A
punto del ataque de nervios, prosigue una historia interminable en Cataluña
Entretanto,
múltiples problemas sociales corren
riesgo de pudrirse. La olvidadiza Educación madrileña, propone unos
presupuestos expansivos para la red privada del sistema y gravosos para la
pública.
Dentro de España, el momento de las relaciones territoriales
internas se parece cada vez más a una montaña rusa, con episodios de
aceleración cardíaca intensa y otros en que apenas da tiempo para recuperar el
aliento.
Historias interminables
Por ahora, no va a ser fácil saber qué haya pasado en este mes
último, aunque parezca haberlo vivido.
Menos lo saben, todavía, los metidos de lleno en el fragor de las discusiones,
sin distancia suficiente para distinguir entre humillados y ofendidos. Los que
han sido adoctrinados en la tautología de que la historia es la historia y la
política es la política, tienen una gran ocasión para reconsiderar si realmente
están en lo cierto: pueden huir de la realidad, pero difícilmente encontrarán
sentido a lo que está pasando delante de sus ojos. Por otro lado, los tentados
a creer que todo estaba atado y bien atado, por la legislación constitucional
en este caso, como si la judialización de los problemas fuera suficiente para
que desaparecieran, pronto se encontrarán con un “sin buscar”; es decir, que la
realidad es complicada y a menudo no tiene libro de instrucciones para arreglar
sus desperfectos. Y también puede que los impulsados por el heroísmo patriótico
acaben descubriendo algo semejante, aunque de momento, la progresión creciente
de la historicidad les urja a ser sujetos participantes. Las contrapuestas
versiones de estos perfiles, a que las redes sociales dan cobertura instantánea,
todavía están en progresión: ¡Ojalá no se lastime nadie!
Los quiebros
de los acontecimientos de estos últimos días ya trasladan la intensidad de
las expectativas al día 22 de diciembre. Después de las elecciones del día
anterior, es muy probable que casi todo siga como en la casilla de salida, antes
de que empezara este excitado octubre de 2017. Es lo más probable, pese a la pérdida
de sinergias que detectan algunas encuestas oportunistas. Este entreacto ya tiene de sobra con lo que da de sí el Código penal acerca de
la subversión y la sedición. Sus reglamentos subsiguientes, encarcelamientos y extradiciones nos descubrirán –como en las
mejores novelas negras- lo utilizables que son como artilugios –legales- estratégicos. Pero el dinosaurio de los problemas que la
dejadez, la incuria o el mal acomodo que hayan tenido los problemas subyacente seguirá ahí, acechando
nuestro ataque de nervios o que decidamos atender a sus requerimientos en un plano
estrictamente político. Democráticamente
hablando, no parece que el artículo 155 a que se ha recurrido en esta ocasión,
pueda volver a ser solución para el caso de que las combinaciones postelectorales
del día 22-D cuadren mejor a las
esperanzas de los “soberanistas” que a las de los “unionistas”. Quiere decirse
que, el camino que resta a los planteamientos frentistas entre unos y otros es
de corto recorrido y más pronto que tarde habrá que volver a la mesa del
diálogo y la transacción, al empleo de las palabras justas para atender los
problemas que existan. Cuanto más se alargue esta espiral de desencuentros, más
se enconarán las posiciones y más difícil lograr la paz social. El problema se
enquistará porque sólo habíamos puesto una tirita a una enfermedad de
envergadura.
¿Continuará?
Mientras lo de Cataluña va al ritmo de una serie televisiva, en
vivo y en directo, pese al afán de algunos de contarnos cada episodio casi al
segundo, no se sabe bien hacia dónde seguirá la trama. Pero a poco que se le
preste atención, se creerá que hubiera un guionista omnisciente que sabe bien a
dónde conducirlo todo y que no perdamos el final. Tenemos para rato en este
inédito y correoso show, donde las apariencias cuentan más que lo que importa y
donde cada noche aparece siempre, como en los TBOs de nuestra infancia, el
consabido “continuará”. Secuestrada nuestra atención, no será fácil poner en su
sitio la relevancia que tengan problemas pendientes de la vida más cotidiana,
tanto en Cataluña como en el resto de España. De la confluencia combinada de
ambos capítulos sí que puede resultar un gran nudo argumental de muy incierto
desenlace.
En la medida en que los asuntos educativos trasponen, imitan o
reflejan la sociedad de cada momento, sus dinámicas –“políticas”- expresan
aprecio o desprecio, cuidado o dejación, diálogo o indiferencia y desdén. Cada
día, en cada centro educativo, se está expresando ese flujo de decisiones por
el que buena parte de lo que hay o no hay, de bueno o carencial, es el
resultado de una serie de actitudes primigenias que los políticos a quienes
hayamos votado han traducido en recursos., medios y preparación del profesorado
que, al final de una cadena de voluntades y protocolos, atiende a nuestros
hijos e hijas.. Hay dos momentos principales en esa secuencia de decisiones
primera. Uno muy significativo –tan “histórico” como el que más y con datos
poco propensos a la opinión subjetiva- se produce al generar la normativa
relevante del sistema educativo. La LOMCE es lo último que tenemos en el recorrido
legislativo de estos 40 años. Mal asunto cuando, comparada con leyes
anteriores, además de cerrazón para atender a problemas graves de estructura,
no sólo se opone sistemáticamente a las leyes generadas por otro partido, sino
que muestra una especial inclinación a llevarnos a los tiempos anteriores a 1978, cuando se
redactó el artículo 27 de la Constitución. Que ante cualquier reivindicación
razonable se responda que lo que hay que hacer es cumplir la Constitución –lo
que no se pone en cuestión-, no deja de ser una tomadura de pelo para quienes
hayan detectado un problema que pretenden arreglar democráticamente. Tampoco se
entiende por qué ya vayan once leyes del mismo calibre –orgánico- no han
solucionado, y que todo siga a la espera de una nueva ley de similar
cariz. Si todo hubiera sido tan bello y magníficamente
elitista como indica el que esta LOMCE se haya querido vender en 2013 como la ley de “la mejora” fetén, es ininteligible que, apenas cuatro años más
tarde, se esté clamando por un “Pacto Social y Político en Educación”. Algo,
mucho o poco, según se mire, no va bien -democráticamente hablando- en el
funcionamiento de lo acordado en 1978.
Bajando al 3,7% del PIB
El otro momento clave –con periodicidad “histórica” más
cuantificable todavía- en que se traduce el valor que se concede a la educación
democrática desde las instancias del Estado, es el de los presupuestos anuales,
donde se reflejan las opciones de recursos disponibles. Actualmente, después de
las transferencias a las Comunidades autonómicas, los PGE comparten con los de
estas las propuestas de inversiones y recursos en que queda constancia, cada año, de si hay
mejoras reales o postergación. Los recortes de
10.000 millones a Educación en estos años últimos, y que este que entra
vaya a bajar respecto al PIB hasta un 3,
7%, es decisión del Gobierno de Rajoy ante Bruselas a causa de los déficits a
que nos ha conducido esta “crisis” inacabada. Pero lo que, por ejemplo, proyecta la Comunidad de Madrid, permite
observar cómo se puede inducir un determinado aprecio o desprecio continuados,
lo que en este caso y para el año próximo significa, una vez más, aprecio por una de las redes del
sistema, el de la enseñanza privada, y
menosprecio por la pública. La serie histórica de presupuestos de la
Comunidad madrileña muestra, con pequeñas variaciones, cómo haya sido esta
inclinación de fervores desde que Esperanza Aguirre encontró respaldo en las
urnas: el crecimiento de los colegios privados ha sido paralelo al de las
atenciones que se les han propiciado desde esta Administración política. Que esto
continúe con Cifuentes, a pesar de múltiples escándalos recientes en
asuntos como como contratos a interinos,
insultos al profesorado, construcciones desatendidas o postergadas, corrupta cesión
de espacios públicos a entidades privadas, o desplazamientos forzados de
alumnos fuera de sus barrios, es perfectamente observable todavía por cuantos
reclaman “calidad educativa en abstracto, sin mentar desigualdades legalmente instituidas
desde antes de 1978. Lógico que, desde otras instancias como los sindicatos de
profesores, o desde Plataformas como Marea Verde, esta reiteración –histórica- de
los desequilibrios que vienen de aquel entonces predemocrático, suscite, junto al rechazo, el cansancio de
tener que recurrir, una vez más, a las manifestaciones y posibles huelgas como
única forma en que les hagan caso.
Pobres dos pobres
Se volverá a oír aquel nunca
mais, como ha sucedido en Galicia después de la horrible semana
de incendios. Y se reiterarán los
avisos que, desde el estallido del 15M de 2011, se vienen produciendo a raíz de
recortes, externalizaciones y privatizaciones de prestaciones sociales, y de medidas
adoptadas –legalmente- para flexibilizar el trabajo. Vamos hacia diciembre,
pero la lotería y el turrón de este año no distraerán a muchos de prestar atención a los problemas que la
cuestión catalana ha relegado a segundo plano. La Subcomisión parlamentaria
para hablar
del territorio, y la revisión de la
Constitución de 1978 ya miran con lupa los artículos 166-169 de su Título X..
No será fácil ni lo uno ni lo otro. Pero
tampoco se sostendrá que, en nombre de lo ya legislado y a contrapelo de las
exigencias democráticas, quienes más lo necesitan vean que sus asuntos se
pudren y que solo les quede, como único consuelo, suscitar la compasión de los
transeúntes clamando, como los mendigos
de antaño: Pobres dos pobres.
Manuel Menor Currás
Madrid, 05.11.2017
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