“Miras a tu lado y dices… bueno, a ver si salta la chispa, algo que de nuevo nos haga ponernos a trabajar. Porque ya sabemos cómo hacerlo. Ya sabemos a quién llamar”. Me lo dice una profesora de secundaria de Madrid que vivió desde el principio la marea verde. ¿Esto puede ser la chispa saltando?
Iba a escribir que los profesores se han puesto de huelga en Baleares. Pero hagan zoom sobre la foto [no lo hagan, que esto es una metáfora y en realidad no se ve, pero sí en otras fotos] y encontrarán cabezas de niños, de abuelos, de madres y padres, de hermanos que ya no van a clase, del típico tío soltero.
“La comunidad educativa no somos los profesores”, me decía esa misma profesora, “porque la educación es algo que afecta a toda la familia: si lo piensas, la comunidad educativa es toda la sociedad, por eso somos una marea”. En la manifestación de hoy había un señor llamado Xisco que la última vez que estuvo en una manifestación fue la de Miguel Ángel Blanco.
Cuál será la chispa, se preguntaban, qué forma tendrá ese grito de “dormíamos, despertamos, descansamos y hemos vuelto”. Y una tarde de domingo entre últimos capítulos de Breaking Bad aparecen decenas de fotos que apabullan de esperanza los ojos más escépticos, las miradas más derrotadas. Una explosión verde. ¿Huelga en Baleares? ¿Por qué hay huelga indefinida de profesores en Baleares? Y las razones últimas no parecen importar tanto como el mensaje de que la fuerza sigue ahí. Será la chispa o quizá solo una llamarada más y luego el silencio. La latencia.
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