Manuel Menor nos envía su último artículo:
Sumidos
en el caos, podemos alabar mejor la mediocridad. En Educación y servicios
sociales, no sólo sembrará el desánimo sino que sobrevalorará la mediocridad y
el furioso individualismo.
Entre el movimiento y el inmovilismo, si todo fluye o es pura
geología, la síntesis actual es la de Rajoy, cuya deficiente motricidad le está
siendo rentable en el paisaje político.
La aritmética, ese elemento indispensable para saber de qué hablamos, parece
darle la razón cada vez más. A la luz de los resultados de las elecciones
gallegas, no tanto de las vascas, prosigue en el avance cuantitativo de
votantes, inmutables ante lo pasado estos cuatro años, inconmovibles con lo que
judicialmente cerca la gestión del PP, y alborozados de ver al oponente clásico
de este, el PSOE, con una crisis aritmética contraria. Por lo que se ve ahora
mismo, después de las 17,30 hs. del día 27.09.2016, le está produciendo graves
hemorragias internas y no poco desconcierto en muchos de sus militantes: el caos campa ya en Ferraz.
De aritmética va casi todo estos días, con lo cualitativo al margen.
El contagio de este modo de mirar reduccionista sobre cuanto sucede ya lleva a
situaciones de difícil retorno. Si se establece como criterio dominante
primordial, una mediocridad rampante se instalará en nuestra convivencia.
Incluso lo que estimamos más valioso -la democracia, el arte y la cultura, o los
avances logrados en asuntos educativos y sociales- se verá profundamente
afectado a la baja.
Galicia
Lo acontecido en Galicia es más que un síntoma despolitizador. El
número de votantes y el de los escaños correspondientes han propiciado “la
estabilidad” que Feijóo solicitó de los gallegos. Es obvio que lo que han dado
de sí estas urnas no es obra de las meigas, más partidarias de lo imprevisto,
del sobresalto e, incluso, de lo disparatado entre hechizados por sus
artimañas. Segura parecerá, más bien, la otra interpretación de que todo en esta
tierra –y también el voto- viene decidido por el sino, el destino, empeñado en
la repetición antropológica de los largos tiempos casi inmutables. Castelao, el
de Cousasy dibujante cotidiano de lo
que pasaba en los años veinte, podría seguir viendo cómo el rural gallego,
aunque se despueble y ya muestre amplias zonas sin apenas niños, escuelas que
se cierran y viejos que se están muriendo, muchas villas y ciudades viven
ensimismadas en lo que siempre han sido. La perplejidad anda de balde estos
días por muchas mentes exculpatorias. Y alguien ha venido a decir –de manera
harto inmisericorde para más de medio cómputo de la pirámide de edades- que no
hay suficiente gente menor de 45 años. Según esta lógica demográfica, el futuro
de la democracia en Galicia optando por las exclusiones, no sería muy halagüeño. Pero
continuar encumbrando como avance lo aritméticamente acontecido, tampoco es
indicativo de que vayan a remediarse en cuatro años las necesidades perentorias
de larga y desdichada tradición que están en la base de este resultado
electoral. Sería milagroso.
El Bosco
Muy cuantitativa ha sido también la consideración de la última
gran exposición del Museo del Prado. Todos los medios han destacado en grandes
titulares la cantidad de visitantes que tuvo: 600.000, que algunos precisaron
todavía en más detalle: 585.000 y una afluencia semanal de 34.500 personas que
pudieron contemplar el 75% de la obra conservada del maestro flamenco. Habiendo estado por medio la
Fundación del BBVA, parece coherente que se haya atendido a estas cuestiones de
la contabilidad estadística e, incluso, que se haya insistido en que la cifra
señalada haya sido “record”. Desde la perspectiva bancaria, el que haya sido la
muestra “más vista en la historia del Museo del Prado”, que adelanta en 2000
visitantes a la de los Tesoros del Hermitage, tiene sentido. Viene a decir,
sobre todo a los accionistas, que han hecho, entre otras cosas colaterales, una
buena inversión publicitaria. El propio Prado ha venido a justificar en la
afluencia de público, una decisión de alcance museográfico. Modifica la
anterior situación relativa que tenía El Bosco en las salas abiertas al
público: ahora tendrá una sala exclusiva.
No cabe sino alegrarse de que un pintor tan atractivo como
misterioso haya tenido tal éxito cinco siglos después de su muerte, pero ello
no debe satisfacernos hasta el punto de que se nos cieguen otras preguntas y no
debamos inquietarnos por consideraciones
que casi siempre tienen aristas. Por ejemplo, acerca del propio número de
visitantes. En la comparación con El reina Sofía, el Thyssen y El del Real
Madrid, resulta que este último es el tercer museo más visitado en Madrid, por encima del Thyssen, tiene 150.000 visitas
escolares –con unidades didácticas y concurso escolar incluidos- y su
facturación es muy competitiva, viniendo a ser “el museo más rentable de
Madrid”. Por otro lado, aunque la turistificación del arte haya estado presente
en las decisiones más relevantes que se han venido superponiendo en la gestión
del Prado desde Fernando VII, es un riesgo constante que esas razones se alcen
como preeminentes. Las otras funciones que los Museos Nacionales han asumido
desde su creación en el siglo XIX –como la investigación, la divulgación y la
educación- quedarán dañadas. El ritmo de globalización económica les acabará imponiendo
qué mediocridad sea más conveniente a una ciudadanía desorientada. Sería una
pena que se acentuara un proceso ya en marcha, en que lo único interesante que
está pasando es que cada vez hay más gente que no distingue si está en Madrid,
Sevilla o Toledo. La geografía –topográfica y cultural- les es es indistinta de
la cronología, mandando más el día de la semana en que se encuentre el tour.
Los selfys imperantes lo empeoran.
Las Misiones Pedagógicas
La experiencia de
educación popular en la II República, tuvo en Eugenio
Otero Urtaza un buen investigador: en
1982 dio amplio y certero conocimiento de lo que había sido (Sada, Ediciós do
Castro). En diciembre de2006, una exposición de bastante envergadura le abrió
en Madrid un público más abierto a enterarse de su existencia y significado.
Esta exposición emprendió a continuación un itinerario ambulante e inconcluso
por otras catorce ciudades: sigue abierta a que la soliciten en otras partes. El
motivo de celebrarla fue que habían pasado 75 años desde que en 1931 se creara
su Patronato. La aritmética es aleatoria en este caso: habrían sido bastantes más años si se hubiera tenido en cuenta que, en 1881,
Giner y Cossío solicitaron la creación de esta actividad educativa, o que
Joaquín Costa lo hizo en 1899, Altamira en 1912 y que el propio Bartolomé
Cossío volvió a plantearla en 1922, logrando que en 1930 se hiciera algo de
este carácter en Las Hurdes. En estos días, diez años más tarde de esta
Exposición conmemorativa -y 85 años después de que se creara aquel Patronato-,
se presentó en la Residencia de Estudiantes, espacio en origen muy vinculado a
los promotores de la iniciativa misionera, un libro de divulgación sobre ella,
de que es autor un magnífico especialista en educación popular, Alejandro Tiana. Es este un libro ameno que recoge lo más
significativo de lo publicado sobre esta experiencia educadora y en que se pone
en valor una parte de la que fuera gran preocupación de la II República por la
educación de los ciudadanos, incluidos los más necesitados. Ese objetivo había
quedado en buena medida en el art. 48 de la Constitución de 1931. Desde entonces
han pasado muchos años –más de los que el promedio de esperanza de vida actual
alcanza-, aquella experiencia educadora sigue teniendo atractivo, y el afán por
darla a conocer es por consiguiente laudable.
Llama la atención, en todo caso, el contraste de ese artículo 48 de 1931 con lo
que dice el 27 de nuestra Constitución de 1978: las redacciones de ambos son
muy distintas y expresan muchas otras diferencias, muy significativas para
entender las intensidades distintas de preocupación
por la expansión cuantitativa y cualitativa de la educación que se hayan
querido expresar en uno u otro momento. Prueba fehaciente de estas distancias
es la cantidad de tiempo que ha tenido que pasar para que pudiera mostrarse en
público –y ahora divulgarse- el atractivo más o menos utópico de lo que pudo
ser aquella preocupación educadora de la República violentamente frustrada. Por
otro lado, tanta cantidad de años transcurrida permite entender, entre otras consecuencias
de la desmemoria, algunas de las
pertinentes a lo bien o mal educados que estemos actualmente. La calidad actual
de nuestro sistema educativo, de la formación del profesorado o de los niveles
e inquietudes culturales –entre las que lo político es mucho más relevante que
el doctrinarismo partidista-, no son fácilmente analizables sin tener en cuenta
la huella de tan largo desconocimiento.
Historias museables
Una derivación de todo ello es que, cuando ahora volvemos a
intentar recuperar el conocimiento de algo que nos secuestraron –porque trataron
de erradicarlo y no sólo en la inmediata postguerra-, mucha gente sólo tolere
una consideración de esa historia como mero objeto museable para el turismo
cultural, de cuyas coordenadas no interesara nada y hubiera que mantenerlo en
la más tranquila ucronía. A las Misiones Pedagógicas republicanas les acontece
lo que a muchas otras historias del primer tercio de siglo XX. Y así sucede que
poco suele relacionarse su nombre con otras “misiones” cuya presencia en aldeas
y pueblos rurales tenía largo precedente, y que volvería a tener amplísima
difusión después de 1936. A las “santas” misiones en las parroquias, William
Callahan les dedicó atención en sus investigaciones sobre Iglesia, poder y sociedad en la España de 1750 a 1874, y también en los años que siguieron. Y en muchas iglesias de pueblo, y también en alguna
catedral, subsisten recuerdos epigráficos de tales eventos, más especiales
desde que Pío X pusiera empeño en la popularización catequética y actualizara
lo que Trento había promovido de manera poderosa.
Y también llama la atención que sea muy habitual aislar las derivaciones
posteriores a la experiencia de educación popular republicana. Josefina Aldecoa
ha contado al respecto algo que puede
resultar extraño y no lo es. Igual que el CSIC trató de imitar desde 1939 a su
modo lo que había sido la Junta de Ampliación de Estudios, en pro del ideario
nacional católico, se subrogó el patrimonio de esta y sirvió de bastión para
poner en las depuradas cátedras a sus selectos elegidos, la parcela de las
Misiones Pedagógicas, tan vinculada a la
Junta, a su Instituto-Escuela o, más lejos, a la ILE, tuvo en el Instituto San
José de Calasanz –del que Aldecoa escribe En la distancia (2004)- algún eco de
actividad en que esta mujer fue parte activa. Es más, la Sección Femenina (1939-1977) y algunas de sus campañas o “cátedras” de divulgación e
inculturación adoctrinante en que se ocuparon, también fueron llamadas con el
nombre misional en no pocas ocasiones. En fin, tampoco sería conveniente
olvidar el sentido “vocacional”, de que tan imbuidos por su voluntarismo fueron
los participantes en las Misiones. La legislación franquista trató de imbuir
permanentemente la labor de maestros y profesores con esa proyección, como si
con esta pseudo sacralización quedaran
cubiertas los imprescindibles recursos que una buena educación requiere. La
aritmética de lo cuantitativo en este caso trató de suplantarse con una farsa
de lo cualitativo y concienzudamente profesional. Oyendo a muchos políticos
actuales hablando por ejemplo, de “pacto educativo”, parece que siguieran
contaminados por esta idea evanescente.
Y, por último, está por ver todavía qué haya quedado en los
pueblos donde tuvo lugar aquella experiencia: qué recuerdan, qué miedos tienen
a contar todavía la historia intermedia desde entonces, qué valor le sigan
dando los descendientes de aquellos niños o maestros de entonces. Revisar todo
ese material etnográfico es una tarea que en gran medida está sin hacer. Sería
de gran interés científico y democrático, por ejemplo, saber en qué haya venido
a parar la transformación de la memoria sobre las Misiones Pedagógicas en
Ayllón, por ejemplo, el primer pueblo donde actuaron.
Estos últimos 85 años
Dicho de otro modo, esta historia de los 85 años transcurridos nos
queda incompleta, en lo que atañe a nuestro momento actual, si no se contempla
en un continuum histórico. Lo sucedido con Las Misiones Pedagógicas de la
República no fue una excepción y, si ahora –después de tantos años- lo
descubrimos en plan arqueológico y sin nada que ver con este presente, reduce
mucho su interés. Bastante antes de la guerra civil, y especialmente desde
1900, venía produciéndose una durísima guerra cultural y educativa. A la altura
de 1931 emergió políticamente de manera significativa en la República el afán
educador, y tanto alcance trató de tener que no dudaron en truncarlo y, con él,
sus dos grandes fuentes patrocinadoras, la institucionista y la políticamente
republicana, para suplantarlas por la que trataron de imponer como única,
grande y libre.
Los historiadores, los profesores de las Facultades de Pedagogía y
los partidarios de una España más democrática, son los más obligados a dar a
conocer ampliamente esa conexión del pasado con un presente en que subsisten
derivaciones de aquellos antecedentes. No vaya a parecer ahora, por ejemplo,
que la LOMCE es el último grito en asuntos educativos, proclamas de “calidad” y
similares. O que el Sr. Méndez de Vigo, convocando a los agentes sociales para
que oigan –y supuestamente acepten- sus condiciones de pacto educativo, se crea
que trata con personas partidarias de la ignorancia porque no acepten sus
pretensiones de inmovilismo.
En la inconsistencia del conocimiento del pasado que nos afecta –y
que ha afectado profundamente a varias generaciones de españoles- se aferra la
movilidad inmóvil de que es vivo ejemplo el Sr. Rajoy. La aritmética parece que le favorece, pero
los matices cualitativos de la experiencia ciudadana aconsejan impertinentes
modulaciones adaptativas. En este
sistema en se trata de confundir estabilidad democrática con cualquier
inmovilismo, un idiotizante academicismo estandarizado con la capacidad
transformadora de la educación, y, similarmente, se está promoviendo el
transformismo de lo mejor de nuestros logros hasta que todo sea
inconsistentemente mediocre.
Por cierto, el batiburrillo
espectacular en que anda sumido el PSOE estos días, por razones aritméticas que
han llevado a la fractura y no al análisis pausado y racional en su amplitud
democrática, no sólo será dañina para ese partido: su desconcertante caos,
unido a las oscuridades que nos vienen proporcionando las oligarquías del
sistema político que tenemos, nos salpicará a todos. Mientras aumenta la
vehemencia imposibilista, no está mal recordar que en política –como en la
vida- la aritmética por sí sola puede ser catastrófica.
Manuel Menor Currás
Madrid, 29.09.2016
TEMAS: Elecciones. PSOE. PP. Galicia. El Bosco. Museo del Prado.
Misiones pedagógicas. Otras misiones. Democracia. Oligarquías.
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