¿Qué posibilidades hay de que se aplique una ley, antes de que otro la cambie, que lleva el nombre de un ministro que suscita rechazo visceral en todo el mundo? En los miembros de su Gobierno, en el partido que le ha confiado la educación, en la comunidad educativa en pleno (incluso en las organizaciones educativas próximas ideológicamente a su partido). Y ni qué decir de la ciudadanía, que lo ha votado como el peor valorado del Gobierno, aparte de abuchearle allí por donde va como ministro de Educación, Cultura y Deporte (sea en la ópera, al lado de la Reina; en los eventos cinematográficos, o en cualquier universidad). Un ministro, José Ignacio Wert , que incluso desagrada a intelectuales que nada tienen que ver directamente con la política educativa, como el escritor Juan Marsé (“El Wertiginoso educador me ofende”) o José Luis Sampedro (“Wert es una amenaza para la educación española”).
Wert y la secretaria de Estado de Educación, Montserrat Gomendio, el pasado lunes. / ULY MARTÍN
Pero qué le puede pasar a una persona para dejar de ser el tertuliano polémico e irónico, pero moderado, que le llevó, por la razón que fuera, al presidente del Gobierno a escogerle expresamente a él entre todos los posibles candidatos (se me ocurren un buen puñado que sí conocen la educación y cómo tener mano izquierda) para ostentar un cargo nada menor, el de ministro, y sacar adelante una reforma de la educación que afectará a la vida y el futuro de centenares de niños.
El presidente ya conocía a Wert desde hace tiempo y el ministro ya estuvo vinculado a la política. A tenor de su trayectoria, está muy interesado en ella. Estuvo en UCD y en el Partido Demócrata Popular (PDP). Fue concejal en el Ayuntamiento de Madrid y diputado por A Coruña en el Congreso de los diputados, donde coincidió con el actual presidente.
Aunque no es probable que Mariano Rajoy pensara que Wert se iba a meter en tantos jardines, lo que sí sabía, como exministro de educación, es que tendría que sortear las críticas de decenas de organizaciones (de alumnos, profesores, padres, rectores, curas…) que conforman el panorama educativo español y que tan nervioso le ponían al propio Rajoy cuando tenía que intentar llegar a acuerdos con todos ellos. Pero ya entonces el ahora presidente (en 1999 y 2000) tenía muy claro que la educación escolar necesitaba “un cambio relevante” que la alejara de los principios puestos por los socialistas desde que la reformaran diez años antes.
Pero, volviendo a Wert, el principal problema, que relatan los que le tratan en el día a día, es que el estrés se lo está comiendo. No le gusta nada que le critiquen, y más que la gente en la calle, personalidades a las que él respeta. No hay otra explicación, dicen, para tantas meteduras de pata, impropias de un cargo como el que ostenta. Cuando se aceptan determinadas responsabilidades, hay que ser capaz de mantener el control de las cosas, sea como ministro, como director de una empresa o como secretario general de una organización. Es muy gratificante ser elegido para un cargo, incluso vivir su escenificación en la toma de posesión, pero, como es obvio, los puestos relevantes van también cargados de problemas, y en el caso de Wert, al que se le encomendaba la reforma educativa que el PP no pudo ver aplicada hace unos años con su Ley de Calidad tras perder el poder, era evidente que aparecerían más temprano que tarde.
El rosario de meteduras de pata es demasiado pesado como para que no le arrastre del cargo. Desde la última, la de los adjudicar a la Comisión Europea la responsabilidad de una futura reducción de los becarios Erasmus, desmentida luego por Bruselas, pasando por sus declaraciones sobre la necesidad de “españolizar a los catalanes”, o en las que echaba toda la culpa de las críticas a su ley “a que los medios hagan llegar una imagen distorsionada” de ella, o en las que invitaba a dejar la carrera “a todo el que no llegue al 6,5”(que luego bajó al 5,5 como nota media para obtener una beca), o incluso en las que afirmaba que “la fuga de cerebros nunca puede considerarse un fenómeno negativo”.
En los casi dos años que han pasado desde su toma de posesión, en diciembre de 2011, ha ido cosechando el rechazo de todo tipo de organizaciones y personas tanto del mundo de la educación como de la cultura. Al principio, contestaba a las protestas con comentarios irónicos o ingeniosos, siempre con un cierto aire prepotente. Después, empezó a echar la culpa de las críticas que se le hacían a otros (la oposición, los medios de comunicación…) hasta que, hace unos días, un asunto, el de las becas Erasmus, se le iba de las manos al atreverse a echar la culpa a la política de la Comisión Europea, por quien fue luego desmentido.
Fue llamativo que Rajoy saliera en su defensa, asumiendo un claro riesgo, al afirmar que había sido “un malentendido”. Por eso, he consultado a media decena de personas (entre directores generales y consejeros) presentes en la reunión del pasado lunes entre el ministro y las responsables de las comunidades autónomas. Que, por cierto, no era ninguna suerte de reunión a puerta cerrada, todo lo contrario, se celebraba la Conferencia General de Política Universitaria, integrada por representantes de las comunidades y del Gobierno. Pues bien, todos los consultados han relatado que, tras cuestionar algunas comunidades la gestión que está haciendo Wert de las becas Erasmus, éste afirmó que “Bruselas estaba revisando el programa Erasmus para el periodo 2014-2020, lo que va a ser muy perjudicial para España, con la reducción de la financiación y del número de estudiantes”, según los presentes en la reunión. Bruselas desmintió posteriormente las palabras del ministro. Es más, tras la reunión con las comunidades, Wert no dio ninguna rueda de prensa. Fue el jefe de prensa del ministerio el que dio los datos a los periodistas sobre esa supuesta reducción de los becarios 'erasmus' por culpa de la política de la Comisión Europea. Las comunidades no ofrecieron ningún dato en la reunión, ni el ministro.También estuvo en la reunión la secretaria de Estado de Educación, Montserrat Gomendio, amiga personal del ministro y a quien fichó para el cargo cuando trabajaba en el Museo Nacional de Ciencias Naturales. El ministro y la secretaria de Estado mantienen una estrecha relación profesional y personal, que es pública desde hace tiempo.
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