La
última moción de censura no fue otra “Noche de San Daniel”
Los parecidos debieran
inducir a que en esta encrucijada se ejercitara más lealtad y generosidad de la
que se está viendo en la escena política.
La llamada “Noche de San Daniel” fue en abril
de 1865. Dos artículos críticos de
Emilio Castelar a propósito del “rasgo” falso de Isabel II acerca del Patrimonio Real le acarrearon que fuera expulsado
de su cátedra; las inmediatas manifestaciones estudiantiles arrastraron una
descabellada demostración callejera de fuerza gubernqmental: “la noche del
matadero”. Aquel despropósito enseguida trajo la caída de aquel Gobierno, el
destronamiento de Isabel II y su marcha a París. Un gobierno provisional cedió el
trono a un Saboya -que no cuajó- y el 11.02.1873 España inicio su Primera
Republica. En los inicios de la Segunda, mucho tuvieron que ver igualmente los 2433 folios del expediente
Picasso, que pusieron al aire responsabilidades de Alfonso XIII en la política
española con Marruecos y el desastre de Annual. Debatido este expediente en el Congreso los días 21 y 22 de noviembre de 1922, la proclamación de la Dictadura de Primo –con el consentimiento del rey- trató de paliar el desatino, pero
no paró el desplome monárquico que sobrevendría.
La caída del Gobierno de Rajoy
a finales de mayo y la votación de investidura de Pedro Sánchez, sumadas a las
torpezas del rey honorario –que, según supuestas declaraciones de Corinna zu Sayn-Wittgenstein, conocía el CNI-, evocan parecidos. La historia, de todos modos,
nunca vuelve idéntica y en su proceso actual faltan muchos ingredientes para la
repetición de aquella secuencia, pero en el entrelineado de los medios no han
faltado comparaciones estos meses. La duda sobre los servicios de Juan Carlos I
a los españoles se ha acrecentado después
de esta guinda, que se suman al insigne cuadro de manejos del yerno y otros
parientes. La intangibilidad monárquica acusa problemas de ejemplaridad para
las generaciones posteriores a 1978. Es posible que una comisión parlamentaria se interese por este asunto si la pausa veraniega no lo ha relegado
al olvido.
Sugerente es, por otra parte,
considerar que quienes favorecieron con su voto el inesperado Gobierno del PSOE
compartan cierto aire republicano en sus idearios. Una cultura genérica, en que
sería más propicia la posibidad de encajar la diversidad fijada en el Título VIII CE, “de la organización territorial del Estado”. La continuidad de problemas generados en
torno a los asuntos catalanes y las aspiraciones de otras autonomías a controlar
más competencias agudizan la urgencia de reactualizar la Constitución de modo
pacífico y aceptable para todos.
¿Disonancias?
En ese panorama conflictivo han
venido expresándose todas las voces que dicen interesarse por España y su tan
disputada unidad. Quienes explicitan ese republicanismo con el PSOE también
merodean por las columnas de opinión y los mentideros, sin conjunción programática de fondo. Más unidos parecen quienes
alientan la España de las banderas en los balcones, lazos amarillos y
similares. Centrados en una unidad monolítica y acrítica, pese a los desaguisados
múltiples no han pasado del modelo preceptuado para los centros escolares por aquellas
Enciclopedias de segundo y tercer grado,
la Historia del Imperio Español o El libro de España, de obligada lectura
como el NODO. Con esa memoria, no aceptan que idealizar ante los ciudadanos la misma historia que se ha
contado tanto tiempo conduce a escaladas de tensión y limitaciones de convivencia, similares a las que también
suscita el Instituto Polaco de la Memoria Nacional con sus relatos sobre antisemitismo
o los campos de concentración.
Todos miran de reojo las
elecciones. Casi todos pendientes del vecino, entre un neoliberalismo sociable
y una descafeinada socialdemocracia que no alteren la baraja. El relanzamiento
del curso político, de corto vuelo, muestra que todavía nos costará lograr un relato plural y
democrático donde arriesgarse por ello sea reconocido. Difícil para las
generaciones educadas de modo ajeno a
que la libertad sin igualdad y la igualdad sin libertad generen mala
conciencia. Y más en esta intrincada encrucijada, cuando lo que se necesita no
son precisamente dogmatismos e irregularidades, sino generosidad,
lealtad y compromiso con el conocimiento y los problemas que tiene la sociedad
española. También en educación, por supuesto, donde las tendencias a la disgregación
y al privilegio siguen vivas desde hace muchos años, incentivadas por los
sectores más conservadores de nuestro panorama político. Por intentarlo que no
quede.
Manuel Menor Currás
Madrid, 30. 08. 2018.
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