Tras
una polémica investidura, la LOMCE prolongará la inmovilidad de Rajoy
El resultado de la
votación deja a demasiados ciudadanos cada vez más desconfiados de sus
representantes políticos. La duración de la Legislatura es incierta y, en
Educación, muy controvertida.
Han pasado 315 días desde el 20-D, pero, de atenernos al último
discurso de investidura de Rajoy, mal empieza esto: continúa como estaba o, tal
vez, peor. No es improbable que dure poco la Legislatura y, si logra cubrir
todo el tiempo legal que le corresponde, puede ser un acontecimiento a recordar,
y no entre los mejores de la historia española. Ya es premonitorio del
desencanto generalizado que coincida con
la huida de más de cinco millones de automovilistas de sus espacios habituales
de trabajo, con el atraso de la hora
oficial, y casi con Halloween, una de las últimas importaciones para comercializar
sustos de baja intensidad.
Comienzos reconocibles
Este comienzo de Legislatura, además de vergonzante para quienes
le han dado el pase al último candidato a presidirla, es vergonzoso por la
serie de trolas que el nuevamente proclamado presidente ha tratado de colar
–como muchas otras veces- en un monólogo parlamentario que la prensa de pago le
ha jaleado. Buena parte del apego al
embrollo falaz pronto ha sido comentada
por Ignacio Escolar: no ha contado la verdad ni en empleo, ni en pago de la
deuda, ni respecto a cuestiones de fondo político como que gobierne la
formación más votada, o lo de que el PP cuente con más apoyos populares que
otros grupos, y que esta era la única
forma de evitar nuevas elecciones. Tampoco la ha contado respecto al compromiso
con la limpieza de la corrupción demostrada, la apertura al diálogo que pueda
estar dispuesto a desarrollar ni, sobre todo, respecto a que su disposición
dialogante constituya una oportunidad no solo retórica para consolidar reformas
amplias y duraderas.
El discurso estuvo trufado
–como tantas otras veces en los casi cinco años pasados- de triquiñuelas con el
lenguaje, de modo que pareciera que con su Gobierno anterior se hubieran
consolidado sustantivas mejoras muy positivas después de una época de supuestas
herencias desastrosas. Nos encontraríamos, pues, ante una especie de apóstol
salvador que, no sólo nos haya librado de una herencia horrible, sino capaz de
construirnos un futuro decisivamente mejor. Esta lectura de lo acontecido en
este tiempo de sobresaltos coincide con la que, sin moverse del adormilamiento
en su triclinio, gusta a Peridis en sus tiras: simplemente esperando a que pasaran por
delante los cadáveres de sus enemigos, ha vuelto a donde estaba. Esta vuelta a
la presidencia del Gobierno constituye a todas luces un milagro, como el del
San Isidro rezador al que los ángeles le hacían las labores del campo.
Los vigías
En realidad, estamos ante
una continuidad de sí mismo y de los hábitos de cuando disponía de mayoría
absoluta. Tomando como referencia los
asuntos educativos, siempre reflejo de lo que sucede en tantas otras decisiones
políticas, observen, por ejemplo, que acaba de comprometerse con dar “un
impulso a la Formación Profesional, de manera que 100.000 alumnos puedan
acceder al sistema de la FP dual que tan buenos resultados ha dado”. En la
realidad, sólo un 1% de alumnos estudian esa FP Dual que, si como apuesta por
la reducción del paro juvenil es un fracaso, como manera de aparentar que el
fracaso escolar se ha reducido lo es más todavía. Nada ha dicho, además, del
fraude que supone vender como bueno lo que no pasa de averiada ruta cerrada
para la parte más frágil de los alumnos que frecuentan la enseñanza
obligatoria, los del fracaso previsible desde antes de que hubieran nacido.
Y al reclamar que se le apoye en la “exitosa” legislación que ha
creado en su etapa de Gobierno anterior, el CS´ y el PSOE, por coherencia con
su voto de este 29 de octubre, se han atado las manos para ir a remolque so pena
de “irresponsables” tantas veces como Rajoy quiera. Ya ha mostrado en varios
momentos, y hoy mismo, su tentación de presionarlos en esa dirección. Ambos
partidos, por mucho desgarro interior que muestren respecto a sus afiliados,
simpatizantes y votantes, han optado oficialmente por tomar como orientación
vital la visión de la realidad española que solo el actual ocupante de La
Moncloa es capaz de tener. Desde tan privilegiado lugar, Rajoy renueva así su
calidad de “lucecita” orientadora de los destinos de España, con monaguillos
cuidadosos de que ese pábilo se mantenga encendido, a prueba de españoles que
desluzcan labor tan patriótica.
Que no sea lo mismo España y los españoles no ha parecido
inquietarles, pues como grumetes que trabajarán para que la nueva Legislatura
se atenga al rumbo prefijado, no han reparado en que las leyes estrella de
Rajoy no han tenido el éxito que pregonan sus más allegados beneficiarios. Ahí
está, por ejemplo, la LOMCE. Son sobrados los estudiantes, padres y profesores
-y no menos importantes democráticamente hablando que los más selectos
ciudadanos-, que no la ven idónea para el momento actual. Por más que lleve en
su acrónimo la idea –sin duda peculiarmente sectaria- de entender que lo
legislado es “el” modo de “mejorar” el sistema educativo, la protesta
contra las reválidas del pasado día 26 sólo ha sido el comienzo de lo que
sus mejoras producen en la gran mayoría
de españoles de España.
Otro ejemplo significativo, por afectar al núcleo del sistema
democrático, ha tenido lugar en este mismo día 29 de octubre, en paralelo a la
votación favorable a la presidencia de Rajoy. El PP y su Delegada en Madrid –en
muy mal ejemplo simbólico- aislaron el Parlamento de
la gente que protestaba. Puede que no sea esta la mejor manera de mostrar
un descontento agudo por parte de la ciudadanía. Pero, en todo caso, ahí
quedará plasmada la distancia creciente de este Gobierno en ciernes y las necesidades
urgentes que muchos estiman no estarse atendiendo: como si ni vela se les haya
dado en lo que entienden entierro de sus esperanzas para recuperar derechos
sociales.
En definitiva, el paisaje que se ha comenzado a dibujar de la
nueva Legislatura no deja de ser una continuidad displicente y bastante obscena
en cuanto a recortes del bienestar social, dadas las circunstancias en que el
PP se ha desenvuelto. El liderazgo ejercido por el nuevo Presidente -en su
partido y entre los españoles- durante todo ese tiempo ahora judicializado a
causa de la Púnica, tarjetas black y la Gürtel, está al parecer políticamente
amortizado en gran medida con los resultados electorales del 26-D. Pero era manifiestamente
mejorable desde el punto de vista moral, el más saludable para la convivencia
democrática. Que lo era también en el plano legal, lo está haciendo ver lo que
se ve y oye en la Audiencia estos días. Y es a todas luces, en todo caso, un
mal ejemplo para expectativas fiables de mejora exigible en el tiempo que
comienza.
Un renovado costumbrismo
En consecuencia, el resultado de lo votado en el Congreso entre
las 20 y 20,30 hs. del 29 de octubre sobre la confianza que merecía la candidatura
a la Presidencia del Gobierno presentada por Felipe VI, con 170 votos a favor,
111 en contra y 68 abstenciones, no deja de ser polémico. En el reciente
cambalache, han destacado Antonio Hernando desmintiéndose a sí mismo, un Pedro
Sánchez casi llorando en su despedida parlamentaria y el resto de los
representantes políticos manejando una aritmética que da el Gobierno a un Rajoy
muy tocado en cuanto a confianza ciudadana.
Es verdad que tiene la oportunidad de sacar adelante su programática
autoprofecía continuista: suspender
sí, pero derogar no. Y salvo leves matices, está iniciando su rumbo hacia
lo que sobradamente conocemos. Pero el riesgo de lo sucedido en este
inquietante día también es el de que este continuismo acabe siendo entendido
por los ciudadanos como paisaje folclórico, inalterable en las distancias
crecientes respecto a unos dirigentes encerrados en sí mismos. Cabe, incluso,
que la LOMCE deje pronto la enseñanza como unos zorros, como solía decir Julián
Moreiro. Salvo que profesores y maestros –y otros muchos profesionales en otras
áreas sociales comprometidas- sigan mostrando con su trabajo que hay todavía
mucha democracia inexplorada para vivir mejor. No será fácil, pero cabe
esperarlo….
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