Manuel Menor nos envía su nuevo artículo:
Esta neodenominación
recuerda las negaciones evangélicas de Pedro. Enmarcará la revisión del pasado
del PSOE y, también, no pocas de las decisiones que de inmediato adopte.
Pedro negó a Jesús, tres
veces en vísperas de la Pasión y lo
predijo el mismo Cristo antes de ocurrir (Mt. 26, 33-35). Antes de las 15 hs.
del 23.10.2016, era posible otra hipótesis para interpretar el lánguido
discurrir del PSOE desde 2008, pero en ese momento preciso -las 15 hs. de este 23
de octubre- su máximo sanedrín votó que 96 no son 137. Esa distancia de 41 votos
marcará que al PSOE se le pueda denominar en adelante el “Partido del no”. Y
como quiera que las definiciones negativas indican pérdida de valor o, al
menos, de presencia social, esto significa que su consistencia en el panorama
político inmediato muy probablemente disminuya significativamente más de lo que
lo ha venido sucediendo, con mayor intensidad desde la mitad de 2011.
¿No es no?
La denominación como “Partido del no” se la impusieron sus
contrincantes, sobre todo los de la derecha del espectro político aunque no
sólo, desde que su desfenestrado líder Pedro Sánchez acentuara esa línea
confusa de actuación frente a la posible investidura de Rajoy, especialmente
desde el 26-J: “no a Rajoy”, “no
a un gobierno de la derecha”. Se la repetían para expresar falta de
responsabilidad con España, a modo de terquedad personal. Pero sobrevinieron
las declaraciones y conspiraciones internas de miembros destacados de su propio
partido, a favor de “la responsabilidad” e, incluso, a favor de presuntos
derechos del partido más votado –que la Constitución no preceptúa- por la
“gobernabilidad” de España, resignándose a ser “oposición” por no disponer de
votos fiables. Los alegatos internos, con dimisiones incluidas entre quienes
acompañaban a Sánchez en la gestión, arreciaron días antes del dos de
octubre. Y la reversión del no hacia la
abstención en las sesiones de investidura a Rajoy que se avecinan, ha acabado
consolidándose este pasado día 23. En definitiva, el “no” se ha convertido en
sí a la previsible continuidad
conservadora en el Gobierno inmediato. Pronto se podrá ver su continuidad
subordinada con motivo del debate de los Presupuestos generales y otras
cuestiones relevantes como seguramente serán las pensiones o el déficit con
Bruselas, amén de improbables perspectivas de derogación o no de medidas
legislativas como la LOMCE, la Reforma laboral o la “Ley mordaza”. Será de ver
de qué manera se tapa la nariz el PSOE, o no se la tapa y estornuda
violentamente, pero le va a ser difícil desafinar la melodía que el PP lleva en
sus partituras.
OTAN: de entrada no
Si bien se mira, la
denominación como “Partido del no” es ampliable a otras etapas anteriores de su
historia. Puede iluminar no pocas de las decisiones que tomó cuando tuvo
capacidad de Gobierno en 1982, culminando teóricamente la Transición.
Probablemente, también bastantes otras de su historia precedente, incluso la
anterior a que el fundador, Pablo Iglesias Posse, alcanzara su escaño
parlamentario en 1910, y particularmente las crisis de las Internacionales o la
colaboración con la Dictadura de Primo de Rivera. A muchos simpatizantes,
votantes y militantes e improbablemente a cuantos se han afiliado después de 1982,
que siempre vieron al PSOE con perspectiva muy distinta a la que tuvieron sus
fieles anteriores -incluidos muchos de los que conspiraron en Toulouse frente a
Llopis en 1974-, se les vendrán a las mientes acontecimientos en los que
tomaron parte o sobre los que pueden testificar. No se sabe, por ejemplo, qué
forma más parte de las negaciones a que se adscribió en aquella Transición, si su
renuncia al marxismo (XXVIII Congreso, en 1979), o aquel hallazgo del “OTAN de entrada
no” que sesgó el referéndum del 12.03.1986. Fueron dos especiales momentos
en que el “no” sistémico del PSOE fue más allá de lo coyuntural.
¿Cuántos noes ha habido?
No hace falta recurrir a la gestión de personalidades muy
discutibles como Solchaga o el propio Boyer en Economía –un mundo continuista
de neoliberalismo más o menos feroz desde los primeros años sesenta-, de
Corcuera en Interior o de cómo fueron los modos heterodoxos de recaudación de
fondos para el Partido en los tiempos de FILESA y asociados. Es más ilustrativo observar cómo en las
etapas de gobierno del PSOE, las leyes que siempre han defendido como de “su”
estricta gestión progresista tuvieron un alcance normativo limitado y
fácilmente erosionable cuando se produjera la alternativa del PP en el Gobierno.
Esta perspectiva –más claramente aplicable a las de ámbito social- están en los
márgenes del núcleo central de lo económico, pero aportan valiosísimo sentido
al conjunto del corpus legislativo a cualquier observador independiente de toda
obediencia a cualquier Partido con poder.
Repasar la normativa emitida en el BOE en ese tiempo o, mejor, el
registro de las sesiones parlamentarias pertinentes, aporta ahora con mayor precisión –a la luz de
este no último- los límites de
trangresión que la supuesta progresía del PSOE nunca se atrevió a cruzar. Entre
los ejemplos más llamativos están, por ejemplo, la Ley de violencia de género
(Ley 1/2004, de 28 de diciembre. BOE , 29.12.2004), la Ley de Memoria Histórica
(Ley 56/2007, de 26 de diciembre. BOE,
27.12.2007), o las leyes de
Reforma laboral (especialmente el R.D. 10/2010, de 16 de junio, y la Ley
35/2010, de 17 de septiembre). No mentemos el cantoso acuerdo con el PP a
propósito de la reforma urgente del art. 135 de la Constitución, que dejó a
todos los próximos y aledaños confusos con la explicación.
Los nos en Educación
Para entender las políticas educativas pautadas por el PSOE, es
muy pertinente la perspectiva del PSOE como
“partido del no”. Y, para empezar, retomar una de sus indecisiones clave
en los últimos años, pues sigue
afectando de lleno a gran parte del sistema educativo, condicionado por los
últimos Acuerdos con el Vaticano en 1979. El propio Rubalcaba vino a recordar
al salir elegido Secretario General en el XXXVIII Congreso del Partido en Sevilla,
que habría que defender el laicismo del Estado, y volvería a repetirlo a la revista ESCUELA poco después (nº 4.006,
09/01/2013). El propio Partido confirmaría esa línea en uno de los documentos de su
Conferencia política en noviembre de ese año. Quería ser un revulsivo a cuanto venía haciendo
el PP desde que ganara las elecciones en 2011, pero ni habían hecho nada al
respecto en sus propias etapas de Gobierno ni, en la citada entrevista, Alfredo
Pérez Rubalcaba llevó el laicismo del PSOE más allá de que “la religión ha de
salir del currículum y, por tanto, del horario escolar”.
Este amagar y ceder posiciones es visible, adicionalmente, en
buena parte de lo que legislaron en Educación. Siempre hablaron del mucho
“esfuerzo” que les había costado lo que lograron llevar al BOE con alguna
consistencia, signo poco propicio para sostener una gran convicción. Indicios
sobrados hay para establecer que “este Partido del no” se dejó llevar por un
escaso convencimiento de que el de la Educación fuese el principal de sus objetivos.
Valga como ejemplo observar la evolución de la LODE (1985), ley que trató de
poner cierto orden en la política de subvenciones a la enseñanza privada de la
etapa nacionalcatólica que había prorrogado la UCD. Conocido es cómo durante
las etapas de Aguirre y el propio Rajoy en Educación, el alcance y equidad distributiva
de esta ley quedaron gravemente erosionadas en perjuicio de la Enseñanza
Pública. En el reciente libro sobre La formación del profesorado escolar
(1970-2015): peones o profesionales
(La Muralla, 2016), ya quedó indicado cómo los reglamentos de aplicación de la
LODE –cuyo cumplimiento pudo haber exigido el PSOE en su etapa alternante
intermedia- no fueron exigidos, como tampoco el de una rigurosa Inspección
Central que velara por su cumplimiento, con deterioro creciente de las
prestaciones de la Enseñanza pública.
Están luego, entre otros muchas negaciones de los gestores de
Ferraz, dos ceses significativos, el de Maravall (1988) y el de Alejandro Tiana
(2007). Las huelgas de docentes en el mes de marzo del 88, a cuenta de una
homologación salarial decente del profesorado, hicieron que dejara el
Ministerio. A su sucesor Javier Solana, la cuestión básica del dinero
disponible para este efecto no le faltó. Así lo dejó traslucir en la primera
entrevista que sobre estos asuntos concedió José Mª Maravall a ESCUELA en mayo
de 2011. Ha de decirse de paso que, aunque en este momento, el gasto público
destinado a educación alcanzó el 4,4% del PIB, sucedieron noes importantes del
PSOE. Se aceleró, por ejemplo, el ascenso de la LOGSE al BOE en 1990.
Previamente, se hicieron quebrar una
serie de iniciativas y proyectos de reforma que habían promovido con la
participación directa del profesorado desde 1983. Los llamados “Proyectos de Reforma”
se habían alimentado durante casi cinco cursos de intercambios de iniciativas,
revisión y evaluación muy inmediata de profesores y maestros participantes.
Pero, a partir de 1987, la urgencia de que apareciera en el BOE aquella reforma
escolar fue dirigida por profesores universitarios. Algo parecido sucedió con
los llamados Movimientos de Renovación Pedagógica, que pronto entraron en un declive
importante, facilitándose así, una vez más, la perspectiva tecnocrática de los
setenta, en vez de educación motivadora de la renovación social.
La propia LOGSE, tal como acabó saliendo en el BOE y, sobre todo,
tal como se ejecutó después de su implantación, llevaba implícitas con estas
marcas dos severas condiciones. Una, que no contó con las medidas económicas
oportunas. Y la segunda, que se encontró de inmediato con una recia oposición
en todos los frentes, siendo una de las más fuertes la de un profesorado
desmotivado y falto de la preparación adecuada para asumir los nuevos roles que
esta ley trataba de imprimir si quería superar el formalismo burocrático.
Todavía hoy, una buena parte de las réplicas y contrarréplicas que entrecruzan
los debates educativos tienen como referencia central aquella ley de 1990, como
si del origen de todos los desastres educativos se tratara.
En cuanto al cese del muy competente Alejandro Tiana en 2008 como
Secretario General de Educación, después de haber parado la Ley de Pilar del
Castillo (LOCE) y haberse dedicado a reconstruir un amplio consenso para
la LOE (Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo. BOE, 04/05/2006), habría de explicarse por qué esta ley se
queda tan retórica siempre que habla de “calidad educativa” y labor
indispensable de los profesores para llevarla a cabo. Y también algo que, conceptualmente, es más
duro de admitir a cuantos contemplan la historia de la educación española.
Aparentemente es muy simple; una conjunción ilativa, la “y”, que equipara ante
el Estado a la pública y privada-concertada, da sentido al art. 108.4 de esta
Ley. Es la educación –dice- un servicio público, pero “que se realizará a
través de los centros públicos, privados y concertados”. Este plano de igualdad
lo aprovecharán las posteriores modificaciones de WERT en la LOMCE (Ley Orgánica 8/2013, de 9 de
diciembre. BOE, 10/12/2013) para acentuar el desequilibrio entre ambas redes
del sistema e introducir fácilmente otras variaciones significativas, como la
de una selección del alumnado, un papel menos autónomo del profesorado y un
acento mayor de la Religión. Como siempre, una de las consecuencias de los noes
del PSOE, es que preparan el camino a los síes del PP.
¿Y después de la
abstención?
Es evidente, pues, que el cambio del “no es no”, al no pero sí
de la abstención que ahora va a tener lugar, no es nuevo. Nadar y guardar
la ropa siempre es un problema, como repicar las campanas y estar a misa,
soplar y sorber o demás metáforas que el refranero ha acumulado como signos de conducta
atrabiliaria. Bien es verdad que en política, a veces, parece que todo vale y
la propia Susana Díaz, adalid de este relevante cambio último, se ha inclinado
por aquel tópico dudosamente atribuido a Maquiavelo, y que con certeza defendió
Baltasar Gracián en 1647 cuando dijo que “todo lo dora un buen fin, aunque lo
desmientan los desaciertos de los medios”. No se puede pasar más tiempo sin
Gobierno: es necesario –dijo la presidenta andaluza- que se resuelva la
cuestión de la gobernabilidad, “más
allá de cómo se haga o deba hacerse”.
Con estos 137 votos cosechados en el Comité Federal último del
PSOE, se pondrá fin al bloqueo actual que había a que se formara un Gobierno
del PP, con Rajoy al frente y en unas circunstancias de desmoralización
creciente por la ejemplaridad diaria de tanta gente relevante en los juzgados.
Las dudas aumentarán para el valor del PSOE como organización respecto a lo que
haya sido su trayectoria de servicio relevante a la sociedad hasta ahora. Y no es nada improbable que la previsible
continuidad en los noes se traduzca en un apartamiento mayor. Los sucesivos
intentos de aproximarse a las reivindicaciones que la ciudadanía expresó más
fuertemente a partir de mayo de 2011, fueron mostrando que ha tenido gran
dificultad para conectar con los problemas que más la han tensado desde
entonces. Ni en lenguaje ni en formas, y tampoco en personas y programas propuestos, ha
logrado encontrar el tono y modos adecuados. No sería extraño que, por este
camino de estos noes, vaya quedando crecientemente fuera de juego, achicado en
un espacio con las dos bandas prácticamente ocupadas.
El panorama político –y sus consecuencias para Educación- tienen, por tanto, todas las posibilidades de
volver a reiterarse, como si de un paisaje folklórico se tratara, con
características similares a las vividas en estos últimos años. Todo indica que
ni a los sindicatos docentes o estudiantiles, ni a MAREAVERDE, les van a faltar
motivos para tener trabajo sobrado: casi todo lo que han reivindicado sigue
siendo como ha sido, invariable con la muy dudosa tradición de “mejoras” a que prohombres como Wert o Méndez de Vigo han
querido acostumbrarnos. Para empezar, el próximo día 26 ya está convocada la
primera huelga importante de este curso.
Manuel Menor Currás
Madrid, 23.10.2016
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