La dignidad vuelve a la calle porque el Gobierno no ha dado ninguna respuesta a las necesidades populares. Porque la situación es insostenible para millones de personas
Los tiempos oscuros que vivimos obligan a salir a la calle, que es uno de los mejores sitios para protestar. El movimiento de las Marchas de la Dignidad convoca de nuevo a la clase trabajadora, a la ciudadanía y a los pueblos. Se ha organizado una semana de lucha del 24 al 29 de noviembre que culminará el sábado 29N con una manifestación en Madrid que se prevé inmensa. Hay que recordar que el 22 de marzo participaron más de un millón de personas.
La dignidad vuelve a la calle porque el Gobierno no ha dado ninguna respuesta a las necesidades populares. Porque la situación es insostenible para millones de personas. Porque la herencia del Gobierno de Rajoy es insoportable y urge impulsar el cambio político. Porque siguen siendo válidas y urgentes las demandas por las que se convocó el 22 de marzo: pan, trabajo, techo… dignidad.
Las cosas desde entonces no han dejado de empeorar. El paro y la pobreza no remiten y afectan al 24% de los trabajadores y casi a la cuarta parte de la población; sigue el exilio laboral de nuestros jóvenes; la reforma laboral y de pensiones sigue empobreciendo a amplias capas de trabajadores activos y pasivos; no cesan los recortes contra servicios públicos esenciales como educación, sanidad, dependencia; siguen enajenando el patrimonio de todos con las privatizaciones.
Continúan los desahucios masivos a un ritmo de 150.000 al año. Cuando en un país se puede dejar a una anciana de 85 años en la calle, como ha pasado con Carmen Martínez, de Vallecas, y la tienen que rescatar unos futbolistas, difícilmente se puede hablar de democracia y de Estado de Bienestar.
Aquí no hay más recuperación que los beneficios de las grandes empresas del Ibex, para las que gobierna descaradamente el Partido Popular. Acabamos de conocer que las empresas ganan un 64% más hasta septiembre, mientras que los salarios suben sólo el 0,6%. Uno de los casos más paradigmáticos, por escandaloso, ha sido el colocar a todo el Estado al servicio de la multinacional Repsol para sus prospecciones petrolíferas en aguas de Canarias. Aunque las encuestas dicen que el 75% de los ciudadanos canarios están en contra, el Gobierno del PP ha negado la consulta con la amenaza de volver a utilizar al Tribunal Constitucional. También ha utilizado la Marina para impedir de forma brutal cualquier protesta, tal y como ha denunciado Greenpeace.
En medio de este saqueo a la población, la corrupción llega a cotas estratosféricas. Cada día nos indignamos con un nuevo escándalo de la rancia clase política. O con regalos gubernamentales a las empresas, como los 3.000 millones perdonados a las eléctricas o los 1.300 millones indemnizados por el proyecto Castor o el rescate a las entidades financieras (no devuelto) y a autopistas ruinosas.
Para intentar aplastar la protesta se procesa a cientos de trabajadores por ejercer el derecho de huelga. Y se quiere aprobar una ley mordaza a la carrera en el Parlamento, aunque sea una norma que atenta contra derechos democráticos fundamentales e instaure un estado policial.
Pero afortunadamente la situación política está cambiando. El PP está desgastadísismo y la mayor parte de sus dirigentes, desprestigiados y amortizados. El PSOE no levanta cabeza, lo que le obliga a colocarse en contra del artículo 135 de la Constitución. Hay una expectativa de cambio para la izquierda que la debería obligar a unirse para que no se frustren las esperanzas populares.
Es, por tanto, el momento de recuperar la movilización por muchas razones: para defender causas justas y para impulsar el cambio político. Sin movilización no hay garantías de que se produzca y de echar a la derecha. Sin un apoyo popular activo y masivo no se podrá aplicar el programa de transformación social que necesita este país y vencer las resistencias y dudas que aparezcan. Sería un error confiarlo todo al resultado de las urnas en la recta final de 2015.
Por todo ello, se necesita continuar resistiendo las agresiones sociales y exigir que se revierta la situación y se recuperen derechos. Lo que nos robaron con el BOE hay que recuperarlo con el BOE. Hay que seguir luchando por la regeneración democrática del país. Recuperando la acción política para los trabajadores y la ciudadanía, para que no quede en manos de incompetentes, interesados o corruptos. Abandonar ese espacio ha tenido graves consecuencias para todos. Ahora es el momento de salir a la calle a pasearnos a cuerpo, que diría Gabriel Celaya, para anunciar un tiempo nuevo.
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