miércoles, 29 de agosto de 2012

Perdone, pero usted no puede entrar en el bar (artículo de opinión)


Antonio Aramayona – ATTAC CHEG Aragón
Suponga usted que monto un bar y que no le dejo entrar por ser usted bajito. Probablemente, con toda la razón del mundo, usted se sentirá indignado y discriminado, me denunciará por racismo, esperará que se haga justicia y que, como poco, me cierren el local. Suponga usted que alego ante el juez que me limito a ejercer el derecho de libertad de admisión y que en el barrio hay otros bares donde sí admiten a bajitos.
Suponga usted que el juez me da la razón. Más aún, que los gastos de mi bar los está pagando usted y los demás vecinos del barrio de su propio bolsillo, pues mi bar está subvencionado. Suponga usted que a mi bar tampoco pueden entrar moros, putas, gitanos, travestidos, negros, comunistas, ateos y otras gentes de mal vivir.
Suponga usted ahora que monto también un colegio donde sólo se admiten niñas, pero no niños. Y que, como soy muy bueno, monto otro colegio donde sólo se admiten niños, pero no niñas. Y que cuando usted me viene a preguntar a qué viene esta segregación, le respondo que no hay discriminación alguna, pues en la misma zona hay otros colegios donde estudian chicos y chicas juntos y usted es tan libre de llevar a sus hijos a esos colegios como yo de montar un colegio exclusivo para chicas o para chicos.
Suponga usted que el ministro de Educación se alinea con los colegios unisex de su país (aunque usted no lo crea, concertados) frente al criterio del Tribunal Supremo, que acaba de fallar que no se debe subvencionar con dinero público colegios que solo admiten alumnado de un solo sexo. Dicho de otro modo, suponga usted que el Tribunal Supremo de su país dice que financiables con fondos públicos son solo los centros educativos respetuosos con la Constitución y la igualdad de toda la ciudadanía.
Usted, entre indignado y estupefacto, creyó que yo había enloquecido por no dejarle entrar en mi bar por ser bajito, pero ahora usted se pregunta qué motivos reales son los que han llevado a los sucesivos Gobiernos a mantener unos colegios donde se practica la segregación sexual. Y por muchos pseudoargumentos pseudopedagógicos que aduzcan esos coles, sólo se me ocurre como explicación una psicótica sexofobia. Seguramente suponen que un muchacho sentado en el mismo pupitre de una chica, lejos de concentrarse, rendir académicamente y aprovechar en sus estudios, corre el riesgo de desperdiciar sus humores corporales y energías intelectuales, además de poner en grave peligro su alma. O que una chica, en lugar de hacerse una mujer como su dios manda, puede quedar presa en las redes del diablo. Y que el rendimiento escolar de ellos y de ellas es superior sin ellas y sin ellos, respectivamente. Sí, lo ha adivinado: casi todos esos colegios son del Opus Dei o de sus primos hermanos.
Coherentes, esos coles reflejan fielmente la ideología del fundador de su secta, J.M. Escrivá. Como botones de muestra, en su obra “Camino” el señor Escrivá contrapone  “falta de carácter” a “ser varón” (4), identifica “ser recio, ser viril y ser hombre” (22), hace equivalentes ser “curioso, preguntón, oliscón y ventanero” y ser “poco masculino” (50), propugna “una cruzada de virilidad y de pureza” (121), recomienda al varón un “matrimonio santo”, o sea, con “una mujer buena y guapa y rica” (360), y le recomienda ser sabio, aclarando que “ellas no hace falta que sean sabias: basta que sean discretas” (946). Y si alguien se mosquea en nombre de la igualdad social o sexual, responde Escrivá que “la igualdad, tal como la entienden, es sinónimo de injusticia” (46).
Cada uno es libre incluso de padecer las fobias y los delirios que quiera, pero no por ello se lo vamos a subvencionar los demás. O sea, que al bar entra todo el mundo o se cierra el bar.

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