Julio Rogero es maestro de educación primaria y miembro activo del colectivo Escuela Abierta, perteneciente a los Movimientos de Renovación Pedagógica. También ha sido director del Centro de Profesores de Getafe. Durante más de 40 años no ha dejado de luchar por la dignidad del profesorado, del alumnado y por una escuela pública humana y de calidad.
¿Cómo describiría el panorama que muestra hoy en día la escuela pública española?
Es una respuesta compleja. Aunque no es igual en todos sitios, sí que hay una misma concepción en torno al concepto de escuela pública. En España, es de bastante calidad, a la altura de otros muchos países. Otra cosa es si asociamos la calidad de la escuela pública con los resultados que aparecen en las pruebas internacionales, que, a mi modo de ver, se usan para desprestigiar a la escuela de titularidad pública.
En los últimos años, la incidencia de la crisis ha sido grande y se ha usado para debilitar explícitamente a la escuela pública que queremos construir desde el movimiento de transformación de la educación. Las mismas leyes, como la LOMCE, debilitan y eliminan lo positivo que tiene la escuela pública, como garantizar el derecho de todos a la educación. En España, por ejemplo, se envían recursos que deberían estar destinados a la escuela pública a las privadas y concertadas, así se perjudica a los más desfavorecidos, que son los que van a la pública. En este sentido, la escuela pública en nuestro país tiene que dar un giro.
Entonces, ¿la escuela pública actual perjudica a los más desfavorecidos en vez de ayudarlos?
No, al contrario. El concepto de escuela pública beneficia a los desfavorecidos porque es su espacio, donde concretan el derecho a la educación. Otra cosa es que la escuela de titularidad pública que tenemos hoy en día –que no es por la que luchamos y que queremos– tenga muchos defectos, carencias, y que debería ayudar a los más desfavorecidos y sin embargo los suspende, los expulsa y los pone en una situación de inferioridad a la hora de vivir.
La escuela pública debe volcarse en los alumnos y sacar todo lo que tienen de bueno, independientemente de su estrato social. Bajo mi punto de vista, la escuela pública es de superior calidad que la concertada y la privada, sencillamente porque en ella están todos. En cambio, en la privada solo están los que pueden pagarla, los seleccionados para estar allí. En estos casos, son las escuelas las que seleccionan al alumnado y no el alumnado el que selecciona a las escuelas.
¿Para usted en qué país deberíamos reflejarnos?
Yo pienso que ese es uno de los mitos que son intransferibles. Podemos decir: ¡Finlandia, nuestro modelo! Yo creo que no es posible: Finlandia en el año 1905 no tenía analfabetos y España tenía un 70%, son realidades muy diferentes que no se pueden comparar. España tiene que elaborar su propio camino y hay un movimiento en este país que plantea una escuela pública diferente, con el objetivo de que sea potente, de gran calidad y que dé respuesta a toda la ciudadanía. Esta es una tarea que ni en las políticas educativas del ministerio ni en las consejerías de educación tienen clara, es por eso que se mantiene un determinado modelo de escuela pública, porque la clase media-alta no quiere que sus hijos se contaminen con los que ellos consideran inferiores. Por ello, desde las políticas educativas se debería hacer más esfuerzo para favorecer, apoyar y dirigir los recursos al espacio público.
Según dice, vivimos en una sociedad cada vez más capitalista y basada en la economía del beneficio. ¿Qué papel juega entonces la escuela? ¿Es también un negocio?
Claro. En el momento en que se establecen las redes privada-concertada y pública es porque se entiende que en el ámbito educativo hay un negocio. Cuando surge la escuela concertada lo hace como una subsidiaria de la pública porque en aquel momento el Estado no tenía recursos para abastecer una escuela pública que pudiera responder a la universalidad de la educación. Sin embargo, la escuela concertada se ha ido asentando y absorbiendo recursos que se han detraído del espacio público.
El objetivo al que quiere llegar el sistema establecido actual es que la educación sea un espacio de negocio. Hace veinte años la Organización Mundial del Comercio ya calculó que el nicho de negocio de la educación estaba alrededor de los 2 billones de euros, ahora el cálculo es que está entre los 7 y los 8 billones.
El empresariado y la economía quieren aprovecharse de ese espacio de negocio. El problema es que muchas veces, y desde hace tiempo, el desprestigio de lo público es algo programado y organizado para decir que la escuela de titularidad pública es de inferior calidad y que para obtener la excelencia hay que estar en el ámbito privado. Son gravísimas todas las políticas de desestructuración y desmontaje de lo poco que se había conseguido en el espacio público en muchos ámbitos. Ahora se quiere convertir todo en una empresa.
Frente a esta situación cada vez más competitiva y que busca ciudadanos empleables, ¿con qué valores estamos educando a los niños y niñas?
Las escuelas responden a los planes educativos, siguen todas las normativas y leyes, y de esta manera forman alumnos competitivos, que buscan el éxito personal y que trabajan desde el individualismo feroz.
Al fin y al cabo, la filosofía dominante en este espacio es: tú eres el responsable de tu éxito, por tanto, esfuérzate y si fracasas es que no te has esforzado lo suficiente. Muchas veces se culpabiliza al sujeto con una culpa que no tiene. El tema es cómo hacemos que la escuela pública dedique sus energías a una concepción educativa diferente basada en sus derechos.
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