto al referirse a quienes votaron a Trump y probablemente volverán a hacerlo en 2020: mantiene una altísima fidelidad del voto, incluso entre la “clase trabajadora” descontenta con las políticas neoliberales del Partido Demócrata. En España, no es imposible que vuelva con fuerza también esta inclinación, en la medida en que se evidencie más el difícil entendimiento de los partidos denominados de izquierdas. El empleo que se crea –ese mito al que se presenta excesiva atención y poco análisis-, cada vez más precario, se uberiza crecientemente y va camino de empobrecerse todavía más para la mayoría. Y el otro mito parejo, el del “crecimiento económico” en cuanto a los grandes números, poca traducción tiene en las medidas de empleo y contratación laboral. ¿Analiza alguien los datos que miden la desesperación y desencanto, pobreza infantil y demás lacras que no cesan de causar espanto a la hora del telediario? ¿Se toman decisiones coherentes o nos columpiamos en los conformistas bizantinismos tertulianos?

El déficit educativo
Como antes de vacaciones, todo incide y se simboliza en el sistema educativo. Y no parece sino que vayamos a repetir y reforzar situaciones que nos son bien conocidas de cursos anteriores. Basten dos noticias para confirmarlo. Por un lado, a escala mundial, la denuncia de ACNUR señalando que más de la mitad de los 7,1 millones de niños refugiados en el mundo no van a la escuela. Si este es uno de tantos signos de hipocresía respecto al supuesto cumplimiento de los Derechos Humanos por parte de los países democráticos, en la Comunidad de Madrid no se andan con remilgos. El organigrama de la Consejería de Educación crece en expresividad de la discriminación que patrocina. Como en Sanidad, también en este terreno  menudean las expresiones de gratuidad, cuidado, atención, igualdad y similares. No obstante, para que nadie se lleve a engaño sobre el significado real de tales términos, el nuevo Gobierno de trifásico conservadurismo acaba de realzar la atención administrativa a los colegios concertados y, además, al bilingüismo, las dos enseñas principales que, desde los gobiernos de Esperanza Aguirre, se han venido desarrollando en este territorio de tanta importancia política como indicadores eminentes de “calidad” en detrimento de la escuela pública, cuya gestión  pronto deberá denominarse: Dirección General del resto.

El Condorcet (1743-1794) ocupado en el estudio de “los progresos del espíritu humano” ya observó este modo de superioridad que una minoría pretende seguir sosteniendo a cuenta de la gran mayoría, por más que disfrace una supuesta “igualdad de la naturaleza humana mediante los artificios de la desigualdad” legal. Demasiados líderes son cómplices en que continúe habiendo una población excedente que no merece servicios básicos en igualdad. En vísperas de reiniciar trabajos y curso académico, solo si nos paramos algo y no nos dejamos llevar por el simplismo de las redes sociales y similares, apreciaremos mejor la situación de nuestras añoranzas postveraniegas y trataremos de remediarla.

Manuel Menor Currás
Madrid, 01.09.2019

No hay comentarios:

Publicar un comentario