Poca “felicidad”
produce el anteproyecto de Celáa sobre
recortes
Se prepara una gran
protesta para el 27 de octubre. A los afectados de la Educación pública, les
acompañarán damnificados por otros recortes.
Isabel Celáa, al emplear el término “felicidad” para expresar su satisfacción por el anteproyecto de
ley del Consejo de Ministros que revierte parte de los recortes educativos de
Wert en 2012, ha utilizado su valor significante de como atractivo pero inconcreto.
De haber advertido que los reyes absolutos ya apelaban a “la felicidad” como
fin último de su gestión del Estado lo hubiera cambiado por otro. Tan manoseado
está su utilitarismo por la publicidad –y tan ambiguo resulta-, que
prácticamente no significa nada. Un cuento titulado La camisa del hombre feliz, cuyos orígenes se remontan a historias
ejemplares que circulaban en la época de Tiberio, trató de inculcar en el siglo
XIX a los obreros –cuando no había ninguna ley social-, la felicidad que da ser obedientes a quienes determinan nuestra posición
social y política. De entonces acá, han crecido los medios y maneras de
infundir resignación mediante este adaptativo constructo. Ha alcanzado, incluso,
a tener formulación estadística entre los gurús de la bonanza económica, en una
sociedad adormecida por los relatos que nos lanzan desde el cine y las series,
las canciones y espectáculos artísticos. El famoso cuento sobre la felicidad, que
Tolstoi o el P. Coloma contribuyeron a difundir, se ha incrustado en la
“cultura popular”. Pero, como Carlo Ginzburg analizó en 1976, en El queso y los gusanos, no se ha
de confundir entre cultura “producida” por las clases populares y cultura “impuesta”
a las masas populares.
De lo limitadas que sean las razones de la “felicidad” que pueda
inspirar este anteproyecto de ley, parece consciente la ministra. Pero más lo
son quienes, a lo largo de este curso académico, van a seguir sufriendo los
recortes de 2012, sin demasiada garantía, además, de que en el curso
próximo -dada la fragilidad de este Gobierno- vayan a revertirse en su totalidad
y tratar de llegar al % del PIB indispensable. Por otro lado, las reiteradas
garantías que da esta ministra a la enseñanza concertada, cada vez que comparece
en público y se refiere al papel central de la pública en el sistema educativo,
suenan más a oxímoron que a verdadero afán porque esa centralidad sea real. A
los oídos de muchos ciudadanos con hijos en la enseñanza pública y, sobre todo,
a los profesionales implicados en ese circuito del sistema, les empieza a
parecer propaganda imprecisa e inquietante. Sumando signos emitidos desde que
fuera nombrada ministra, hay para dudar seriamente de que su idea de la
“felicidad democrática” que deba transmitir la educación española vaya a ser
más amplia de lo que este anteproyecto
legislativo da a entender. Tanta verbalidad equívoca viene a transmitir que el
sistema educativo seguirá más o menos como está.
Manifestación el 27 de
octubre
Prueba fehaciente de que esta duda está ahí y que deja demasiados
asuntos pendientes tras una supuesta “felicidad” ministerial,
es que ha sido convocada una movilización unitaria, de carácter estatal, para
dentro de un mes. Diversos colectivos sociales, políticos y sindicales se han
puesto de acuerdo en celebrar asambleas
preparatorias previas para que el día 27 de octubre, sábado, se note que los
pretextos de la crisis siguen atenazando derechos importantes de la ciudadanía
con los recortes neoliberales que, desde 2008, se han impuesto a los
ciudadanos. Las mareas blancas, los pensionistas, los afectados por la
desregulación de la vivienda, los precarizados por las reformas laborales, los
partidarios de una educación de todos para todos y sin privilegios, quienes
piensan que es posible un Estado menos atado por los Acuerdos con el Vaticano,
las feministas y un amplio colectivo de
agraviadas/os por otras medidas segregadoras que aumentan la asimetría social,
se arroparán mutuamente en esa manifestación. La Marea verde, que, desde 2011, expresa las reivindicaciones del
profesorado, alumnado y familias afectadas -al principio, por decisiones unilaterales de
Lucía Fígar-, reclamará en esta ocasión “una educación de titularidad y gestión pública, inclusiva, laica, democrática y de calidad
desde el nacimiento y para todas las personas”.
Ahora que con los “esforzados” postgrados de líderes políticos los
medios han montado un desvergonzado pasatiempo, en que hasta se finge interés por la crítica textual, más
serviría que alguno se empleara en un recorrido interpretativo del triángulo
semiótico de la “felicidad” de que habla Celáa. Relacionándolo con el de la
palabra “acuerdo” con que la ministra expresó el horizonte a que aspiraba desde Alcalá, 34
(de Madrid), el resultado de esta asociación mostraría hasta qué punto este
Gobierno sigue en línea con lo que pretendían el “pacto educativo” de Méndez de
Vigo o la “excelencia” de Aguirre. Hasta dónde sea capaz de establecer una
ruptura semántica con tales precedentes está por ver: los interesados en el bien
de la enseñanza pública parece que hayan de contentarse, de momento, con
expectativas dudosas. La “felicidad” que inspira este proyecto legislativo
apenas pasa de trampantojo mediático. ¿Como el que sirvió de pretexto para la
venta de bombas españolas a los saudíes? ¡Atentos!
Manuel Menor Currás
Madrid, 17.09.2018
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