¿Desconcierto con los conciertos
educativos?
Tocarlos después de 35 años, traerá
fuertes protestas. Si quedan como están, el progresismo de esta Coalición de
Gobierno quedará en entredicho.
El paso de la borrasca “Gloria” por el litoral Mediterráneo
ha dejado serias muestras de que en el Antropoceno hay mucho que enmendar si se
pretende que la Tierra siga siendo habitable mucho tiempo. El tan pregonado
“desarrollo”, cuando es a costa de la Naturaleza, no sale a cuenta. Tarde o
temprano vuelve esta por sus fueros a sus ritmos de evolución, no coincidentes
con los de la historia humana y sus pretensiones. Vienen a reconocerlo algunos en esas áreas mediterráneas donde los paseos
marítimos y primeras líneas de playa han sido afectados por el temporal. El mar
reclama su espacio. Más pronto que tarde habrán de reconocer que no merece la
pena restaurar lo que otra “gota fría” (DANA) o similar volverá a destruir. El
cambio climático y sus consecuencias no van de broma.
Antropocentrismos
desconcertados
Generan desconcierto estas advertencias de la Naturaleza. Casi
toda nuestra vida en el medio se ve obligada a desaprender lo aprendido, para aprender a
hacer mejor lo necesario para sobrevivir. Cuanto hacemos requiere ser
redefinido como sostenible y que no dañe a nadie. Los libros de ética y moral,
los de urbanidad y hasta los mandamientos de la tradición judeo-cristiana,
requieren profunda recodificación individual y colectiva. No será fácil ante cuanto
se haya sentido como imposición, molestia y –sobre todo- tradición o posible
pérdida de beneficios. Opuestos y ambivalentes, pasotas e integrados, ofendidos
y cansados, van a tener más trabajo del deseable para saber hacer lo más
pertinente al bien de todos.
Los patrones que deberemos seguir no se improvisan. Serán de
ordinario similares a los que ya desarrollamos, por ejemplo, respecto a la
salud, sin advertir que esta es un reflejo de la salud de la Naturaleza. Personas
que todavía en su infancia han tenido hábitos alimentarios de indudable sintaxis
ecológica, se disgustan cuando el médico
les recomienda moderación o abstinencia de algún procesado. Se sorprenden desconcertados ante la reeducación que implica,
para ponerse en armonía consigo mismos, no consumir lo que durante años han
hecho con aparente impunidad.
La “libertad” y “calidad” escolar
como síntoma
Idéntico patrón puede observarse en el cumplimiento de lo que el art. 27 CE78 establece como
universal y en “libertad” para todos los españoles. Cuando la ministra Celáa
sacó a relucir sus límites, enfureció a cuantos pregonan urbi et orbi que -frente a lo que dijo la sentencia 77/1985 del TC- es constitucional su particular interpretación de
una supuesta “libertad de elección de centro”. No vale recordarles que lo que
es anticonstitucional es sostener oficialmente, y con dinero público de todos,
una dualidad educativa de diferente rango para privilegiar a un tercio del
alumnado. O que no vale como “función social” la creación de centros privados –en
suelo público, con sus conciertos e, incluso, alumnos seleccionados- en
detrimento de quienes no pueden pagar cuotas extras por idearios que ponen en
cuestión a menudo los valores de la igualdad y fraternidad democrática. En fin, que menos vale invocar principios
confesionales de supuesta superioridad cuando muchos de estos centros eligen a
sus alumnos y no son los ciudadanos los que pueden elegirlos ni apenas participar
en el funcionamiento de sus proyectos educadores, por ser de titularidad
privada.
Desde 1985, en que la LODE estableció los conciertos reglamentando
las subvenciones de la etapa franquista y contrapartidas de aceptación del
alumnado, han pasado 35 años de cierta impunidad transgresora en lo contratado.
Son 35 años en que algunas Comunidades autónomas decidieron que les daba carta
blanca para privatizar o externalizar ingredientes de la actividad educadora y
fortalecer empresas que aspiran a rentabilizar al máximo inversiones mínimas. En
los últimos de estos 35 años, se ha
acelerado la intensidad selectiva de algunos colegios a cuenta de que el Estado
los financie a fondo y sin controlar el modo de inversión. En el transcurso de
estos 35 años, este hábito ha ido calando en la sociedad consumista como algo
patrimonial y con derecho a convertir la educación de los hijos en un
subvencionado nicho selecto de distinción
social –para familias con recursos y afán de destacar entre los vecinos-, mientras
en la escuela pública desesperan porque ha disminuido la inversión estatal o de
la Comunidad, se ha reducido el profesorado y se recortan las actividades que
atienden a los niños y niñas que más atención educadora necesitan.
El patrón dualizador que marcan los conciertos es segregador,
pauta indeseada por quienes no quieren un sistema educativo con esta contradicción
financiada por todos y apuestan por una “enseñanza única” como aglutinador
social y territorial de todos. La soportan peor quienes no pueden mandar a sus
hijos/as a un centro privado, por no tener recursos. ¿De qué les vale a todos ellos esa supuesta “libertad
de elección de centro”? ¿Por qué los propagandistas de esta nunca reivindican
las imprescindibles libertades de conciencia y conocimiento para el alumnado,
ni la de cátedra, investigación e innovación imprescindibles para todo buen
profesor? ¿Es un justo patrón democrático el de esta dualización educativa, que
dificulta incluso la representación sindical en estos centros concertados?
¿Cómo se desengancha este asunto del cojitranco adoctrinamiento twitero?
35 años de dejación interesada pesan mucho para revisar la
disociación desigualadora de base que tiene el sistema educativo español; ya
hay Comunidades autónomas que, después de Hungría, son las que mejor cumplen en
Europa el dictado de que el libre mercado es el que debe regir esta actividad,
como si de producir y vender alcachofas se tratara. Si la revisión de la LOMCE
que se avecina no reequilibra los dos mundos que la LODE pretendió armonizar,
solo será otro parche en un sistema que, legislativamente, va camino de ser más
prolífico que el viejo “Florido pensil” de Andrés Sopeña.
Es un asunto de salud pública: desatenderlo es educar mal
para los cambios de costumbres que, se quiera o no, son urgentes; pondrá más
difícil la necesaria solidaridad con los demás y con cuanto nos rodea. Además,
frente al prepotente e inútil sálvese quien pueda, cuando los recursos son
escasos ya está bien de seguir amortizando con la escuela, desde 1851, lo
desamortizado en 1836. Atentos, pues, a las continuidades de patrones reacios a
ceder en lo que algunos lobbys todavía
consideran territorio de conquista.
Manuel Menor Currás
Madrid, 29.01.2020
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