Todo indica la sociedad es favorable a consensos para una salida solidaria de la COVID-19. En el Congreso de Diputados se está lejos.
Mientras se va haciendo rutinario este parón de la vida social y económica con ritmos que no habíamos conocido, en este mes que llevamos de hibernación van quedando claros algunos asuntos, mientras otros se complican cada día un poco más.
Del pasado
A estas alturas de la historia de la humanidad, todo tiene pasado. Hasta la Naturaleza sabemos que lo tiene y mucho más largo que los humanos. Como tantas veces, en esta también hay quienes echan mano de él para encontrar orientación en un presente tan intranquilo. Hay recuerdos de distintos testimonios documentales y varias novelas que han venido a colación estos días, la de Camus y la bastante más antigua de Defoe en primer lugar. Y hay, inevitablemente la comparación: si es lo mismo o muy parecido, qué fue mejor o qué sea peor, y , de paso, la conclusión confirmatoria de una u otra teoría. Ha sido frecuente estos días la interpretación de quienes repasando alguno de estos acontecimientos se ha inclinado por indicar que, pasado un primer momento de cierta contención, todo vuelve a donde solía: los humanos no solemos ser propensos a aprender nada de estos hechos históricos y todo vuelve a seguir pronto las mismas rutinas. Puede sonar pesimista, pero es la condición humana: cambiar, lo que se dice cambiar, no suele ser algo tan colectivo y voluntarioso que se note significativamente; es decir que lo más probable es que visto el futuro desde ese pasado no habrá después de esta pandemia un tiempo significativamente distinto en comportamientos y actitudes. El autor de Robinson Crusoe concluye su novela –a comienzos del siglo XVIII- diciendo que “sigue vivo” en medio de una mortandad terrible y entre coetáneos cuyo comportamiento ha sido más bien horrible.
Al futuro
Se contradiría, una vez más, el tópico de la historia como maestra de la vida. No debiéramos olvidar que este dicho proviene de una interpretación de lo que en época de Tiberio (42 a.C.-37 d. C) circulaba como función de “las historias”, cuentos o apotegmas didácticos. Entre nosotros, un ejemplo tardío de este género puede verse en El Conde Lucanor, cuya estructura narrativa provenía de los retóricos romanos, sus menciones y anécdotas en los discursos, para que el público atendiera y se fijara en lo que se quisiera enseñarle; es lo que solemos hacer cuando contamos una anécdota para ejemplificar una conducta deseable o reprobable. Pero esas “historias” no eran “la Historia” como disciplina y con metodología apropiada para encontrar una explicación razonable de un hecho, un proceso o un conjunto de acontecimientos determinado.
En la Red, sin embargo, circulan vídeos, comunicados y construcciones visuales más o menos bien intencionadas cuyos autores renuevan la perspectiva de las desgracias como detonante de conversiones masivas o caídas del caballo de Saulo a lo grande. La hibernación que estamos padeciendo -con sus causas y consecuencias-, sería para estos Jeremías contemporáneos una providencial ocasión para la reflexión y el cambio de vida. El Covid-19 funciona, entre tanto, como situación propicia a la salvación en muchos niveles de publicidad, de muy diversos tonos y calidades, también con esta expectativas pragmáticas, reconversoras de pautas problemáticas. La suma de virtudes que sacan a relucir unos y otros predicadores en estas homilías es infinita y, de remediarse tanto mal como pretenden erradicar con sus mensajes, el coronavirus de la Covid-19 pasará a los Anales de la Humanidad como la gran panacea universal. Disculpen el escepticismo, pro tampoco estos milenaristas son los mejores instrumentos de análisis para el futuro que la humanidad necesita; en particular, la porción que vive en esta área de la Península Ibérica que llamamos España.
Y al presente
Este tiempo verbal tampoco es que esté brillando por sensatas actitudes de cambio; lo que se ha podido ver y oír en la Sesión 17 del Pleno del Congreso de Diputados este miércoles 15 de abril, no es para estar tranquilos. Nuestros políticos actuales se han acostumbrado a darnos espectáculo desprestigiándose a sí mismos y haciéndonos ver que se les dan muy bien los desacuerdos, como si así estuvieran haciendo una sana aportación crítica a la vida democrática. De otro modo no se entiende la pasión que muestran por que veamos lo cortos de miras que son, lo bien que se insultan y juegan al escondite, sin entrarse de que no están en un patio de cole no muy bien atendido. Es como si les encantara que el sector menos democrático de este país se acabara convenciendo más pronto que tarde, de que la representación democrática es un invento caro y anticuado. Con lo que hoy se ha visto y oído, van camino de conseguirlo, cuando todos esperábamos que les habíamos elegido para que se ocupasen de atender en serio los problemas que tenemos y los que nos vienen encima.
Los representantes de la derecha y ultraderecha que nos han tocado en suerte no nos los merecemos: dan el cante siempre que abren la boca para hablar de España y los españoles. Y no quieren llegar a Moncloa 1977 y su pacto; les va más la Plaza de Oriente anterior a 1975 . Al ritmo que van, huroneando en lo que este coronavirus genera como residuo problemático, no paran de confundir el patriotismo con las ansias de poder, una pasión nada inocente, de la que no son únicos detentadores, pero que les viene de lejos. Siempre en ese sector sociopolítico y cultural, han entendido que la patria y sus esencias eran exclusiva suya. Por eso viven con especial desarreglo de sintaxis y de educación en este momento en son otros los que están en los sillones azules.
Con este ritmo, más el de algunos jaleadores de aplausos inmerecidos -que se abren paso a menudo entre los muy sinceros de las ocho de la tarde-, más la serie de reacciones que en algunas comunidades de vecinos han empezado a mostrar tan raras ansias de convivencia que solo toleran incontaminadas esencias únicas en el universo de su casa, mal cariz tiene la necesidad que existe de actuar en unidad y solidaridad. Parece que fueran ganas de fastidiar a sacrosantos intereses, absolutamente privados. Según estos activistas, que no paran de bombardear las redes y la prensa consorte, vuelve a estar de moda: homo homini lupus. Para la zoología montaraz va bien; para la posición que el humano debiera haber alcanzado en la escala evolutiva, es un claro retroceso. A ver si va a estar sucediendo que, lo que de verdad está poniendo en evidencia este coronavirus es el sistema de carencias que padecemos…, algo crónico probablemente
Manuel Menor Currás
Madrid, 15.04.2020.
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