Dudas y engaños con el lenguaje como formas de
educación política
El desinhibido regreso de Aznar al liderazgo
ideológico del PP es buen momento para repensar cómo el inestable debate
político potencia la desigualdad.
A poco más cien días de Gobierno y a diez años de
que Leman-Brothers iniciara la crisis que trajo tantos pretextos para recortar
casi todo lo interesante, las dudas acerca de lo que sea “progreso” y “retroceso” no dejan
de crecer. En lo que al lenguaje se refiere, siempre mutable, lo que se
mantiene es el afán por controlar lo que aparece o desaparece en los medios.
Lenguajes educadores
No cabe extrañarse de que en el lenguaje político
habitual la precisión no sea un bien. Suele, eso sí, pillar las palabras por
los pelos y valerse de la repetición de tópicos como fórmula pedagógica. Decir,
por ejemplo, que "Caudillo de España” es un término histórico, es confundir el presente en que se está hablando con un
pasado en que esa denominación de Franco era obligatoria. No se subsana el
lapsus arguyendo con la existencia de libros con ese título, sino respondiendo a
las razones por las que deba ser o no exhumado del Valle de los Caídos, que es
lo que se debatía. Por la senda en que se mueven estas excusas –entre la
ignorancia y la imposición doctrinal-, no es descaminada la conclusión de Borrell: “En Estados Unidos y en Europa piensan que en España Franco
sigue vivo”. Nadie debiera olvidar las insistente prédica en que se explayaba
Aguirre con “la excelencia” y el “esfuerzo”, mientras el agua, el metro, la Sanidad, la Educación pública,
la Ciudad de la Justicia o su campo de golf en terrenos públicos, han resultado
impropias de una cazatalentos…
Tampoco puede decirse que los tribunales –esa
especie de tercera Cámara de aleatoria composición doctrinal y lingüística- nos
saquen de dudas en situaciones que debieran haberse substanciado fuera de los
platós televisivos. En cuanto a la calidad intrínseca de másteres y tesis, o la
del trabajo exigible al alumnado en correspondencia a la oferta educativa
reglamentada en que se sustenten, no parece que sea el espacio más apropiado
para resolverlo. Y en cuanto a dirimir cumplimientos reglamentarios, el trato
diferencial que está transmitiendo el Supremo –o que la prensa traduce- es
todavía más arduo admitir su criterio: las alumnas que acompañaron a Casado en su experiencia con la URJC parece que no son tratadas igual que él.
Disputado paisaje
Los casos de confusión de lenguaje y oportunismo
no se le escaparon al filósofo alemán Schopenhauer, quien sintetizó las pautas habituales
en estas lides. Su Arte de tener siempre razón enseña cómo, con decididos sofismas, se puede
llevar el gato al agua frente a oponentes y discrepantes incautos. Cuando George
Lakoff puso en entredicho los modos de argumentar de los demócratas en EEUU
frente a los republicanos, su libro No pienses en un elefante (2007), volvió a poner en primer plano cómo las
palabras no son inocentes, ya que tienen un campo semántico que conviene no
perder de vista.
Los usos del lenguaje y su lógica –en los medios
y en el Parlamento, sobre todo en algunas comparecencias- siguen siendo formas de manipular y ocultar, más que de
esclarecer y concordar. Es lástima que González y Aznar no hablaran de cómo lo hacían ellos, en vez de lamentarse de quienes les suceden en el presente.
En todo caso, no está al alcance de cualquier persona, que ella sola pueda
darle la vuelta a esa tendencia instrumental. Sin entrar en una dinámica de
“conspiranosis”, es de gran interés no perder de vista la tenacidad y cuidado que
ponen algunas organizaciones en el control de la opinión pública. Algunas, con
mucha historia detrás. Con menos recitados de laudationes (alabanzas), ya hubiéramos sabido cómo se las gastaron desde antiguo eclesiásticos muy eminentes en esto de convencer a quienes tenían poder decisorio haciéndoles
ver que su organización y credo eran imprescindibles para que todo funcionara
de maravilla.
Esa historia de siglos, afincada en Acuerdos supuestamente indispensables,
sigue siendo base de votantes aunque la creencia se la haya comido el gato. Similar camino lleva la ultraderecha mundial en sus afanes
populistas: Bannon & Company ya están aquí y hasta tienen un convento (sic) en Italia desde donde
impartirán doctrina a sus prosélitos. Movimientos españoles afines pronto alardearán
de estar en la onda mundial. Mientras, Garrido, el presidente de la Comunidad
madrileña, cierra aulas públicas, habla del cheque para los bachilleres, y ha decidido –a raíz de los problemas detectados con
másteres y tesis- que la Asamblea de Madrid investigue a las universidades publicas, pero no a las privadas (como la UCJC). Según estas
políticas, el capital cultural con que se anhela que estén dotados los
ciudadanos para entenderse entre sí y entender a sus líderes sociales en este
siglo, no es el de palabras con significados compartidos. Les va mejor cultivar
la desigualdad del divide y vencerás. ¡Atentos!
Manuel Menor Currás
Madrid, 23.09.2018
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