José Luis Villacañas
La consejera de Educación del Gobierno de Madrid, Lucía Figar, ha dicho que la asignatura Educación cívica es una pérdida de tiempo, que lo mejor sería quitarla y que esas horas se aplicaran a matemáticas e inglés. Raro y paradójico comentario éste, de tanta sinceridad como brutalidad. Como otros aspectos de la comunicación, muestra más de lo que dice. Lo que muestra se puede enunciar así: la consejera es una irresponsable. Que la máxima autoridad educativa de más de seis millones de españoles haga llegar a la ciudadanía que una parte de lo que ella tiene como obligación preservar es una pérdida de tiempo, es algo así como si el ministro de Hacienda declarara que pagar los impuestos es una imbecilidad y que mejor sería que ese dinero lo dedicáramos al juego en Las Vegas. Veo a los profesores de esa asignatura entrar entusiasmados en las aulas, justo al día siguiente de que su directora máxima les diga en la cara que lo que van a hacer no tiene función social alguna. Contemplo el vivo interés de los alumnos y la pasión con la que se puedan entregar a una tarea de la que la máxima dirigente del ramo ha confesado que se trata de una pérdida de tiempo.
Si la señora Figar tuviera una mínima educación cívica, si hubiera perdido un poco de tiempo aprendiendo lo que eso significa, si hubiera forjado un poco de sentido común, que es lo que la educación cívica debe forjar, habría podido abstenerse de exhibir en público su ignorancia y su extrema arrogancia. Y todavía haría algo más: descubrir que, como gobernante, ha cometido una torpeza por la que merece la censura de la ciudadanía. Pues nadie que desprecie una parte vigente de la formación escolar puede dirigir la educación pública. Entonces, si tuviera un poco de educación cívica, percibiría que caracterizar como pérdida de tiempo lo que se enseña en las aulas no sólo es incumplir sus obligaciones fundamentales, sino sembrar por doquier la desgana, la desmotivación, la sospecha, la indiferencia, la distracción y la brutalidad entre los jóvenes. Así hace aún más difícil el trabajo de los profesores.
La señora Figar puede pensar que los estudiantes tomarán sus palabras al pie de la letra y que entonces no serán peligrosas. Los jóvenes mirarán con hostilidad la pérdida de tiempo sólo en Educación cívica, pero entrarán con fervor a las clases de matemáticas y de inglés. La inteligencia de la consejera puede hacerle creer esto. Pero así demuestra que no se ha acercado ni en pintura a la mente de un joven. Así nos descubre que no sabe nada de su tarea ni le interesa saberlo. Si un joven recibe el anuncio de que una materia, que lucha todavía por mantener vivo lo que resta de reflexión filosófica en la Enseñanza Secundaria y en Bachiller, es sencillamente una pérdida de tiempo, no dejará las cosas ahí. Por lo pronto, se preguntará si no será lo mismo con todas las asignaturas que no sean matemáticas e inglés. ¿Cómo podrá responder a esas dudas? Supongamos que todavía le queda el entusiasmo por estas dos materias predilectas de la señora Figar. Si en un momento de debilidad este joven se pregunta si realmente las matemáticas y el inglés son lo importante, me parece que sólo con matemáticas e inglés no sabrá responder sus preguntas.
Aquí se ve lo grave de esta situación. Al despreciar todo lo que no sea matemáticas e inglés, la señora Figar destruye una parte esencial de la formación de todo ser humano y promueve jóvenes que no estén en condiciones de preguntarse por lo importante, ni de reflexionar acerca de las razones para considerar algo una pérdida de tiempo. Parece que deseara imponer su criterio de forma autoritaria a jóvenes que, si se realizara lo que ella enuncia, no podrían contestarle ni replicarle. Si los jóvenes sólo supieran matemáticas e inglés ¿qué podrían oponer a su autoritarismo? Sí, quizás podrían formalizar una ecuación y repetir en inglés lo que la Consejera dice en castizo. Pero ni siquiera ella puede creer que esta sea una educación adecuada ni suficiente para responder con argumentos acerca de algo que tiene que ver con las cosas serias de la vida.
Autoritarismo y algo más. Matemáticas e inglés pueden ser verdaderamente una gran cosa si se quiere ser gestor financiero o agente de bolsa, pero me temo que como base motivacional para un joven no dan mucho más de sí. Por ejemplo, para ser médico se requieren algunas razones más, y para ser arquitecto también. Sin embargo, para ser un autómata obediente parecen la base perfecta. Y esto es lo que produce estupor en el comentario de la consejera madrileña: solamente puede ser pronunciado en un país que no tiene educación cívica. Así que expresa un deseo muy profundo: decir cualquier cosa ante una ciudadanía con tragaderas para todo. Para lograrlo, lo mejor es que la educación cívica sea declarada una pérdida de tiempo. Cuando logre que todo el mundo desprecie esta materia y su sentido, entonces podrá hablar de forma impune, decir lo que su desnuda brutalidad le dicte, y garantizarse que una sociedad sin criterio la vote de forma permanente. Tanto que incluso es posible que, con el tiempo, ya completamente domesticada la ciudadanía, ni siquiera sean necesarias las elecciones y así pueda seguir gobernando de forma ininterrumpida, diga lo que diga o haga lo que haga.
Todas las alarmas están disparadas y la señora Figar activa con su comentario otra más. El país entero ha sido víctima de un expolio del que ahora comenzamos a ver las dimensiones y las consecuencias. Este expolio del propio pueblo, consumado por parte de estamentos privilegiados, estrechamente vinculados a ciertos poderes políticos, es el último de otros expolios que este país atrasado e ignorante ha padecido a lo largo de su historia. La única manera de protegerse de estos atropellos a la razón y a la justicia habría sido disponer de un sentido cívico riguroso, que hubiera permitido identificar de forma adecuada quién merece confianza y quién no. Este país no ha sabido protegerse de los expoliadores. Pero ahora que todas las alarmas están en rojo, hay que tomar parte. O se está con los que desean un país serio, o con los que hacen posible que triunfe el expolio, la intriga, la contumacia y el desprecio del propio pueblo. Si alguien afirma que forjar un sentido cívico en la ciudadanía es una pérdida de tiempo, entonces ese es cómplice de los expoliadores, de los que quieren seguir insultando a la inteligencia de este pueblo, manifestando desprecio por él y trabajando en su ulterior humillación y ruina. La señora Figar lo ha dicho y por eso no merece la confianza para gobernar.
Publicado en levante-emv.com
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