La exhumación de Franco
del Valle de los Caídos, un alivio para muchos, suscita rémoras que, por diversas
razones, han encontrado acomodo social.
Lo preocupante es que una parte significativa de esa herencia sigue
viva en la cultura educativa y sin mucho ánimo de que cambie.
Presente
Los análisis de los libros escolares de Historia recientes siguen
detectando múltiples modos de interpretación de lo acontecido en el primer
tercio de siglo español que condicionan el relato sesgado de los otros cuarenta
que les siguieron. Lo advirtió en 2016 Fernando
Hernández en alumnos que llegaban al máster previo para ser profesores, con
un conocimiento débil y fragmentario de la España actual: el tipo de
conocimientos adquiridos en las etapas anteriores a los 18 años había sido
deficiente en muchos casos. Y en el documental de Alessandro Pugno, sobre la escolanía
del Valle, A la sombra de la cruz, es bien patente la supervivencia no
tan arqueológica que en ese centro tiene la educación en general y la de la Historia
en particular.
Si a esta constatación se le añade el análisis de Emilio Castillejo sobre
lo que en esa área de conocimiento se enseñaba en los 40 años anteriores, se podrá
entender la ancilaridad asignada a esta disciplina, a modo de prolongación apologética
de lo que las conocidas como “tres Marías” tenían asignada para enaltecer el
triunfo antirrepublicano. De entonces
acá, el desarrollo curricular español cuenta, como un hito, con los sofismas
que Esperanza Aguirre manejó –de manera muy rentable para su provecho político-
en aquel caballo de Troya que, en octubre de 1997, llamó
Plan de Humanidades. Y, para más desconcierto, suele ser más
habitual de lo conveniente que, entre las cansinas críticas frecuentes, sobre
todo entre líderes y grupos políticos con poder en las Consejerías de Educación,
surjan turbias diatribas sobre “doctrinarismo” en la enseñanza de esta materia.
La exhumación de Franco en Cuelgamuros, con no ser un
acontecimiento histórico relevante, mirada
con este espectáculo de fondo sí muestra la irresponsabilidad de cuantos, si no
lo enmiendan, tienen algo que ver con la enseñanza de la Historia en un país
que quiere vivir democráticamente. Algo falla cuando, después de tantos años de
retraso para proceder a este cambio de enterramiento, se afronta frívola y partidariamente,
pese a que la situación no cumplía los mínimos de ejemplaridad que en
democracia cabe exigir para el empleo del dinero público.
Pasado
Tampoco puede decirse que el trasfondo de recursos y tiempo
invertidos en el plan faraónico de exaltación martirial de “los caídos” en la
guerra del 36, haya sido un episodio anecdótico o justo. Desde 1940 en que se
empezó la obra, a 1959 en que se inauguró, Daniel Sueiro dejó
bien explícito en 1976, en La verdadera historia del Valle de los Caídos,
el testimonio de los que participaron en aquella construcción, de modo que
no tienen cabida muchos de los infundios que andan por las Redes. El historiador
Nicolás
Sánchez Albornoz, quien en agosto de 1948 protagonizó una bien conocida
huida de aquel campo de trabajo –llevada al cine por Fernando Colomo en Los años bárbaros- todavía es un
extraordinario testigo de lo que allí aconteció. Merece la pena advertir,
además, que, en 1957, se firmó el convenio con los benedictinos a fin de solemnizar
la atención religiosa al monumento funerario, razón por la que todavía
perciben 340. 000 € anuales de Patrimonio Nacional, lo que puede explicar
en parte algunas exaltadas opiniones emanadas de ese entorno.
No menos elocuente es la serie de fechas que, desde el 23.11.1975,
en que es enterrado Franco, han servido de contexto a lo acontecido en torno a
aquel lugar. No es la de menor valor que el 29.12.1978 hubiera
entrado en vigor la Constitución Española actual. En el debate de su
articulado -en que el
del 27 es bien conocido-, quedó clara una voluntad de entendimiento y
confianza mutua entre discrepantes políticos. Ese clima, sin embargo, fue variando
al albur, sobre todo, de los problemas
con el terrorismo, los de corrupción o los del independentismo, en que el
recurso a la memoria del pasado ha sido utilizado ad libitum. Un punto de
inflexión importante tuvo lugar cuando las asociaciones de memoria histórica –por
ejemplo, ARMH
en diciembre de 2000, o AMESDE tres años más tarde- empezaron a tener
alguna presencia mediática e incluso reconocimiento de la ONU con sus reclamaciones
de justicia con los perseguidos y ejecutados por el franquismo. La Ley de Memoria
Histórica, en diciembre de 2007, podría ser considerada un espaldarazo
tardío, pero incompleto, a esas razonables reclamaciones cuando habían transcurrido 29 años.
Hasta que acontece esta exhumación, entre resistencias expresivas de
distintos tipos de afines y deudos, han pasado otros doce años, en cuyo
transcurso se han sucedido el Informe
de noviembre de 2011 -en que una Comisión de expertos recomendó la exhumación-,
y que en 2013 fuera rechazada –por “no urgente”- una proposición no de ley al
respecto, hasta que, en 2017, otra similar fue aceptada, pero con oposición
bien significativa. Y desde el 18 de junio de 2018, en que el PSOE anunció su
propósito de hacer efectivo el traslado, la serie de obstáculos que, in extremis, se sucedieron hasta que el
Supremo resolvió el 24.09.2019, es bien indicativo de cómo un asunto de los muy
anclados en el pasado más conflictivo pretende ser utilizado todavía en contra de
un saber histórico razonable que sustente una convivencia democrática en igualdad.
Es un mundo al revés.
Futuro
Sánchez Albornoz decía hace algo más de un año, en la entrevista
citada, que el Valle de los Caídos “no puede ser como Arlington en EEUU. Es una
idea absolutamente ridícula”. Los orígenes de aquel cementerio, cuya
construcción se inició en la Guerra de secesión, son muy distintos;
comparativamente, no tienen nada que ver. El futuro del Valle de los Caídos
debiera ser considerado, antes que una cuestión de memoria y de continuidad
divisoria entre vencidos y vencedores, como una cuestión de Historia; tiene
sobrada documentación acerca de la significación que se quiso imprimir al lugar
y a su denominación desde 1940. De todos modos, tres significantes relevantes
han de ser tenidos en cuenta. En primer lugar, las varias decenas de miles de
personas allí sepultadas y no precisamente de manera honrosa para todos y sus
familias. En segundo lugar, el destino de los monjes
que hasta ahora allí estuvieron dando color al espacio funerario. Y en
tercer lugar, los elementos más explícitamente laudatorios que pro parte tiene inscrito el conjunto
arquitectónico y escultórico. De los tres, tal vez el tercero sea el de más
dificultades a resolver, además de la atención que exija el deterioro que sufre
el material constructivo. En todo caso, el Informe
que la citada Comisión de Expertos hizo en 29.11.2011, bien puede servir
para iniciar un necesario proceso reconversor como espacio de la Historia.
Todo lo cual sería de corto alcance si no se coordinara con una
labor sistémica, al menos, en dos direcciones. Una, más difusa, orientada a que
la derecha política se conciencie de que ser constitucionalista vale de poco
si, queriendo mostrarse demócrata, no rechaza la dictadura y el autoritarismo:
después de 1978 son pocos los que lo han hecho en público sin que sonara a
retórico. En ese trabajo, a la izquierda habría de planteársele que fuera
responsable y más exigente en los conflictos que atañen a derechos y libertades,
empezando por la de conciencia y la defensa de lo público. Respecto a lo pactado en la CE78, bien se ha
visto quien evoluciona y quien no respecto a la etapa franquista. Según para
qué se invoque el respaldo constitucional, proclamarse constitucionalista es a
menudo confuso e insignificante. La otra dirección, más sencilla pero pedagógica
para todos, debiera ser una revisión conjunta de la enseñanza de la Historia y,
cómo no, de una imprescindible Educación
para la Convivencia, como se llamó al proyecto experimental de enseñanza constitucional entre 1983 y
1987, en parte similar a la Educación
para la Ciudadanía de 2004. Si no se enseña un razonable conocimiento del
pasado y su engarce con nuestro sistema democrático, el riesgo de que se
evapore pronto el valor de este es muy alto.
TEMAS: Historia Actual. Enseñanza de la Historia. Valle de los Caídos.
Educación para la Ciudadanía. Constitución de 1978.
Manuel Menor Currás
Madrid, 23.10.2019
No hay comentarios:
Publicar un comentario