Tozudez
manifiesta es empeñarse en sostener lo insostenible
Díaz-Ayuso
había mostrado lo retórica que era la calidad educativa de sus mítines.
Igualmente impropia es su alusión a los incendios de iglesias.
Las pautas de comportamiento de los neoconservadores son mejor
conocidas desde que Galbraith las mostró
en La cultura de la satisfacción (1994);
desde que Lakoff sintetizó sus estrategias semánticas en el uso de las
metáforas conceptuales en No pienses que es un elefante (2004); o desde el análisis de los
métodos con que suelen actuar contra un Estado de Bienestar razonable, que Naomi
Klein mostró en La doctrina del schock (2007).
A veces, sus peones se pasan en fervor., sobre todo si están en tiempo de
merecer.
Calidades retóricas
Este capitalismo del desastre pronto fue dado a conocer por el PP
a través de las conferencias y actividades de la Fundación para el Análisis y los
Estudios Sociales (FAES), un Think-Tank
permanente liderado por José María Aznar. El ensayo práctico de su
neoliberalismo lo han ejercitado de manera preferente en la Comunidad de Madrid.
Mientras en Sanidad iban haciendo una gestión de ese cariz, en la Consejería de
Educación introdujeron esa ideología desde bastante antes de que Wert sacara
adelante la LOMCE en 2013. José Luis Pazos, expresidente de la CEAPA Giner de los Ríos, reprodujo en No nos callarán la serie completa de
todas las tropelías que en nombre de “la calidad”, “la excelencia” y la
“libertad de elección de centro” pusieron en funcionamiento.
El último epígono en ese desarrollo es Isabel Díaz-Ayuso. Testigo
de la continuidad de esta praxis son –entre otros asuntos- los paros que en el CEIP Montelindo, de Bustarviejo, ha
llevado a cabo su profesorado en este comienzo de curso. Este conflicto
testimonia, por otra parte, cómo les ha sido indiferente la invocada crisis
económica. Todo les vale de pretexto menos la Ley 4/2019, del 7 de marzo último
(BOE del 07.03.2019), que proponía mejorar las condiciones de los centros
después de que los decretos de recortes las hubieran rebajado en 2012. Dada la
mejoría económica, debía afrontarse la reversión de aquellas medidas para que
desarrollaran bien los derechos del alumnado. En Bustarviejo –y en el resto de
centros públicos- esa Ley ha sido un mero brindis al sol. Las políticas
neoliberales –como analiza Marta Moreno- siguen mostrando al alumnado de la Pública múltiples signos de
desigualdad frente a sus homólogos de la Privada y Concertada. La inestabilidad
política, y que cada Comunidad sea un reino de taifas, facilitan que el uso del
dinero público alimente la retórica educativa de la nueva presidenta de la
Comunidad madrileña, del mismo modo que financió la de su mentora, Esperanza
Aguirre.
Donde más luce sus habilidades es en este momento twitero y no muy
expectante de lo que ocurra el 10-N. Por ver de arañar escaños en su propio
entorno político, su facundia se enreda entre el proselitismo y contentar a sus
socios de Gobierno. Eso explica su última gran aportación cuidando de que la
Sra. Monasterio, de Vox, se sintiera complacida al ver como relacionaba el
episodio último de Cuelgamuros con una imprecisa quema de iglesias. Pero se le
fue la sinapsis, el hablar sin pensar, y el despropósito fue tal que, desde su propio partido se han molestado, supuestamente los más leídos. Ella misma ha
pretendido disculparse alegando que el haber dicho que podrían arder
iglesias, había sido un “argumento retórico llevado al extremo” para criticar que se hablara tanto de la
exhumación de Franco.
Disculpas y olvidos
Pero el remiendo no sirve
de nada, porque el adjetivo “retórico” expresa, ante todo, lo muy cuestionable
que fue aquella intervención ante la Asamblea madrileña. De las siete
acepciones que le atribuye la RAE, la nº 3 le va bien a lo allí expresado, al hacerla
equivaler a “vacuo, falto de contenido”. Mejor le va la nº 6, pues la Academia
acepta el término como despectivo para señalar el “uso impropio e intempestivo de
la retórica”. Y la nº 7 –si se usara en plural- también le vendría bien, pues
señalaría coloquialmente ”sofisterías o razones que no son del caso”. Todas le
cuadran bien a lo que dijo Díaz-Ayuso.
Las otras cuatro acepciones no son, sin embargo, pertinentes por
tener que ver con los usos literarios. Si la retórica –según definición de la
propia RAE en la acepción nº 4- es el “Arte de bien decir, de dar al lenguaje
escrito o hablado eficacia bastante para deleitar, persuadir o conmover”, ni
acudiendo a la Institutio oratoria de Quintiliano
–uno de los padres de esta disciplina- se puede conseguir que lo dicho por
Díaz-Ayuso se le parezca. Diríase, más bien –y es confusión grave en una
licenciada en Ciencias de la Información-, que haya sido pura Sofística, o como
teorizó Schopenhauer, Erística, para referirse a ese conjunto de artificios -tan bien conocidos desde antes
de Sócrates- para tratar de mostrar a los demás que se tiene siempre razón, aunque
objetivamente no se tenga, y desacreditar, de paso, a los adversarios; si es
preciso, mintiendo o, sin mentir del todo, tomando la parte por el todo u
ocultándose bajo alguna estratagema. En eso consiste el juego -atribuible según
el filósofo prusiano a tozudez y otras sinvergonzonerías- con que quienes
tienen poco que decir alborotan tratando de engatusarnos. El tiempo dirá si, al
vaciado de Retórica que muestra esta señora, se han de añadir los posibles
rotos que bastantes noticias de prensa han detectado en su real CV.
Por olvidos menos relevantes, la DGT quita puntos. A los ciudadanos,
en general, les hubiera gustado otro tipo de argumentos sin tanta confusión
manifiesta. Pretende ocultar ahora que lo que dijo no lo dijo o que lo que dijo fue sin querer. Pero si tanto le preocupa
el patrimonio gestionado por la Iglesia, bien pudo mentar los desmanes de todo
tipo que ha sufrido en otras etapas de la Historia, y en particular en la postguerra.
Por ejemplo, la venta, rapiña y descuido de los años que siguieron a los
cambios litúrgicos del Concilio Vaticano II, en que imágenes y piezas de culto
pasaron a ser “antigüedades” que desaparecieron de la vista de los fieles: Erik el Belga lo cuenta en sus memorias. También pudo mencionar –y no lo hizo- el
amor mostrado al Museo del Prado en la Guerra, cuando la aviación franquista le
arrojó bombas contra las precauciones de la República. Y, sobre todo, pudo referirse a cómo
muchos objetos artísticos y pinturas que entonces se habían preservado siguen
en paradero desconocido. En un congreso celebrado estos días en este museo, se acaba de explicar
ampliamente. A Gaya Nuño le hubiera encantado poder añadir esa documentación a la mucha que investigó para esclarecer esa tendencia a hacer que parte de
nuestro patrimonio cultural esté a mejor recaudo fuera de España. Con una
memoria tan selectiva como la de Isabel Díaz-Ayuso, seguirá siendo factible.
Tanta retórica sería para reírse si no fuera lamentable.
Manuel Menor Currás
Madrid, 08.10.2019
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