La Comunidad Educativa ha recibido los fallos del Supremo sobre conciertos en colegios que hacen separación por sexos con gran expectación; es tan lógico que no se fomente esta segregación que hubiese sido muy difícil entender un fallo en sentido contrario.
Desde perspectivas éticas y educativas, desde el simple sentido común, en el siglo XXI ni un gobierno responsable ni las altas instancias judiciales de un país moderno pueden fomentar la discriminación de ningún tipo. La vigente Ley Orgánica de Educación así lo establece: no puede haber discriminaciones por sexo, raza o condición social...
El desarrollo normal de los fallos del Supremo debería significar no solo que no se establezcan ni renueven conciertos con centros de enseñanza que hacen segregación, tendría que replantearse la vigencia del concierto de estos centros para niñas o para niños. Cabe incluso el debate sobre su legalidad, puesto que el derecho constitucional que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus convicciones y la libertad de enseñanza no pueden anteponerse al derecho de los menores a recibir una educación cuyo objeto es el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales. Sin una convivencia normalizada entre niños y niñas, entre mujeres y hombres en la escuela, ¿qué modelo de sociedad estaríamos esbozando para el futuro?
Desde el siglo XIX, la sociedad española ha debido mantener un pulso constante con la iglesia católica y los políticos más conservadores que han impedido alcanzar un pacto educativo y conseguir un sistema educativo estable y de calidad cuyos beneficios alcancen a todos. Esta vez el relevo cavernario le toca el ministro Wert, quien, recuperando del cajón los discursos de Esperanza Aguirre cuando fue su predecesora, arremetió desde el mismo día de su toma de posesión contra "malentendidos igualitarismos". Ante la doctrina del Supremo, el Ministro no disimula su mal sabor de boca. No es solo por su actitud ultraconservadora, como recordaba hace unos días Tomás Gómez, este es además un Gobierno que responde a intereses del Opus Dei y al ala más radical de la jerarquía católica, siendo controlado por ellos.
Los centros segregados para niñas o para niños están vinculados al Opus y otras organizaciones ultracatólicas. Apelan a diferencias de ritmo, actitudes y aptitudes entre niños y niñas; de ahí a hablar de estudios "masculinos" y "femeninos" hay una línea casi imperceptible. El ideario y los "motivos" que estos colegios publicitan hablan también de explosiones hormonales y distracciones adolescentes, de complementariedad social entre hombres y mujeres. Es la vuelta a las argumentaciones rancias que creíamos obsoletas, el prólogo de un retroceso, sobre todo, en la igualdad de oportunidades y derechos para las mujeres.
Los socialistas y otras fuerzas políticas se han pronunciado con contundencia sobre las intenciones y declaraciones del ministro. Los socialistas tenemos un concepto de educación como motor de igualdad y desarrollo; por eso, ni entendemos ni respaldamos una educación con matices excluyentes y elitistas, propios del pasado. Es nuestra seña de identidad desde hace más de un siglo, y son conceptos decisivos en la modernización de la sociedad. Así lo piensan los progresistas europeos e incluso buena parte de la derecha, pero desgraciadamente no la nuestra, que está a la derecha de la derecha.
Victoria Moreno, Vocal Ejecutiva del PSM-PSOE, y Juan Pedro Rodríguez, Coordinador de la Secretaría de Educación del PSM-PSOE
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