Reproducimos el último artículo de Manuel Menor:
La pintura, como las otras artes, tiene la profunda utilidad de
ayudarnos a entender mejor qué esté pasando o, al menos, interrogarnos sobre qu é no está cediendo y debiera acontecer.
La exposición sobre El Bosco viene bien en este momento. El Prado
ha tenido un gran acierto en celebrar
al gran pintor de Brabante en el Quinto Centenario de su muerte. Incluso los
doscientos años que como Museo cumplirá el 19/11/1819 pueden quedar de algún
modo preparados con esta magnífica muestra. Una de sus joyas centrales, El Jardín de las Delicias, es de lo más
visitado en los últimos tiempos. Arropada hasta septiembre por otras 64 obras,
sintetiza por su propia trayectoria buena parte de la historia del patrimonio
artístico español y, asimismo, la del propio museo. A esta exposición le ha
venido bien, por otro lado, la reciente
polémica con Patrimonio Nacional en torno a tres o cuatro piezas principales
con que el penúltimo director de este ente quería enriquecer el todavía no
inaugurado Museo de las Colecciones Reales. Le beneficia igualmente el debate
en el plano de las atribuciones de cuatro piezas que investigadores holandeses
debaten como no originales del autor homenajeado. En ambos aspectos representa
la toma de posición razonada de los responsables y especialistas del museo madrileño.
Visitando a El Bosco
Los visitantes del Prado tienen estos días ocasión perfecta para
repasar los fundamentos de la admiración por este pintor y por qué, después de
las salas de la gran escuela española, la zona del museo dedicada a la pintura
flamenca ha tenido siempre gran aceptación. Las cuestiones de posible adscripción de autorías de algunas
obras, a muchos visitantes les sonarán más a cotilleo de expertos que a otra
cosa. El laudable catálogo –similar en tamaño a los de las exposiciones de
antes de la crisis- y la parafernalia de
bibliografías oportunistas que, a la salida de la exposición podrán encontrar,
les servirán no sólo para recordar sino para profundizar y grabar mejor en la
memoria lo que hayan acabado de ver. Todos podrán admirar, igualmente, la
disposición técnica del montaje
expositivo que contribuye a sentirse arropado por las líneas curvas
predominantes en no pocos cuadros del autor homenajeado. No sólo cabe felicitar
a quienes hayan tenido tan feliz idea sino también a cuantos la han llevado a
cabo: continente y contenido se complementan muy acogedoramente. Incluso
rodeado por la gran afluencia de
ansiosos por ver de cerca los mínimos detalles de la inmensa caligrafía
imaginativa que derrocha el de Brabante, el visitante se siente parte de algo
humano que va discurriendo poco a poco, escrutando cuadro tras cuadro en el
seno de los recuerdos, ideas y símbolos con que convivió el pintor en un duro
tiempo de transición hacia la
modernidad. Pero lo más importante a reconsiderar seguramente sea la diferente
mirada a la realidad cotidiana e imaginada –hasta constituir un “jardín
de los sueños”- que este autor del norte europeo desarrolló, distinta de la
que en el sur se estaba produciendo en su época.
Antes o después de esta visita –para espabilar la mirada- a todos,
incluidos los adictos a influencias y secuencias pictóricas, les sentará bien la
lectura de autores como Borges o Cortázar. Si, por ejemplo, releen Historias de cronopios y de famas, verán que –como en El Bosco- no hay
mucha diferencia entre la realidad y la fantasía, porque lo fantástico procede
siempre de lo cotidiano. Es una manera, por otro lado, de quedar mejor
preparado para “abrirse paso en la masa pegajosa que se llama mundo”, de modo
que, cuando abandonen el museo y se asomen al exterior, sabrán que enseguida
“empieza la calle, no el molde aceptado, no las cosas ya sabidas, no el hotel
de enfrente”, sino la calle, “la viva floresta donde cada instante puede
arrojarse sobre mí como una magnolia, donde las caras van a nacer cuando las
mire, cuando avance un poco más…”.
Especial interés tiene, asimismo, “El manual de instrucciones” de
Cortázar en este libro. Para llorar, para cantar, instrucciones-ejemplos sobre
la forma de tener miedo, para matar
hormigas en Roma… Nos hubiera gustado que, cuando escribió “instrucciones para
entender tres pinturas famosas”, entre ellas estuviera por ejemplo, El carro de heno, Las tentaciones de San Antonio o
El concierto en el huevo. No
ha sido así, pero ya estaremos preparados para ver que las cosas con que
tenemos que toparnos todos los días no son las mismas porque podremos verlas
distintas.
De
la realidad al sueño
Para percepciones como las que deparará la realidad hasta septiembre
a cuantos vayan a visitar estas simbiosis entre las ensoñaciones y la cruda
realidad, la exposición del Prado puede ser un gran incentivo. Es evidente que
estamos en una época de cambio, no menos poderosa que la que le tocó expresar a
Jheronimus van Aken o Hieronimus Bosch(1450-1516), conocido en España como “el
Bosco”. En la vida política que depende de los votantes, no es difícil
descubrir que, si respecto a 2008, en las últimas elecciones del 20-D los
partidos alternantes en el poder desde la Transición han perdido en torno a un
33% de la cantidad de voto que concentraban –de un 84% pasaron a un 51%-, no
sería extraño que en las que se avecinan el 26-J el descenso de su presencia al
frente de las instituciones centrales del Estado siguiera en aumento. En el
creciente deterioro de lo que había sido la historia feliz de los años
transcurridos desde la Transición cuenta mucho la desatención a las demandas
populares. Al compás de la crisis y los recortes sucesivos, ha crecido mientras
aumentaba el parecido de los idearios programáticos de populares y socialistas
en puntos sensibles a preferencias distantes de sus preocupaciones. Nada es
igual, desde luego, cuando se advierten unos pocos ganadores y un número
desmesuradamente creciente de arruinados en sus expectativas.
Ahí están ahora tratando de controlar un incierto panorama. Aznar
alertando de que España –pese a lo ocurrido después de sus propias políticas-
ha avanzado demasiado
“por el camino equivocado” es todo un referente del miedo a perder pie. Acechan
la más mínima alusión que un dato de encuesta o de institución vinculada a asuntos
como la pobreza o la economía internacional pueda sugerir para arrimar el ascua
a su sardina y ver de reconducir la reticencia de los votantes a su lado. La bajada
o subida de impuestos recorre ya el escenario, a la búsqueda de los indiferentes
y distraídos. Y en medio, destacadas, se pueden entrever las ansiedades
compulsivas de fondo. Sobre todo, cómo los que más defienden la propiedad
privada mucho más allá de lo que el propio Tomás de Aquino propugnó -pues
defendía la necesaria compatibilidad con el bien común-, no sólo no quieren ver
que su riqueza viene de que se apropian del valor del trabajo de otros, sino
que coinciden en no entender el poder devastador de la privación de recursos de
los demás. Ahí están, a la caza de ver cómo se vuelven
a rebajar impuestos, cómo se desregula todo más y que el trabajo no parezca
una esclavitud aleatoria. Hasta el Banco de España está
pendiente de la temporalidad y adelanta programas partidistas, mientras
otros se justifican –sin entrar en detalles- con la disminución del desempleo
en la última estadística
de la EPA.
Y vuelta a
la realidad
En el plano educativo y cultural se repite idéntico esquema. No
todo sucede desde el Gobierno: los lugares del poder suelen estar más difusos y
preferentemente en la sombra y todos saben cómo debe ser una enseñanza
democrática para todos, pero no todos están por la labor de interesarse de
verdad en ello. Esto se hace más evidente si se sigue el rastro de cuantos
pugnan por el control privado y concertado del sistema educativo, de modo que a
la presencia que ya tienen –que viene de largo, como si fuera algo
consustancial al sistema educativo- se puedan agregar nuevos puntos
estratégicos. Si han jugado al Monopoly –versión
actualizada del antiguo Palé-, entenderán
mejor que controlar el tablero tiene sus zonas clave. Madrid especialmente, que
ha jugado en esto un papel pionero respecto al resto del Estado. Antes de la
LOMCE, y desde finales de los 90 –y más en las etapas de Gobierno de Esperanza
Aguirre- ha ido experimentando las directrices de FAES y de la CEOE que la Conferencia
Episcopal bendijo. Siempre, como dijera Cortázar sobre la “acefalia”, en medio
de “palabras muy hermosas en sí, lástima que con cierto aire de usadas, de
dichas muchas veces, de gastadas a fuerza de sonar y sonar”.
La
educación es valiosa porque ayuda a definir la identidad, contribuye a modelar
la memoria y nos da instrumentos para enfrentarnos a los problemas del
presente. Cualidades teóricas y ambivalentes, según se lleve por unos u otros
derroteros, su definición práctica se fue perfilando a conveniencia de los intereses
del poder adquisitivo de cada clientela. Como peculiaridad histórica las redes privada y concertada del sistema
educativo español son anteriores a la Ley Moyano. Su reafirmación creciente en
la etapa nacionalcatólica encontró perfecto acomodo en el art. 27 de la
Constitución y, posteriormente, en la LODE. Con dinero público y diferenciadas
de la red pública –y de la escuela pública-, siguen ayudando bajo el pretexto
de los idearios particulares de cada colegio, a revalorizar la reproducción de
la distinción. Similarmente a lo que en geografía urbana sucede con los
procesos de gentrificación, el 35% de niños que, en líneas generales, son
atendidos en estos centros revaloriza, a ojos de sus padres, su posición de
partida en la vida social. Y al tiempo, esos colegios constituyen un foco de
negocio crecientemente atractivo para inversionistas privados e, incluso,
corporaciones internacionales. De este modo, aunque la educación, como la
cultura, juegue ante todo con ingredientes de tipo inmaterial, tiene cada vez
más componentes de poder económico, como
bien saben desde el Vaticano a la OCDE y los negociadores del TTIP, TISA o
demás convenios internacionales tendentes a su mayor desregulación. Y como
saben también desde la gestión neoliberal que se está imponiendo a muchos
centros públicos, cuyos profesores más comprometidos ansían abandonar para no
ser considerados meros peones de designios implantados desde lejos.
En
general, que al otro 65% de chicas o chicos españoles este planteamiento les haya erosionado su derecho a una educación
sólida, consistente e integral, y que al ritmo que vamos con el déficit y los
modos de paliarlo, se les vaya a seguir recortando esa posibilidad, parece cosa
hecha de seguirse la tendencia acelerada desde 2011 hasta rubricarse con la
LOMCE y sus normas conexas. Por esto lo sucedido días pasados en Valencia a
propósito de la visita de Rajoy a Alfafar o las manifestaciones
promovidas por la Mesa por la Educación en Libertad y sus asociados Colegios Católicos, es
significativo de lo que está en juego ante un tornadizo 26-J. De todos modos, a las políticas que, en
exigencia de lo estipulado en los convenios concertados y para salvaguarda de
la enseñanza pública, parece estar llevando a cabo el actual equipo de gobierno
de la Comunidad Valenciana, les aguarda un complicado cronograma, fácil por
otra parte de adivinar a poco que se haga memoria del pasado reciente y del ya
algo más lejano.
¿Qué pintaría hoy El Bosco?
A
saber qué pintaría si tuviera que lidiar con problemas concretos como estos, en
que el mal –que tanto protagonismo tuvo en sus cuadros- se sigue vistiendo de guapas
maneras tentadoras, el bien no sabe a ciencia cierta donde refugiarse, o el
Papa Francisco parece ir por un lado mientras sus obispos van por
otras veredas. Tal
vez reinterpretaría la Extracción de la
piedra de la locura. No obstante, algo hemos avanzado: el universo
esquizofrénico de los símbolos en que estamos embarcados de lleno ya no es tan
metafísico y puede ser cuantificado. Lo muestra la serie de informes que viene
haciendo CCOO, al que pertenece el todavía reciente sobre evolución de los presupuestos de las
universidades públicas. Estos días publica el titulado: Crisis Económica y Financiación educativa:
Evolución de la Inversión (2009-2013), en que aparecen bien dibujadas las pautas últimas del sistema educativo
español. Si queremos huir de lo puramente etéreo y muy prejuiciado, estas
cuantificaciones pintan con claridad la ruta de futuro que algunos desean
consolidar a contracorriente de los intereses de solidaridad colectiva. La
mayor parte aparece reafirmada hace unos días en el Informe de la Educación en Madrid, coordinado para FIDEAS por
Juanjo Reina.
Todo
votante consciente y responsable debiera conocer estos dibujos sumamente
precisos y analíticos, clarificadores de las contradicciones políticas en que
nos hallamos inmersos. Antes de no votar o votar -votar a quiénes-, el 26-J;
antes, incluso, de que le atosiguen y distraigan con el parloteo previo que
enseguida dará comienzo, si no hay tiempo para ver al Bosco siempre es posible
leer las “geografías” de Cortázar, donde explica que “… Sobre el Cielo Duro se
cierne ya una polémica que no terminará pronto. A la opinión de Fry y Peterson,
que ven en él una medianera de ladrillos, se opone la de Guillermo Sofovich,
que presume un bidé abandonado entre lechugas”.
Manuel Menor
Currás
Madrid, 05/06/2016
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