Un fiscal anda pidiendo multas de entre 60 y 90 euros a unos manifestantes por insultar al presunto ministro de Educación y Cultura, José Ignacio Wert. Tal fiscal ha de ser, sin duda, catalán y secesionista, o quizá francmasón, ya que con esta postura está atacando uno de los rasgos de españolidad que mejor nos definen como patria: el insulto al político. Prohibir la vejación oral al mandatario sería casi peor, para nuestra identidad nacional, que ilegalizar la copla, vetar el toreo, cambiar a Del Bosque, cerrar las iglesias, liofilizar los callos, depilarle el pelo del pecho al latin lover o quitarle la peineta a Cospedal. Qué despropósito.
Los hechos desencadenantes de la excéntrica ansia sancionadora del fiscal ocurrieron en julio, cuando el presunto ministro inauguraba en Santander los cursos de la Menéndez Pelayo. Dos estudiantes, un parado, una viuda con hijo y un miembro de la Plataforma en Defensa de la Enseñanza Pública –o sea, una representación estadística cabal de la España roja, a falta de un Bardem– llamaron aquel día a Wert hijo de puta, chorizo, ladrón, mamporrero del Opus, meapilas y churraconfesionarios. No observo yo en estos delicados epítetos intención vejatoria alguna, sino más bien holganza o alegría descriptiva, versatilidad retórica y fineza didascálica. Un buen ministro de cultura jamás osaría multar a quien le llama churraconfesionarios. Lo metería en la RAE.
Si al final se multa a los poetas de Santander, no sé qué habría que haber hecho con el portavoz del PP en el Congreso, Rafael Hernando, cuando llamó al juez Pedraz pijo ácrata, indecente e impresentable, tras el archivo de la causa contra el 25-S. O al dimitido diputado popular gallego José Manuel Castelao (“las leyes son como las mujeres, están para violarlas”). O al alcalde popular de Valladolid, León de la Riva, cuya oda a la ex ministra socialista Leire Pajín merece honores de obra capital en esta antología o floresta de la lírica política española: “Tengo que decir que cada vez que le veo la cara y esos morritos pienso lo mismo, pero no lo voy a decir aquí. La Leire Pajín, una chica preparadísima, hábil, discreta, va a repartir condones a diestro y siniestro por donde quiera que vaya y va a ser la alegría de la huerta”.
Durante la vista celebrada ayer, la única que comprendió que el insulto al político debe ser considerado en España como una de las bellas artes fue la abogada defensora: “El límite de las críticas a los cargos públicos es más amplio que para el resto de personas”, dijo. Pues claro que sí. Contra el fiscal leguleyo, la defensora letrada, que sí ha leído a Quevedo:
No me va bien con lenguaje
Tan de grados y corona;
Hablemos prosa fregona
Que en las orejas se encaje.
Espero que los acusados sean finalmente absueltos, pues eliminar el insulto de nuestra vida política sería arrebatarle lo último que le queda de contenido y de gracia. A falta de oradores y de ideas, votemos a los orates y que sus prosas fregonas inspiren a nuestros vates en sus manifas gritonas. Y a los fiscales que se la cogen con papel de fumar, les remito al epítome pronunciado por la diputada Andrea Fabra en sede parlamentaria: “Que se jodan”.
Gracias a @YoEPublica hemos conocido este artículo publicado en blogs.publico.es/rosa-espinas
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