“Dios ciega a quien quiere perder”
El fracasado intento de Enrique Peña Nieto de manipular la masacre de ocho personas en Nochixtlán -para presentarlo primero como un conflicto entre la comunidad y los maestros de la CNTE (Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación), luego como una acción defensiva de la Policía Federal Preventiva y finalmente como el accionar de un “desconocido” grupo provocador-, ha resultado devastador para su ya escasísima credibilidad. Aún periodistas y medios oficialistas han tenido que reconocer, como verdad irrefutable, que estamos ante un nuevo crimen de estado.
Uno más que se suma a la desaparición de los 43 estudiantes de la Normal rural de Ayotzinapa, la veintena de jóvenes ejecutados por el Ejército en Tlatlaya o los miles que han ocurrido en otros lugares de la república en sus cuatro años de mandato. Si hasta ahora estos crímenes han quedado impunes -a pasar de las abrumadoras conclusiones de Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), nombrado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para investigar el caso de Ayotzinapa-, ha sido porque Peña cuenta a su favor con el silencio ensordecedor de los gobiernos del mundo, especialmente el de Barak Obama, y por el control casi absoluto que ejerce en los medios de comunicación en México.
La nueva tecnología de cámaras y teléfonos móviles hace casi imposible ocultar crímenes de estas dimensiones. Existen demasiadas fotos y videos que muestran a policías disparando a mansalva, armas de grueso calibre, en contra de una población que sólo se defiende con palos y piedras. Los testimonio de cientos de personas, los casquillos de balas dejados por los asesinos y el hecho de que ningún policía se encuentre entre las víctimas, no deja lugar a dudas, la masacre fue ordenada por el gobierno federal y contó con la complicidad del gobierno perredista de Oaxaca.
La indignación por el crimen y el cinismo del gobierno se extiende por todos lados. El día de hoy se está realizando masivas reuniones de estudiantes en diversas universidades de la república. En la Universidad Nacional Autónoma de México, una asamblea donde participan más de 3 mil estudiantes, discute diversas acciones de solidaridad incluyendo la realización de un paro universitario. Las movilizaciones de la CNTE se mantienen firmes en los estados de Michoacán, Guerrero, Oaxaca, Chiapas y se extienden a otras partes de nuestra geografía. En el poblado de Nochixtlán se acaba de reinstalar el retén en la carretera. El Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y el Congreso Nacional Indígena (CNI), acaban de expresar su total apoyo a la causa magisterial. El próximo domingo el partido Morena, representado por Andrés Manuel López Obrador, realizará una masiva movilización en defensa de los maestros en la capital del país.
Todo parce indicar que el gobierno de Enrique Peña Nieto se encuentra parado sobre un barril de pólvora, el problema es que parece que no se ha dado cuenta. Por vez primera desde que comenzó el paro magisterial, el pasado 15 de mayo, el gobierno peñista, por medio de su secretario de Gobernación (Miguel Ángel Osorio Chong), ha aceptado reunirse con una representación de la CNTE para el miércoles 22 de junio, pero su secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño afirmó que “la Reforma Educativa no se detendrá, ya que este es un proyecto para mejorar el cambio en el sistema de enseñanza del país”.
La cerrazón de gobierno.
Existen varias razones que explican esta actitud temeraria, y casi suicida, del Enrique Peña Nieto. En primer lugar su mal llamada “Reforma Educativa”, cero educativa y sí laboral, es clave para iniciar la privatización de este sector. Facilita el despido de maestros mediante evaluaciones punitivas, terminando con la estabilidad laboral, traslada a los padres de familia los gastos de mantenimiento de las escuelas y permite terminar con el sentido nacionalista y social de la educación en México, para reproducir el modelo individualista y el egoísmo neoliberal.
Esta reforma fue impulsada por las altas esferas patronales, agrupadas en el grupo ultraderechista “Mexicanos Primero”, a las que Peña obedece sin chistar. Es parte sustantiva de un paquete que ya logro reformar la Ley Federal del Trabajo y privatizar el sector energético (electricidad y petróleo), pero que aún tiene pendiente reformar los sistemas de salud y de pensiones. Estas dos últimas reformas le permitirían a su gobierno ahorrarse millones de pesos, reduciendo las pensiones y la atención médica a toda la población, para compensar las millonarias pérdidas por la baja de los precios del petróleo y un endeudamiento público cercano a los 9 billones de pesos (450 mil millones de dólares).
La irresponsable reducción de la economía mexicana a simple productor de materias primas y mano de obra barata (aunque mucha de ella tenga niveles de productividad y calidad similares a la de los países más desarrollados), subordinada a los intereses del imperialismo yanqui, nos ha colocado en una situación de extrema vulnerabilidad que se refleja en la fuga de capitales en renta variable (que en el mes de enero ascendió a 6 mil 173.5 millones de pesos, el 29.5 % del nivel más alto de agosto de 2014) y en la espectacular devaluación del 64 % del peso frente al dólar (en 2012 un dólar costaba 12.60 pesos y el pasado 11 de febrero subió hasta los 19.61 pesos).
Estas son las condiciones objetivas que explican la cerrazón del gobierno, pero también existen las subjetivas. El gobierno sabe que ceder ante la CNTE es darle alas a los movimientos que aún impugnamos las reformas laboral y energética y de plano posponer o cancelar las pendientes. La política neoliberal ha entrado en un callejón sin salida.
Por si fuera poco lo anterior, el régimen también enfrenta una nueva recomposición de fuerzas en el campo electoral. Ayer renunció el presidente del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Manlio Fabio Beltrones, debido a los decepcionantes resultados electorales obtenidos el pasado 5 de junio en 12 elecciones estatales y para la elección de una Asamblea Legislativa en la Ciudad de México. De las 12 gubernaturas en juego, el PRI solo ganó en cinco, pesar de haber ido en alianza con diversos partidos satélite. Las otras siete gubernaturas fueron ganadas por el derechista Partido de Acción Nacional y su aliado de “izquierda” el Partido de la Revolución Democrática, convirtiéndose así este último en apéndice del primero. No deja de ser interesante el crecimiento espectacular de Morena en algunos estados de la república, particularmente en la Ciudad de México donde logró convertirse en primera fuerza a pesar de un abstencionismo del 71 por ciento; y en Oaxaca y Veracruz, en donde se ha convertido en tercera fuerza gracias a una alianza electoral con la CNTE.
La única manera de destrabar esta compleja situación es profundizando el apoyo a la lucha de la CNTE, que se ha convertido en el mejor catalizador del enorme descontento popular. Cuentan con el respaldo de todas las organizaciones sociales y sindicales independientes. Es muy afortunado que en un país en donde la izquierda casi nunca se pone de acuerdo en nada, ahora desde el EZLN, hasta Morena y pasando por bastantes versiones de la izquierda radical, entre ellas la Organización Política del Pueblo y los Trabajadores (OPT), coincidamos en apoyar este movimiento. Debemos hacer un enorme esfuerzo unitario y de movilización para construir un poderos movimiento social capaz de obligar al régimen a sentarse a negociar y poner coto a la barbarie neoliberal.
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