- "Una de mis alumnas no dispone de ordenador ni conexión a Internet. ¿Cómo decirle que el sistema le asegura una igualdad de oportunidades, si no es cierto, si ha sido su economía la que ha decidido que en esta cuarentena no va a poder seguir las clases?"
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La primera vez que me puse en contacto con mis alumnos a través del correo electrónico de EducaMadrid no intuía los problemas que podía conllevar trabajar así. La plataforma se colapsaba enseguida, como consecuencia de la gran afluencia de profesores conectados al mismo tiempo, por lo que decidí crear un correo alternativo para poder comunicarme con ellos. Sin embargo, este no fue el verdadero problema al que me enfrenté: los inconvenientes tecnológicos pueden resolverse por otros cauces; la falta de recursos y la brecha digital resultan, lamentablemente, más complejos.
Una de mis alumnas no dispone de ordenador, conexión a Internet ni datos en el móvil porque su situación económica es difícil y dolorosa. ¿Qué hacer? ¿Cómo decirle que el sistema le asegura una igualdad de oportunidades, que el esfuerzo personal la conducirá a un futuro mejor, si no es cierto, si la clase social ya la ha condicionado, si ha sido su economía la que ha decidido que en esta cuarentena no va a poder seguir ningún tipo de clases? Pienso que, como mi alumna, miles de familias se ven inmersas en este estado de vulnerabilidad y, como docente, me siento alienada, superada, inservible.
De momento, mi alumna seguirá mis clases a través del libro, sin posibilidad de comunicarme con ella, sin poder hacer un seguimiento diario, sin explicación alguna. Estamos tratando de buscar alguna solución todavía. Quédense con la idea de que el virus no solo ataca a la salud.
Además, debo señalar que imparto Lengua castellana en una FP básica. Para quien desconozca este tipo de enseñanza, se trata de ofrecer a los alumnos una alternativa para obtener el título de ESO junto al aprendizaje de un oficio. Como comprenderán, el perfil del alumnado es bastante concreto: familias desestructuradas, problemas de atención, absentismo… Aquí, por tanto, el componente gregario es fundamental, porque pretendemos trabajar desde todos los departamentos de una forma holística, intentando consolidar los grupos para que ellos mismos se animen en eso tan impopular como es entregar trabajos o aprobar y, en definitiva, hacer que crean en ellos mismos.
Las clases online ralentizan u obstaculizan este proceso. Es muy difícil fortalecer esta autoestima colectiva desde la frialdad de un ordenador, sin el contacto directo con tu alumnado y sin el contacto entre ellos mismos. En 55 minutos de clase no solo impartimos teoría, tratamos de enseñar pautas de comportamiento y valores transversales, compartimos nuestros problemas, perdemos esa vergüenza por abrirnos al mundo, dialogamos. Ahora, ¿de qué manera vamos a incentivar este ambiente? Un correo electrónico no alberga esta posibilidad.
Son tiempos difíciles para la educación pública. Con ratios desbordadas, con la imposibilidad de atender individualmente como nos gustaría a cada alumno, con el cuestionamiento constante por ciertos sectores de la sociedad, con el desconocimiento de si, finalmente, se celebrarán oposiciones en junio; en medio de una suerte de caos, así vivimos los profesores este estado de alarma.
No se preocupen, estamos acostumbrados a reinventarnos, lo hacemos cada vez que cruzamos el umbral de la puerta del aula. Una nunca sabe qué tipo de chavales se encontrará, cuál será la situación personal de cada uno, si dispondrá de un ambiente propicio para el estudio cuando lleguen las 14:25, si tendrá energía suficiente para aguantar una clase de casi una hora. Miren, a nosotros esto de improvisar constantemente no nos pilla de nuevas.
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