domingo, 30 de octubre de 2016

"Continuismo" (Manuel Menor)

Aquí podéis leer el nuevo artículo de Manuel Menor:


Tras una polémica investidura, la LOMCE prolongará la inmovilidad de Rajoy

El resultado de la votación deja a demasiados ciudadanos cada vez más desconfiados de sus representantes políticos. La duración de la Legislatura es incierta y, en Educación, muy controvertida.

Han pasado 315 días desde el 20-D, pero, de atenernos al último discurso de investidura de Rajoy, mal empieza esto: continúa como estaba o, tal vez, peor. No es improbable que dure poco la Legislatura y, si logra cubrir todo el tiempo legal que le corresponde, puede ser un acontecimiento a recordar, y no entre los mejores de la historia española. Ya es premonitorio del desencanto generalizado  que coincida con la huida de más de cinco millones de automovilistas de sus espacios habituales de trabajo,  con el atraso de la hora oficial, y casi con Halloween, una de las últimas importaciones para comercializar sustos de baja intensidad.

Comienzos reconocibles
Este comienzo de Legislatura, además de vergonzante para quienes le han dado el pase al último candidato a presidirla, es vergonzoso por la serie de trolas que el nuevamente proclamado presidente ha tratado de colar –como muchas otras veces- en un monólogo parlamentario que la prensa de pago le ha jaleado. Buena parte  del apego al embrollo falaz pronto ha sido comentada por Ignacio Escolar: no ha contado la verdad ni en empleo, ni en pago de la deuda, ni respecto a cuestiones de fondo político como que gobierne la formación más votada, o lo de que el PP cuente con más apoyos populares que otros grupos,  y que esta era la única forma de evitar nuevas elecciones. Tampoco la ha contado respecto al compromiso con la limpieza de la corrupción demostrada, la apertura al diálogo que pueda estar dispuesto a desarrollar ni, sobre todo, respecto a que su disposición dialogante constituya una oportunidad no solo retórica para consolidar reformas amplias y duraderas.

 El discurso estuvo trufado –como tantas otras veces en los casi cinco años pasados- de triquiñuelas con el lenguaje, de modo que pareciera que con su Gobierno anterior se hubieran consolidado sustantivas mejoras muy positivas después de una época de supuestas herencias desastrosas. Nos encontraríamos, pues, ante una especie de apóstol salvador que, no sólo nos haya librado de una herencia horrible, sino capaz de construirnos un futuro decisivamente mejor. Esta lectura de lo acontecido en este tiempo de sobresaltos coincide con la que, sin moverse del adormilamiento en su triclinio, gusta a Peridis en sus tiras:  simplemente esperando a que pasaran por delante los cadáveres de sus enemigos, ha vuelto a donde estaba. Esta vuelta a la presidencia del Gobierno constituye a todas luces un milagro, como el del San Isidro rezador al que los ángeles le hacían las labores del campo.

Los vigías
En realidad, estamos  ante una continuidad de sí mismo y de los hábitos de cuando disponía de mayoría absoluta.  Tomando como referencia los asuntos educativos, siempre reflejo de lo que sucede en tantas otras decisiones políticas, observen, por ejemplo, que acaba de comprometerse con dar “un impulso a la Formación Profesional, de manera que 100.000 alumnos puedan acceder al sistema de la FP dual que tan buenos resultados ha dado”. En la realidad, sólo un 1% de alumnos estudian esa FP Dual que, si como apuesta por la reducción del paro juvenil es un fracaso, como manera de aparentar que el fracaso escolar se ha reducido lo es más todavía. Nada ha dicho, además, del fraude que supone vender como bueno lo que no pasa de averiada ruta cerrada para la parte más frágil de los alumnos que frecuentan la enseñanza obligatoria, los del fracaso previsible desde antes de que hubieran nacido.

Y al reclamar que se le apoye en la “exitosa” legislación que ha creado en su etapa de Gobierno anterior, el CS´ y el PSOE, por coherencia con su voto de este 29 de octubre, se han atado las manos para ir a remolque so pena de “irresponsables” tantas veces como Rajoy quiera. Ya ha mostrado en varios momentos, y hoy mismo, su tentación de presionarlos en esa dirección. Ambos partidos, por mucho desgarro interior que muestren respecto a sus afiliados, simpatizantes y votantes, han optado oficialmente por tomar como orientación vital la visión de la realidad española que solo el actual ocupante de La Moncloa es capaz de tener. Desde tan privilegiado lugar, Rajoy renueva así su calidad de “lucecita” orientadora de los destinos de España, con monaguillos cuidadosos de que ese pábilo se mantenga encendido, a prueba de españoles que desluzcan labor tan patriótica.

Que no sea lo mismo España y los españoles no ha parecido inquietarles, pues como grumetes que trabajarán para que la nueva Legislatura se atenga al rumbo prefijado, no han reparado en que las leyes estrella de Rajoy no han tenido el éxito que pregonan sus más allegados beneficiarios. Ahí está, por ejemplo, la LOMCE. Son sobrados los estudiantes, padres y profesores -y no menos importantes democráticamente hablando que los más selectos ciudadanos-, que no la ven idónea para el momento actual. Por más que lleve en su acrónimo la idea –sin duda peculiarmente sectaria- de entender que lo legislado es “el” modo de “mejorar” el sistema educativo, la protesta contra las reválidas del pasado día 26 sólo ha sido el comienzo de lo que sus mejoras  producen en la gran mayoría de españoles de España.

Otro ejemplo significativo, por afectar al núcleo del sistema democrático, ha tenido lugar en este mismo día 29 de octubre, en paralelo a la votación favorable a la presidencia de Rajoy. El PP y su Delegada en Madrid –en muy mal ejemplo simbólico- aislaron el Parlamento de la gente que protestaba. Puede que no sea esta la mejor manera de mostrar un descontento agudo por parte de la ciudadanía. Pero, en todo caso, ahí quedará plasmada la distancia creciente de este Gobierno en ciernes y las necesidades urgentes que muchos estiman no estarse atendiendo: como si ni vela se les haya dado en lo que entienden entierro de sus esperanzas para recuperar derechos sociales.

En definitiva, el paisaje que se ha comenzado a dibujar de la nueva Legislatura no deja de ser una continuidad displicente y bastante obscena en cuanto a recortes del bienestar social, dadas las circunstancias en que el PP se ha desenvuelto. El liderazgo ejercido por el nuevo Presidente -en su partido y entre los españoles- durante todo ese tiempo ahora judicializado a causa de la Púnica, tarjetas black y la Gürtel, está al parecer políticamente amortizado en gran medida con los resultados electorales del 26-D. Pero era manifiestamente mejorable desde el punto de vista moral, el más saludable para la convivencia democrática. Que lo era también en el plano legal, lo está haciendo ver lo que se ve y oye en la Audiencia estos días. Y es a todas luces, en todo caso, un mal ejemplo para expectativas fiables de mejora exigible en el tiempo que comienza.

Un renovado costumbrismo

En consecuencia, el resultado de lo votado en el Congreso entre las 20 y 20,30 hs. del 29 de octubre sobre la confianza que merecía la candidatura a la Presidencia del Gobierno presentada por Felipe VI, con 170 votos a favor, 111 en contra y 68 abstenciones, no deja de ser polémico. En el reciente cambalache, han destacado Antonio Hernando desmintiéndose a sí mismo, un Pedro Sánchez casi llorando en su despedida parlamentaria y el resto de los representantes políticos manejando una aritmética que da el Gobierno a un Rajoy muy tocado en cuanto a confianza ciudadana.  Es verdad que tiene la oportunidad de sacar adelante su programática autoprofecía continuista: suspender sí, pero derogar no. Y salvo leves matices, está iniciando su rumbo hacia lo que sobradamente conocemos. Pero el riesgo de lo sucedido en este inquietante día también es el de que este continuismo acabe siendo entendido por los ciudadanos como paisaje folclórico, inalterable en las distancias crecientes respecto a unos dirigentes encerrados en sí mismos. Cabe, incluso, que la LOMCE deje pronto la enseñanza como unos zorros, como solía decir Julián Moreiro. Salvo que profesores y maestros –y otros muchos profesionales en otras áreas sociales comprometidas- sigan mostrando con su trabajo que hay todavía mucha democracia inexplorada para vivir mejor. No será fácil, pero cabe esperarlo….

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