Pedro Uruñuela cree que el plan de convivencia se centra en la erradicación de la violencia obviando cuestiones como la disrupción en clase. Para este maestro le falta participación de docentes en su desarrollo.
Más de 40 años en la educación -y contando, aunque sea desde la jubilación- dan para mucho. Pedro Uruñuela ha sido profesor de instituto, inspector de educación y responsable del Plan Estatal de Convivencia del Ministerio entre 2004 y 2008. De esta etapa le queda la mejor experiencia profesional de su vida, y por eso precisamente muestra ahora su preocupación por el Plan Estratégico de Convivencia Escolar que ha presentado el Ministerio de Educación. Para Uruñuela, el plan es más “un estudio universitario” que un plan para los centros educativos. Entre sus fallos, dice, que piensa más en negativo que en positivo, que no ha contado con los profesores, que es contradictorio con la actual ley y que no tiene financiación.
¿Hace falta un plan de convivencia? ¿Hay un problema real de convivencia o es necesario un plan independientemente de problemas?
El plan debe existir porque aprender a relacionarse, a convivir, es uno de los aprendizajes fundamentales que deben hacerse en la educación obligatoria. ¿Por qué es importante? Porque estamos en un mundo complejo, diverso, en el que tenemos que relacionarnos con personas muy diferentes en costumbres, valores, conocimientos. Aprender a respetar la diversidad y a convivir con quien piensa diferente es fundamental. Siempre me llama la atención que, si un chico tuviera ya ocho años y no supiera leer o escribir, los padres reaccionarían. Irían a la inspección a protestar, donde hiciera falta. Sin embargo, no nos preocupa si no sabe resolver conflictos o llegar a acuerdos con otros compañeros. Y, como esto no surge espontáneamente, hay que planteárselo como cualquier otra materia. Por eso la necesidad de un plan que tenga en cuenta el análisis de necesidades, sus objetivos, las acciones que se van a poner en marcha, en fin todo lo que se piensa para enseñar lengua, matemáticas o biología. Lo que importa es que sea una acción intencionada.
“Como cualquier otra materia”. ¿La convivencia debe ser una asignatura?
No. Digo que debe planificarse como una asignatura. La escuela, desde infantil a la postobligatoria, es la única institución social por la que pasan todos los chicos. No solo pasan, están como mínimo los diez años de obligatoria, los tres de infantil y nuestro objetivo es que el 85-90% sigan en la postobligatoria. Desaprovechar esa oportunidad me parece una irresponsabilidad enorme. Pero no podemos andar improvisando, ahora trabajo esto, ahora lo otro. Debe ser un objetivo planificado para los 15 años que van a estar en la escuela.
¿Qué le parece el plan del Gobierno?
Pienso que es un plan que tiene cosas positivas, es importante que se ponga en marcha, pero tiene olvidos y carencias importantes. La primera, no hay en todo el plan una definición de convivencia y qué modelo propone. Porque hay muchos modelos. Hay que ponerse de acuerdo en qué entendemos por convivencia, porque uno de los riesgos es que no nos centremos en la convivencia en positivo, que es lo que le critico al plan, sino que se centre en la erradicación de la violencia. Y no es eso. El plan se centra en la violencia, concretamente en dos tipos: la violencia y el maltrato entre iguales (bullying y ciberbullyng) y la violencia de género, pero se olvida de otros aspectos que a mí me parecen importantes. Por ejemplo, lo que más preocupa a los profesores de secundaria son las conductas disruptivas, las dificultades que tienen para dar clase porque determinados alumnos les interrumpen. Pero en el plan no hay ni una palabra sobre este tipo de violencia. Otra cosa es que el plan no habla para nada de la violencia estructural, la que el sistema ejerce sobre los alumnos. ¿Cómo es posible que en una educación obligatoria casi uno de cada cuatro estudiantes no consiga los objetivos? Algo está fallando.
En educación, siempre existe una opinión y la contraria para el mismo tema. ¿Está de acuerdo con las investigaciones científicas y el catálogo de actuaciones educativas de éxito que se ponen como ejemplo de buenas prácticas?
El plan peca de adanismo, de pensar que son los primeros que han hecho cosas al respecto. Parece que hasta ahora solo se han hecho ocurrencias. No estoy de acuerdo con esto, hay gente que llevamos mucho tiempo trabajando, experiencias acumuladas muy importantes, pero que no entran en el plan INCLUD-ED [una de las referencias que se han tenido en cuenta] u otras asociaciones. Me llama la atención que no se da importancia a los trabajos de mediación, de alumnado ayudante. No se da importancia a haber trabajado la disciplina. A los esfuerzos a buscar alternativas a las sanciones y las maneras de impartir disciplina. Son investigaciones que son importantes, no voy a decir que los grupos interactivos no funcionan porque lo hacen, pero pienso en la situación de un profesor que tiene que dar clase o enfrentarse a un maltrato. Un olvido que veo muy claro en el plan es la insistencia del trabajo preventivo. Se trata de insistir mucho en la prevención, en la inversión en convivencia. El 90% del tiempo los profesores que trabajamos convivencia, que lo hacemos todos, trabajemos en prevención. Otro fallo que me parece importante: se crea la figura del responsable de convivencia. Aparte de no concretar para nada cuáles van a ser sus funciones, su dedicación horaria, etc., hay que insistir en que el tema de la convivencia es de todo el centro, de toda la comunidad educativa. Hay que trabajar con los alumnos, con el profesorado y con padres y madres y hacer programas operativos concretos para ellos.
Al profesorado hay que darle las cosas más concretas, elaboradas. Parece más un estudio universitario que analiza por encima los temas, pero no está hecho a pie de calle. Aunque es lógico que sea así porque la consulta al profesorado es nula. Apenas ha contado con profesores, ha contado con otra gente, pero no con los que día a día están en el aula que pudieran decir qué echan en falta. Me preocupan mucho también las contradicciones en las que cae.
Como cuáles…
No se puede hablar de inclusión y seguir con la LOMCE y olvidarnos de que es una ley que discrimina a los alumnos y los coloca en tres categorías con salidas diferentes. Es una ley discriminatoria y excluyente. También habla de participación, pero se olvida de que la LOMCE ha recortado la participación del profesorado, de familias y alumnos a niveles mínimos, reforzando la figura del director. ¿Cómo el plan de convivencia va a hablar de participación si la ley plantea lo contrario? Es un plan con tantas contradicciones que para hacerlo tienen que derogar la LOMCE porque si no es incompatible con esta ley.
Pero eso excede la capacidad de los técnicos que han elaborado el plan.
Pero entonces, ¿de qué estamos hablando? Los técnicos que han elaborado el plan están fuera de la realidad. Estamos viviendo la LOMCE, se está aplicando. Sean coherentes al menos.
¿Cuáles son sus claves para mejorar la convivencia?
Lo primero es que es tan importante el cómo como el qué. El procedimiento para implantar un plan es tan importante como su contenido. Yo empezaría por reunir a los representantes del profesorado, las familias y hacer un estudio, una especie de libro blanco. Hay que hacer un análisis exhaustivo y completo, y hacerlo preguntando a los que están en el ajo. En segundo lugar, insistiría en ponernos de acuerdo y definir la convivencia en positivo, que implica aprender a saber comunicarse, los tipos de pensamiento que hay, la inteligencia emocional y el desarrollo emocional. En tercer lugar, concretaría el esfuerzo en formación con el profesorado y hacer un plan ambicioso a tres-cuatro años pensando también en las familias, que van a ser protagonistas y es a quienes necesitamos incluir para que hagan sinergias y no destruyan de noche lo que trabajamos de día en el centro educativo. Pondría también en marcha una web informativa con materiales, recursos. Insistiría en los premios en buenas prácticas de convivencia para difundir lo que se está haciendo en los centros.
Ha mencionado la formación de los maestros. ¿Tan mal está?
La formación inicial, salvo en determinadas universidades, no tiene nada. En secundaria se prepara otras cosas. Yo me he jubilado con 41 años de servicio y he visto un solo caso de una profesora que no dominaba la asignatura. Sin embargo, he visto cantidad de compañeros incapaces de gestionar una clase, de hacer frente a un grupo disruptivo. El problema clave que tenemos es que, como no hemos preparado al profesorado, aprenden sobre la práctica, reproducen el modelo y la experiencia de profesores que tuvieron cuando eran jóvenes y no responden a los problemas reales. Para mí, el esfuerzo fundamental es ese. Una frase que se dice: “Para enseñar latín a Jon hay que saber más de Jon que de latín”. Hay que conocer cómo son las relaciones entre jóvenes, cómo se comunican, descubrir los problemas, etc.
¿Alguna fe en que el plan sea algo más que buenas intenciones, como pasó con el Observatorio Estatal de la Convivencia?
Me parece que va a quedar en papel mojado. Primero, porque no tiene financiación, cuatro millones en cinco años no son nada. Segundo, porque está poco claro el papel de las comunidades autónomas y toda la gestión de la convivencia es competencia suya. El Ministerio tiene que tener una labor de coordinación, de impulso. Lo que más me preocupa es que es un plan hecho al margen del profesorado. ¿Cómo pueden no estar UGT, CCOO o STEs? Estás dejando fuera a más de la mitad del profesorado. El plan debe surgir de abajo arriba, no de arriba abajo, que es como se ha planteado.
Las familias. Se dice que deben participar máspara la mejora de la convivencia, usted coincide. ¿Cómo se logra que se implican más?
Es un problema importante, y en eso sí que acierta el plan con el modelo que propone de grupos interactivos. Opta por un modelo radical de participación. Pero es un mal endémico. Volvemos a lo de siempre. Por ley -hasta la LOMCE, que se lo cargó todo- estaba muy claro que el problema no era legal, era cultural, de formación. Ninguno de nosotros, profesores, tiene recursos o sabe cómo gestionar la participación. Hay unas emociones negativas de miedo a perder neutralidad, por qué tiene que meterse alguien que no sabe… Hace tiempo que defiendo dos cosas: la primera, hacer formación intensiva con las AMPA, que haya un grupo de familias que haya cumplido esta formación y puedan informar a otras padres. La segunda es que queremos estructuras de participación más eficaces. En el plano experimental se está trabajando en padres o madres delegados de curso. Se reúnen con el tutor, analizan los problemas de convivencia, proponen cosas, actuaciones, median con otros padres a los que les cuesta venir al instituto pero sí escuchan a un igual, etc.
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