A diferencia del resto de sus compañeros, 10 grupos de cuatro alumnos de tres colegios de Valencia y su área metropolitana reciben de una a dos de la tarde una clase extra de música. La imparten profesores de la sociedad musical del barrio, Benimaclet, o del pueblo, Alboraia. Junto a otros tantos alumnos integrados en grupos de control, esos 80 niños y niñas forman parte de un proyecto de investigación, Amure, que la Consejería de Educación y la Universidad de Valencia pusieron en marcha a principios de año para comprobar los efectos de la educación musical en la lucha contra el fracaso escolar.
La iniciativa surgió a partir de la tesis doctoral de Carmen Reyes, violinista y maestra de un colegio de Sagunto, sobre el rendimiento académico de los alumnos que cursan estudios artístico-musicales. Algunas de las conclusiones eran llamativas: el 37% de los alumnos músicos aprobaba con un sobresaliente; el 42%, con notable y solo un 1% no llegaba al suficiente. El proyecto Amure introduce elementos metodológicos nuevos. “Necesitamos aislar la influencia de factores socioeconómicos y culturales del entorno familiar del alumno que es objeto de investigación”, explica Pau Rausell, director del proyecto. Es decir, factores como los niveles de renta y la formación académica de los progenitores.
Rausell añade otras razones de fondo para abordar esta experiencia piloto: “Consideramos que, teniendo un índice de abandono escolar temprano por encima de la media nacional y disponiendo de una red de escuelas de música densa que abarca casi todo el territorio autonómico, ¿por qué no utilizarlas como instrumento para atajar el problema del fracaso escolar si se confirman nuestras hipótesis?”.
Son tres las hipótesis a confirmar. Una, que el aprendizaje musical afecta al desarrollo de aspectos cognitivos, mejorando los resultados académicos. Dos, que mejora las aptitudes y actitudes respecto a los procesos de aprendizaje al reforzar los hábitos de gestión del tiempo y disciplina. Tres, que influye en el trabajo en equipo y la socialización vinculados al rendimiento escolar. Sin anticipar resultados, la directora del centro, Maica Romany, reconoce haber observado mejoras en la motivación del alumnado, aunque no falte quien, comenta con humor, lamente perderse un rato de fútbol por la clase de música.
La Federación de Sociedades Musicales de la Comunidad Valenciana (FSMCV), que con 542 escuelas aglutina la mitad del sector en España, desarrolla desde hace año y medio una campaña en favor de la educación musical, esgrime diversos estudios nacionales e internacionales, tesis doctorales o proyectos de investigación para reforzar sus argumentos. El realizado en la Universidad de Carolina del Norte por la profesora Debra S. O'Connell en 2005, con 13.000 alumnos, concluía que “aquellos que siguen estudios de formación musical tienen mejores resultados en lengua, matemáticas, historia y ciencia”. Otro más reciente de la Universidad de Ohio detectaba mejoras “con especial incidencia en matemáticas y lengua”.Precedentes no faltan. Entre los más ambiciosos y recientes, Rausell llama la atención sobre el desarrollado entre niños desfavorecidos de 10 centros escolares australianos durante tres años, que mostró el impacto que producían programas basados en la enseñanza artística de la fundación The Song Room, tanto en el rendimiento en las diferentes áreas de conocimiento como en la asistencia y permanencia en la escuela y en el bienestar emocional o social del alumnado.
A los educadores, estos avances les llevan a una nueva visión de los procedimientos aplicables a la comprensión y el aprendizaje musical, pero también les indica que la estimulación musical activa en los niños los procesos del lenguaje, entre otros, como señalaba el neurocientífico y profesor de Psicología de la música de la Universidad de Berlín Stefan Koelsch. O que la “música se distribuye por todo el cerebro, en contra de la antigua idea simplista de que el arte y la música se procesan en el hemisferio derecho, mientras que el lenguaje y las matemáticas se procesan en el izquierdo”, como escribía su colega americano Daniel Levitin.Maravillas Díaz, titular del Área de Didáctica de la Música en la Universidad del País Vasco, se pregunta con cierta contrariedad “cuándo dejaremos de justificar la importancia de las artes y por tanto de la música en el currículo escolar". Recuerda que muchos especialistas han dedicado “tanto y tanto tiempo a mostrar y demostrar que la asignatura de música impartida desde la edad infantil es necesaria para desarrollar las capacidades cognitivas, perceptivas y expresivas de niños y adolescentes” que duda de si se va “por el buen camino del entendimiento y la comunicación con las políticas educativas que se llevan a cabo en nuestro país”. Los expertos apoyan ahora su discurso en la neurociencia, que en los últimos años “ha activado un interesante debate sobre la enseñanza y aprendizaje musicales”, al averiguar “cómo responde el cerebro a diferentes tipos de música” gracias a la tecnología, subraya Díaz.
La FSMV forma parte de la red de enseñanza informal que componen las escuelas de música repartidas por todo el Estado, bien de titularidad municipal o asociativa, acuciadas por los drásticos recortes públicos. Ahora esta federación suma sus instrumentos a los de la COAEM (Confederación de Asociaciones de Educación Musical del Estado Español) en la batalla por una presencia cualificada de la música en la futura Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad de la Enseñanza (LOMCE). Ambas entidades han presentado una batería de enmiendas a los grupos parlamentarios con vistas a la tramitación de la ley. En esta, la música y la oferta de enseñanzas artísticas dependerían de decisiones de las comunidades autónomas y de los centros educativos, en el mismo bloque y al mismo nivel que otras cinco o seis materias específicas “dependientes de la oferta educativa”. Algo que no sucede, argumentan, en la mayoría de los 34 países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).Entre las capacidades que desarrolla la música, Díaz detalla “audición interior, concentración, memoria comprensiva, ordenamiento psicomotriz, autoestima o socialización”, todas útiles en otros aprendizajes. Si bien es cierto que algunas se desarrollan con otras actividades, como el deporte, otras no tanto, “como la creatividad”. Y nadie, advierte la profesora vasca, pone en duda el deporte en el currículo.
Italia, Corea del Sur, Alemania y Estados Unidos son, según los datos elaborados por la COAEM, los que más tiempo dedican a la música en Primaria, un promedio de una hora y media a dos por semana. España, por ejemplo, dedica un promedio de una hora semanal, lo que la sitúa en la parte baja de la tabla. En Secundaria, Finlandia, Austria Francia y, de nuevo, Corea del Sur son los países con mayor número de horas.Alegan que apenas existen países en este ámbito donde la educación musical no sea obligatoria en los cursos de educación Primaria ni Secundaria inicial. Además, dado que la nueva ley pretende mejorar las posiciones del alumnado español en las clasificaciones del informe PISA, subrayan que muchos de los países con muy buenos resultados en PISA dedican un mayor número de horas a la educación musical.
Pero más importante que el horario es la obligatoriedad, que en la mayoría de estos países “ni siquiera se ha eliminado” tras “las reformas totales o parciales que se están acometiendo”, en buena medida, para mejorar “los resultados en los informes PISA”.
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