Los
Tres Poderes políticos tienen dificultades con la igualdad
Hay
privilegiados silencios y gestos que poco tienen que ver con el interés común. E igual sucede en el sistema educativo.
A quienes viven de la vida política –diputados y líderes, sobre todo-
les encanta decir que son la voz de sus electores. En la misma onda teórica
–como si a Montesquieu estuviéramos oyendo- añaden que el Parlamento –bicameral
en nuestro caso- es el espacio de la representación popular. En este discurso,
por tanto, las decisiones que de ahí emanan -expresión de la “soberanía
nacional” que dice el art. 1.2 CE-, llevan de raíz el marchamo de la
legitimidad.
Mesa/Cámara
Visto desde abajo, sin embargo, el microcosmos parlamentario de
estos días, con los Presupuestos Generales (PGE) en el alero, más parece tener
que ver con el Partido Popular y su
cooperador necesario, Ciudadanos, que con la soberanía popular. En la Cámara
Baja, el grupo de cuantos apoyan al Gobierno es mayor. Pero para dificultar que
se tratara el PGE con una argucia otras veces practicada por el PP, la Mesa de Ana
Pastor utilizó otra argucia introducida por su partido cuando intuyó que podía
perder la mayoría parlamentaria. La Mesa soslaya así al Pleno de la Cámara y
ralentiza la mejora de la situación de la gente común en estos presupuestos, en
los que hace predominar intereses de la minoría conservadora..
Fiscales/jueces
Tramos hay a menudo, también, de la Justicia en que su balanza está
inclinada, especialmente cuando anda por medio la acción política o de los
políticos. Por ejemplo, respecto a la rama Casado de los másteres, en que algún
fiscal está dando pasos que animen el desinterés por que ser aforado sea de tal
naturaleza que los demás mortales se sientan inequívocamente distintos. El
trato judicial que, comparativamente, parecen recibir compañeras de este
titulado en el mismo postgrado, es tan distinto que hasta la jueza a la que ha
tocado parte del asunto pide aclaraciones. Una vez que los afanes de titulitis
ocupan la primera línea de la vida política, la judicatura no debiera
establecer cuotas de intangibilidad donde no corresponde. Si cooperan en
sostener escorados los argumentos, generarán la sensación que suscitaban los
privilegiados del Ancien Régime. Ni derecho
a la vida tenían los no privilegiados antes de 1789.
Gobernantes/gobernados
En cuanto al poder ejecutivo, el Gobierno de este momento es
sobradamente frágil para darle muchas vueltas a sus potenciales líneas de
cercanía igualitaria a los votantes. La prospectiva estadística muestra que, en
poco más de 100 días, el PSOE ha subido en expectativa de voto pero apenas
sobrepasa el 30,5%. Algo es algo, pero no modifica que el reducido 22,7% de los
votos que tuvo en 2016 le obligue a tener que satisfacer a variopintos socios
contando, además, con un PGE que no es el suyo. No tener mayoría absoluta,
aunque parezca ser del agrado de los votantes, no solo es difícil de gestionar sino
que no acaba de ganar el favor de los consultados por el CIS en este mes de
septiembre.
En este panorama, si a los votantes votantes se les hubiera preguntado por los
“poderes fácticos” tal vez se sonriera. El recurso no solo conceptual, muy
socorrido en los últimos años del franquismo y en bastantes de los que
siguieron -al margen de los clásicos tres poderes (o cuatro, si contamos con la
Prensa), probablemente lo vieran poco indicativo. Lo que que no quiere decir
que, a su modo, no sigan marcando
territorio. La situación es propicia y que, por ejemplo la Iglesia católica,
con frecuentes noticias más que problemáticas en los medios, sea sostenida en sus
privilegios, barema bien las limitaciones de los gobiernos respecto a sus
ciudadanos.
Y derechos
Según los datos que, entre otros, difunde Europa Laica, esta institución privada recibe del Estado,
por los diversos capítulos contemplados en los Acuerdos con el Vaticano, en torno a los 12.000 millones de €
anuales. Llama la atención, sin embargo,
su ambigüedad respecto a los Derechos Humanos, hoy tomados como referente
internacional de calidad democrática. Según José Mª Castillo, ni reconoció los
declarados en 1789 por la Revolución Francesa ni los que, en 1948, dieron
sentido a la ONU. Desde Juan XXIII habla de ellos en sus documentos, y sus gestos siguen siendo
ambiguos: prima la caridad pero no los derechos –algo que no se nos ha de dar por
generosidad-, y que las cuestiones en litigio se ajusten a sus doctrinas. En La Iglesia y los Derechos Humanos
(2007), este teólogo revisa estos desajustes y concluye que muchos clérigos y obispos
predican “un Dios en cuyo nombre y con cuya autoridad se les puede negar a los
seres humanos no pocos de sus derechos más fundamentales: el derecho a
expresarse libremente, el derecho a organizar como crean conveniente su vida…”.
Pese a ello y a que tanta presencia de las confesiones religiosas
en la escuela y en otras instancias públicas suene “irritante” –término
empleado en Lituania por el Papa Francisco a propósito de una cuestión muy
próxima-, los poderes ejecutivo, legislativo y judicial la entienden acorde con
la Constitución. Alterando las fiebres electorales en que ya andamos, los posibles
votantes debieran ver y juzgar de modo que lo que después les llegue de las
instancias que dicen representarles respete y ayude a sus vidas.
Manuel Menor Currás
Madrid, 25.09.2018
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