- Conversación con la profesora Olga García, una de las autoras del libro ‘La escuela vaciada. La enseñanza en la época pospandémica’
-Habrá quien piense que sois unos exagerados.
-Nos pasó también con otro libro, a Carlos, Enrique y a mí, el de Escuela o barbarie (Akal, 2017). No nos hemos movido de esas tesis. Hay varios frentes abiertos. Está el frente de los que son neoliberales y por tanto dicen que hay que dar libertad de centro, de enseñanza. Y está el frente de la izquierda progresista que no se entera de nada, por decirlo de alguna manera. Cree que vaciar de presupuesto y conocimiento la escuela pública puede llevar a algún sitio, que esto es todo igualdad de oportunidades de cualquier manera. Esto no se consigue de cualquier manera. La pandemia ha venido a demostrar precisamente que no nos hemos equivocado en nada.
-La primera tesis que planteáis es que la pandemia les ha brindado la oportunidad que llevan décadas esperando para deshacerse de las resistencias que quedaban. ¿La pandemia está sirviendo de excusa para consolidar este modelo neoliberal de la educación?
-La pandemia es un caso de funcionamiento según la “doctrina del shock” de Naomi Klein. El neoliberalismo tiene planes, no es una conspiración nueva. Tiene sus planes para lo público y lleva mucho tiempo con ellos, casi desde la era Thatcher o Reagan y los Gobiernos de la tercera vía tipo Tony Blair que se han implantado en todas partes. Son planes programados que se han ido consolidando con el tiempo, con toda la documentación europea, etc. De alguna manera pueden ser planes que a alguna gente les pueden parecer sutiles y que nosotros estamos sacando de quicio. Pero lo que no está sacado de quicio precisamente es lo de operar utilizando eso que se llama las crisis como oportunidad. Es lo que dice Naomi Klein o el propio documento Europa 2020, que es el que viene a desarrollar los parámetros para poner la educación al servicio de la economía. Es simplemente que a todo hay que verle el lado positivo y que de una crisis saldrá una oportunidad. No, no, la oportunidad está siendo para aquellos que una vez por todas puedan desmantelar esto interviniéndolo para sus propios intereses.
-Habláis en el texto de un concepto que es el “delirio de la izquierda”. Explícame en qué consiste.
-El delirio de la izquierda consiste en que precisamente una de las instituciones que debería ser más republicana que ninguna, en el sentido de estar al servicio del pueblo, porque además la paga el pueblo con sus impuestos y se puede enseñar con los valores de libertad, igualdad y fraternidad -como queramos llamarlo- es la escuela. Es un lugar en el que precisamente por hacer de alguna manera el seguimiento a ciertos discursos buenrrollistas, a pedagogías que vienen desde el 68 y determinado tipo de sociologías. Han seguido el rollo en el sentido de que no es tan importante el conocimiento como pueden ser las emociones, el tratamiento del alumno en tanto que adolescente, etc. De alguna manera la izquierda ha vaciado la institución que viene a salvar a la clase obrera de sus penalidades, la institución que le da la posibilidad de, mediante el conocimiento, poder progresar. La ha ido vaciando de conocimiento. Cuando debería ser todo lo contrario. Eso no es proteger al alumno, es darle palmaditas a un adolescente en el día de hoy para que en el día de mañana no tenga recursos, que es el conocimiento, la formación.
-En este sentido habláis de otro concepto también, la “brecha del conocimiento”.
-Claro. En el artículo hemos insistido mucho en eso. Durante la pandemia se ha hablado mucho de la brecha tecnológica. Brecha tecnológica solo se da porque hay una brecha del conocimiento. Si no, cada uno se busca las estrategias. Más allá de que tengan la plataforma o los medios. Pero con lo que nos hemos encontrado los profesores de todos los niveles al intentar no dar clases online sino subsanar esa formación en tiempo récord, es que con los alumnos no tenían ni las armas cognitivas para responder y que les explicaras algo. Porque el poso cultural es cero. Y, desde luego, eso solo se agrava si no tienen acceso tecnológico al conocimiento. El conocimiento somos los profesores, entre otros. Es lo que se ha demostrado, que la es la escuela presencial la que rellena esa brecha. Los chavales saben utilizar Instagram o Whatsapp. Pero no saben utilizar un archivo y mucho menos qué hacer para contarte algo que te tengan que contar y que se llama contenido.
-Decís que se está demostrando que los estudiantes que luchaban contra el Plan Bolonia tenían razón.
-Todo el movimiento contra el Plan Bolonia, igual que el anterior, lo que venía era a alertar sobre lo que ya estaba pasando y que ahora se está consolidando. Solo hay que oír las declaraciones del ministro de Universidades, Manuel Castells, durante la pandemia y lo que sigue haciendo. En la universidad se ha visto demasiado claro, la mercantilización y colonización de espacios públicos por intereses empresariales. Eso en la universidad se ha visto claro, porque como es el salto hacia el trabajo, es lo primero que han colonizado. Esto es definitivo. Carlos Fernández Liria siempre habla de que se está volviendo a la Edad Media en la universidad. Es que claro, en los momentos en que solo financias proyectos de investigación que una empresa considera que son productivos, imagina a dónde van las Humanidades.
-Más allá del artículo del libro, ¿cómo crees que va a ser la enseñanza en la época pospandémica?
-Yo te puedo decir lo que está siendo, que es un auténtico caos. Sobre todo si hablamos de la escuela pública. En la privada no me meto y en la privada concertada, a la que están desviando el dinero de los españoles, tampoco. En la pública, ahora mismo, yo te hablo desde Castilla La Mancha pero sé que es así en todos los territorios, hay falta de profesorado, de infraestructuras. Nos encontramos con que no podemos hacer frente a lo que se nos ha venido encima porque nunca nos recuperamos de la falta de inversión de hace diez años. Pasa como en la sanidad. Tenemos una especie de planes de semipresencialidad sin las plataforma o recurso necesarios. Sin regulación, sin una legislación que regule los derechos colectivos de los trabajadores, porque qué es eso de trabajar en semipresencialidad. Tenemos alumnos y padres que pueden o no pueden venir si se detectan casos. Porque en este país parece ser que la educación es el lugar de la conciliación laboral, lo cual evidentemente no puede ser. No somos aparcaderos y sin embargo ahora mismo somos los únicos que pueden permitir a padres y madres ir al trabajo y dejar a sus hijos. Esto hay que tocarlo, el Ministerio de Trabajo estará muy encima de esto, imagino.
Lo que viene, en la etapa pospandémica es la realización de los años del capital, del neoliberalismo. Es la colonización por la formación online, el sálvese quien pueda y quien pueda llegará. Se pagará eso de aprendizaje a lo largo de toda la vida a base de másters. Y quien no pueda, no llegará. Y esta vez, definitivamente, porque no vamos a poder ayudarlos desde la presencialidad los profesores.
-¿Estamos a tiempo de que esto no pase?
-Yo soy una persona positiva, te lo puedo asegurar. Pero a base de realismo. Necesitaríamos de entrada que hay que saber a quién se le pide ayuda y a quién se le piden responsabilidades. Creo que para salvar la escuela pública hay que pedir responsabilidades a toda la sociedad en su conjunto. A mí me gustaría pedírselo a los movimientos de izquierdas, con los que puedo ser más afín. Pero creo que es una responsabilidad ciudadana de cualquier ideología crear ciudadanos críticos, responsables y bien formados. O lo vamos a pagar en un futuro. Se están equivocando si creen que ciudadanos mal formados pueden sacar adelante la economía. ¿Estamos a tiempo? Sí, si se atienden las reivindicaciones de las mareas verdes. Sí, si se hacen caso a las reivindicaciones de los profesores y no tanto a los consejos de sabios que no sabemos muy bien de dónde se los saca la ministra Celaá. Bueno, sí que lo sabemos, pero desde luego no somos los profesores a quienes pregunta. Sí, si no se siguen los consejos de la CEOE, que es un organismo económico o de la OCDE. En todos estos casos podremos salvar lo público a todos los niveles.
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