sábado, 5 de septiembre de 2020

Complicado y Crucial (Manuel Menor)

 Complicado y crucial comienzo de curso

Están en juego decisiones difíciles, para las que es imprescindible iniciativa, lealtad en la gobernanza y atención a objetivos claves.

Han pasado 84 años desde que Machado dejara escrito en Juan de Mairena que ”la finalidad de la escuela… consistiría en… enseñar a repensar lo pensado, a desaber lo sabido y a dudar de su propia duda, que es el único modo de empezar a creer en algo”. Hoy, después de unas vacaciones irregulares y vuelta a una imposible normalidad, cuando han empezado a abrirse las escuelas infantiles las preocupaciones del poeta tienen plena vigencia. Entre los temores que arrastra este extraño comienzo de curso, aconsejan disponerse a aprender de verdad.

 “Economía de guerra”

Hay excesivos asuntos que tensan nuestra atención en este momento tan frágil, en que el propio verano ha estado lleno de reticencias en los encuentros de unos con otros y dificultades para superar angustias. Cuando se han visto desmoronar seguridades, trabajos  relativamente asentados y situaciones en que parecían logros definitivos, vidas, haciendas, expectativas y proyectos han sido tocados de diverso modo. Desde luego, unos más que otros incluso en el acuse de la enfermedad propiamente tal, demostrando la enorme variedad de apariencias que suelen adquirir –incluso en los momentos más difíciles- las pautas estructurales de las diferencias de siempre, sus pulsiones y vivencias cotidianas.

Todo parece indicar que habremos de esperar para conocer la narración documentada que explique con criterio independiente, sin fake news, lo sucedido desde antes de marzo hasta este momento, no solo en torno al origen y propagación de la pandemia, sino también respecto a sus aspectos colaterales de beneficiarios directos e indirectos, sus actuaciones de referencia y, de paso, el papel de los gobiernos, empresas de comunicación, farmacéuticas, industrias de guerra y demás implicados. Ya podemos intuir algunos indicios de manipulación de diverso calibre, pero habremos de tener paciencia y no hacer mucho caso a lo que vuela por las Redes; las intensidades, acentos y volatilidades de unas u otras noticias, sus verbos y adjetivos, la letra grande o pequeña, los ecos que se hacen unos y otros, permiten establecer ya diversas escuelas interpretativas, como en cualquier otro acontecimiento. Destacaría, incluso, cómo debajo de tanta parafernalia supuestamente informativa de nuestros canales habituales, solo a veces, como de tapadillo –para no inquietar demasiado-, se muestran los rasgos que, con gran probabilidad, van a cambiar en profundidad la vida de las personas, tanto en el plano individual como en el colectivo. 

Nada que ver, de todos modos, con lo que algunos  han pretendido ver como un supuesto aviso celestial para un cambio moral en profundidad; estas melancolías de otras épocas más morigeradas tendrán que esperar otros vientos proféticos. Como si de una “economía de guerra” se tratase –la figura ya ha sido empleada en Francia-, la cuestión central es cómo parar los sucesivos golpes económicos que están por venir y que, de no poner remedio, pueden acabar haciendo morir o disminuir en mucha mayor medida la vida social y la convivencia pacífica. Hay que prever y planificar bien y, como en toda guerra, atender a lo más perentorio que, en este momento, parece venir de dos frentes: el calentamiento global y la tecnología que propicia un cambio drástico en toda la organización productiva: las larvadas nuevas tecnologías y robotizaciones ya en marcha de la Industria 4.0 o  Cuarta Revolución Industrial tienen su gran oportunidad.  Es el momento del desarrollo de las potencialidades de la inteligencia artificial hasta extremos que solo conocemos todavía en sus inicios. Piénsese sencillamente en lo que ya empieza a suponer la implantación sistémica del teletrabajo, o en la relativa acogida que ha tenido la propuesta de “renta básica”, y se verá un paisaje inédito que solo estamos conociendo en sus inicios. 

Comienzo de curso

Desde este punto de vista, también estamos en pleno comienzo de curso, y no solo en lo que atañe al mundo escolar o universitario que tanto preocupan a los padres del alumnado y al profesorado. Desde hoy hasta no se sabe cuándo todo será muy distinto de cómo ha sido antes de marzo, siempre que se siga viendo en el sistema educativo un instrumento social de gran potencial para la convivencia, cosa que está por ver. En medio de tanta palabrería, asombran las diferencias de protocolos identitarios que se pueden establecer para que esto funcione dignamente y sin riesgos; lo que unos y otros agentes educativos han escenificado estos días pasados es poco ejemplar para que los individualismos del sálvese quien pueda no triunfen en otros ámbitos. 

Por otro lado, han saltado a primer plano carencias fundamentales del sistema para afrontar honestamente la situación: limitaciones de los aularios, muy difíciles acondicionamientos a las requerimientos sanitarios exigibles, precaria atención médica en los centros, dotaciones informáticas deficitarias con rudimentaria preparación sobre cómo trabajar on-line, organización interna de los centros obsoleta, gremialismos que claman cada cual por lo suyo, poca mentalidad colaborativa en demasiados casos y, sobre todo,  confianza excesiva en la responsabilidad individual de los que van a intervenir en las aulas durante los horarios presenciales. Tanta improvisación de la profesionalidad de nuestros educadores, si va a ser una marca definitoria de este curso,  no funcionará bien y decaerá; una vez más se demostrará que fiar como imprescindible la solución de los problemas, al supuesto voluntarismo del personal responsable, además de problemático y poco eficiente, es una alianza perfecta con la ineficiencia que pagarán, como siempre, las comunidades educativas de la enseñanza pública. Eso sí, será también un exponente perfecto del valor real que como sociedad atribuimos a la educación de todos. 

¿Se aplicará también una “economía de guerra” –como sucederá con el sistema productivo- a la obsolescencia que tiene el sistema educativo español? ¿Seguirá lastrado por hándicaps que solo favorecen a unos pocos? No hay duda de que también en este sector -ineludiblemente ligado al resto de la vida económica y social-  la situación dubitativa de este comienzo de curso tendrá su efecto, pero lo que con las expectativas de huelgas y reivindicaciones en marcha augura, son más repeticiones carenciales que innovaciones democráticas. 

TEMAS: COVID-19.- Nueva normalidad.- “Economía de guerra”.- Profesionalidad docente.

 

Manuel Menor Currás

Madrid, 01.09.2020

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