Termina
2013 y empieza la LOMCE con presagios de “recuperación” y “mejora” para 2014. ¿Será
ese nuevo paradigma capaz de desmemorizarnos y armar nuestro ánimo para lo que
venga?
El
gran mantra que viene
usando el PP en sus calculadas comunicaciones con los ciudadanos y periodistas,
para contentar a descontentos y animar a desconfiados, es que ya estamos en la
senda de “la recuperación”: uno de esos tópicos ideales para seguir en babia.
Decir las cosas a medias o agarrándolas por donde menos duelan es habilidad
vieja de malos tenderos, siempre muy socorrida por políticos más ocupados en
mantenerse en “el candelabro” que por la calidad de lo que hacen. Atrincherados
en que los males han venido de otra galaxia en la que este Gobierno no tenía
arte ni parte, parece que sea ahora el
artífice de esta anhelada “recuperación”. La mencionan e invocan con tal
unción, como si fuera fruto de sus desvelos, huyendo de cuanta información
pueda expresar algo muy distinto. Sucede, sin embargo, que no hay ningún dato
estable –ni siquiera macroeconómico- digno de ser tenido en cuenta para jalear
tan buena nueva. Los indicios que pudieran alegarse no tienen, además, nada que
ver con la gestión expresa del Gobierno de Rajoy, sino con un panorama europeo levemente
propicio. Nada de la economía activa, las exportaciones, el nivel del paro o el
número de afiliados a la Seguridad Social indica, por desgracia, que se haya
cambiado claramente la tendencia al deterioro.
Por ello es improbable que, salvo algún amiguete banquero, directivo de
alguna corporación subvencionada o neoprivatizada, se crea la gracieta
reiterada de la recuperación, por más que los medios adictos tiendan a hacerse
eco animador de la misma.
Los
incrédulos son muchos
más, aunque aparenten ser creyentes. Es demasiada gente la que inicia 2014 sin
libertad para creérselo. Los persistentes seis millones contabilizados de
parados. Los menores de 35 años que, aunque hayan cursado estudios de
excelencia no encuentran trabajo o intentan tenerlo fuera. Los desahuciados de
demasiadas fuentes de calor y bienestar, la vivienda, la educación, la sanidad,
la pensión, la asistencia social, la alimentación o el vestido. Y mucha otra
gente, apenada y afeada por la lentitud en recuperar la preocupación porque
todas esas vidas puedan tener sentido, mientras –en paralelo- observan con dolor
cómo rápidamente son recuperados para una gratuita codificación penal
trasnochada los preciados espacios de la seguridad ciudadana o de los derechos
básicos de las mujeres para disponer de sus vidas. Y todo ello sin mentar a los desconcertados
por la ejemplaridad que nos están demostrando en el fraudulento manejo de infinidad
de gastos chapuceros en aprendizajes mágicos de finanzas a cuenta del presupuesto público.
La
cuestión principal que
plantea, por tanto, esta ideología optimista de la recuperación como lavado de
cara –con que implícitamente nos están pidiendo comprensión, perdón por las
molestias, las estafas o lo que sea-, es saber qué pasa si no hay recuperación
en este 2014 que entra. Deberíamos saber ya algo del plan B de Rajoy para
convencernos de que no sólo es un santo varón sino que es capaz de ser muy
proactivo en sacar a la ciudadanía del atolladero en que está atorada. Si no
viene “la recuperación”, debemos saber qué hará, más allá de seguir callado y
no responder a lo que a gran mayoría de la gente le importa. ¿Hemos de seguir
esperando a Godot, como Beckett presagiaba en los años 40?
En
el plano correspondiente de Educación, ¿a dónde se agarrará Wert si resulta que, en
paralelo a su jefe de filas, su LOMCE, presuntamente recuperadora de la “mejor”
educación, no le sale exactamente como sueña? ¿Y si viene a emborronar lo
conseguido hasta ahora y aumenta los
males que aquejan al sistema educativo, como le han prevenido infinidad de
expertos bien acreditados a los que no ha querido oír? Es
posible que no le importe mucho. Pero, puesto que estamos en el centro de la
legislatura y mañana mismo, día 30 de
diciembre, entra en vigor la LOMCE que él se ha empeñado en sacar adelante
prácticamente en solitario, pregonando, entre otras muchas cosas, que los
alumnos y alumnas son “el centro y la razón de ser de la educación” y que su
paso por la escuela debe ir dirigido a formar “personas autónomas, críticas y
con pensamiento propio”, tal vez pueda aclararnos –pues no lo ha hecho- en qué
medida la presencia de la Religión dentro de los horarios escolares –como
“asignatura fundamental”- contribuye a ello. Tal vez debiera explicar,
igualmente, cómo es posible que quiera “recuperar” para la escuela una mejor
calidad educativa si minusvalora a la escuela pública y a sus profesores: ¿Es
que para su particular “mejora” le sobra con unos pocos alumnos selectos
mientras los demás se adoctrinen en la ignorancia? ¿Cómo mejorará las preciadas
estadísticas de la OCDE o de la UE, sin un mínimo de dignidad para la enorme
diversidad de alumnos existente en España? ¿Cómo es posible que en Finlandia,
muy mentada por su posición en el famoso ranking de PISA, lo hayan conseguido
con un 96% de centros públicos? Y, por otra parte, dentro de España, qué
capacidad de mejora puede ofrecer la LOMCE a las Comunidades en que –con la
legislación que denosta Wert- han superado con mucho el promedio de los países
evaluados por PISA? ¿Puede decir y reiterar sin rubor que la educación española
ha empeorado en los últimos años?
No
hace muchos años –cuando
Pilar del Castillo regentaba Educación en la VIIª Legislatura y defendía su
LOCE- alegaban que “el nivel” había bajado: otro mantra para impulsar una ley
que acabó en el inmenso museo arqueológico de leyes para la historia. Por esta
senda del descenso de la calidad que siempre tiene candidatos vocacionados para
“recuperarla” porque sí, pronto nos encontraremos “recuperando” las esencias de
los años en que el analfabetismo era normativo para la inmensa mayoría de
españoles. ¿Cree el Sr. Wert y sus asesores que va camino de otra cosa una
simple ley que no tiene fondos suficientes –como es pauta en las leyes
educativas españolas mejor intencionadas- y que, sobre todo, ha tomado como
modelo de puesta en escena los modales de su antecesora, la mentada Pilar del
Castillo, sin consenso con nadie de los afectados? Y si resultara que las apuestas que Wert ha
empeñado en esta ley que mañana entra en vigor -a contrapelo de cuantos no
pertenecen a su solitaria mayoría parlamentaria- van a empeorar la desigualdad
educativa entre unos y otros españoles, ¿para qué serviría una fórmula de
“mejora” de la enseñanza, que sólo vaya a beneficiar a quiénes no lo necesitan?
¿Para qué les serviría a los demás esa escuela “mejorada”?
Las
presuntas “recuperaciones”
de una educación de calidad, para que no se nos quedaran en mera dialéctica de
salón debieran empezar por diagnosticar con cierta claridad y sin trampas, qué
debemos “recuperar” de lo que tal vez no hayamos perdido. A continuación, sólo
“mejoraremos” algo si tenemos la humildad de reconocer que otros pueden saber
más y mejor que nosotros qué y cómo hacer. No todo el mundo sabe y no todo
vale. ¿Si esta apuesta de Wert y sus amigos sale mal –que ojalá no suceda-, a
quién se lo reprocharemos? ¿A qué excusa se agarrará este reconocible experto
en demoscopia para justificar el desatino y la pérdida de tiempo? ¡Estén
atentos a las mejoras de 2014 y a la recuperación! ¡A ver si se cumple el
anuncio de Godot: “Aparentemente, no vendrá hoy, pero vendrá mañana
por la tarde"!
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