Este
Gobierno habrá debido concretar, en menos de tres meses, si la “demanda social”
se ha de atener a la LOMCE o a las necesidades de los ciudadanos.
Es un problema que arrastra el mucho ruido: pocas nueces. Pocas sanas, claro, que son las que menos ruido
hacen. Insano es a estas alturas, por ejemplo, el sistema de oposiciones que,
una vez más, fue puesto en marcha este verano para empezar a cubrir el déficit
de profesorado. Los resultados no se corresponden con las expectativas ni,
sobre todo, con el proceso seguido. “Escabechina” y frustración son los términos con que se ha reflejado en la prensa. La opacidad
de criterios de evaluación y la indefinición de perfiles docentes que se
deseaban parece que buscaran la indiferencia de los sometidos a esa criba penitenciaria.
Pronto volverá a invocarse el sacrosanto MIR educativo a modo de talismán
mágico y que así, sin debate de lo que deba ser la formación sólida del
profesorado y su correspondiente carrera profesional bajo pautas normalizadas
en un Estatuto de la Función Docente, desaparezcan los problemas. Pero las
culpabilidades de la dejación, sus vergüenzas y destrozos, seguirán alcanzando al trabajo
en las aulas.
La prueba de que no interesan las nueces y sí el ruido la pone el
matraqueo que vuelve, tan antiguo como el sistema de enseñanza, a recordar su
inamovilidad previa a 1857. Es la herencia que pretende cronificar la LOMCE como
expresión “mejor” del artículo 27CE aunando presencia excesiva de la Religión
en el currículum, segregación de alumnos y alumnas en colegios que reciben
recursos públicos, erección de centros educativos en nombre de una particular
“demanda social” exclusiva, mientras –en paralelo- la red pública se ha hecho
más subsidiaria de la privada y concertada. Esa tradición de antes de la Ley
Moyano, que sitúa al 68% del alumnado en una categoría alejada de lo que exige
el derecho universal de la educación -y
como nicho propicio para ampliar su rentable privatización-, vuelve explícita
al debate político para seguir condicionando el sistema educativo y sus baremos
de cualificación intrínseca. Esa historia, tan conocida como obviada, es la
analizada en El artículo 27 de la Constitución: Cuaderno de quejas (Madrid: Morata,
2018).
Demanda social
Ha bastado con que Isabel Celáa anunciara que planea modificar el
artículo 109.2 de la LOMCE para retomar uno de esos ingredientes –el de la
supuesta “demanda social” en que apoya su crecimiento la enseñanza concertada,
con sus criterios e idearios privados-, para que se suscitara la “sorpresa,preocupación e indignación” de la patronal de las Escuelas Católicas. Lo
sostenido en el boletín de esta organización durante años nunca lo hiciera sospechar. Tampoco, las palabras del entorno ministerial,
donde aseguran defender a la concertada. Y regresan los tópicos que, en el siglo XIX,
llenaron las Actas del Congreso de los Diputados –más después de la encíclica Divini illius Magistri-, que tan bien estudió Yvonne Turin. La prensa adicta reanuda aquellas manidas cantilenas
de la “libertad de elección de centro” por parte de las familias y “la calidad
educativa”, indiferente a la gran diversidad de medios que existe -incluso de
unos a otros centros en la misma red- para atender a que los niños y niñas
nunca empiezan de cero -en estricta igualdad entre unos y otros- sin hándicaps
ni grietas socioeconómicas diferenciales, ajenos al capital cultural
concomitante. El tercio de niños en riesgo de exclusión –que de vez en cuando
suscita atención, porque Cáritas o Save the Children los mencionan- ¿a quién corresponden escolarmente?
El balance de éxito de las expectativas que el nuevo Gobierno ha
abierto exige más que gestos verbales antes del nuevo curso. No residirá en que
todo cambie para que –como planteaba el “pacto educativo” de Méndez de Vigo-
todo continúe igual. Para que el sistema público esté bien dotado y resulte
atractivo, el equipo de Celáa tendrá que definir, antes de que se cumplan los
100 días de su toma de posesión, si reparte las cargas en igualdad y corta
privilegios y desidias. De no hacerlo, este cambio, espantado por el fuerte
ruido, ni llegará a mantra.
Manuel Menor Currás
Madrid, 15.07.2018
No hay comentarios:
Publicar un comentario