domingo, 18 de marzo de 2018

Amarillismo (Manuel Menor)

Manuel Menor nos envía su último artículo:


No todo vale, por mucha fama mediática y política que pueda dar un titular

El amarillismo intolerante es corrosivo. Emerge pronto al tratar cuestiones educativas o  pautas culturales: da igual que se trate de feminismo o de fútbol, de violencia o del sistema carcelario.

Entre el pasado y el futuro, en política como en muchas otras actividades, lo que rige son las urgencias de un presente movedizo. Las decisiones suelen ser ajenas a  la experiencia del pasado, y los proyectos de futuro tampoco pesan demasiado cuando las presiones del presente acucian. Quien más sufre es la moral, reducida al relativismo cortoplacista del provecho, a la expectativa de ir tirando hasta el siguiente tranco de oportunismo e improvisación. 

En los medios y en las redes favorece modalidades diversas de amarillismo. Las gamas de esta coloración son casi infinitas, invocan a veces la libertad de expresión, casi nunca la ignorancia y, por supuesto, nunca las obediencias debidas a quien paga e impone sus interesadas preferencias. Los muchos motivos de tal sarpullido casi siempre conducen a que hay perspectivas que es mejor ralentizar y, a ser posible, parar, porque a quien corresponda le va mejor con lo que hay o, si se puede, retrocediendo más.

Violencias varias
La instrumentalización del sentimentalismo a cuenta de una desgracia como la del crío almeriense ha proporcionado un penoso remake periodístico, nulo de información y ávido de acaparar protagonismo gritón. Tanto quisieron impactar que alentaron un espectáculo triste. Recordó en algunos aspectos  al que Billy Wilder retrató en  una gran película de 1951, El gran carnaval, protagonizada por un periodista especialmente ambicioso y egocéntrico que encarnaba un excelente Kirk Douglas. Más disputado que otras veces en muchos medios, este “caso” ha cobrado su rédito en el debate sobre la prisión más o menos prolongada de algunos delitos de cárcel, cuyo carácter reeducador ha vuelto a ceder ante quienes quieren rehabilitar su dimensión punitiva más dura o, simplemente, sacarle partido a una foto oportunista. Concepción Arenal todavía tendría -en este momento de búsqueda de votos entre descontentos y desafectos- mucho a quien hacer leer su librito El visitador del preso.

El “caso” de las pensiones también ha dado mucho juego, y parece que lo vaya a seguir dando a la luz de lo visto y oído a Rajoy en el Congreso hace tres días, y en las manifestaciones de buena parte de España ayer, día 17. En vísperas de elecciones, es cuento seguro para que se expanda un posible manto de olvido sobre duros recortes sociales y tropelías varias acontecidas en estas legislaturas. Una promesa bien realizada puede ser bálsamo propiciatorio para ampliar el caudal de votos necesarios para ir tirando. Qué vaya a pasar más adelante, en el plazo escaso que el envejecimiento demográfico tolera, sería incordiar demasiado. Mejorar por ejemplo salarios de la gente joven, que pueda cotizar y sanear la propia expectativa de natalidad, es demasiado complicado y privaría de ventajas a quienes aprovecha en exclusiva la cacareada subida del IPC. Mejor el corto plazo de los pequeños parches que nada arreglan y que, más adelante, entorpecerán más las buenas soluciones con individualismos corporativistas.

Fútbol, Neruda y Rousseau (entre otros)
Tantos “casos” no hacen casual y sí lamentable que, en el contexto de la gran manifestación y huelga de las mujeres el pasado día ocho, fuera primera página de un importante medio, el día 13, que un sindicato principal  planteaba -según la periodista firmante- suprimir en su presunto modelo de “escuela feminista” el fútbol y las obras de Neruda o de Rousseau. Convertir un artículo de opinión en doctrina oficial de una organización es un mecanismo de manipulación conocido ya por los sofistas griegos. La autora de este “caso” periodístico, falsamente  escandalizada, seleccionaba para su grandilocuente titular, entre el amplio conjunto de propuestas imaginativas que las autoras proponían, las que le parecieron más del agrado sentimentaloide del lector complaciente. Ninguna de las otras mencionaba, y son más de veinte las que proponían las autoras transgresoras de la convencionalidad rutinaria en que se mueven muchas aulas escolares y universitarias. Tomó la parte por el todo y puso en primer plano de su noticia al fútbol y a dos o tres autores famosos. Como “masaje” adoctrinante no estaría mal si hubiera tenido otras tradiciones la revista, pero por ignorancia, descuido o lo que fuera, la fabricante de la noticia  ni se  inmutó –o tal vez sí- porque la publicación que había aceptado el artículo de opinión  tuviera en su haber, desde que empezó a rodar en octubre de 1978, una larga trayectoria de monográficos dedicados a la igualdad de la mujer y a explicar las duras razones por las que el día 8 de marzo había sido proclamado por la ONU de recordatorio y exigencia para todos y todas. Como eso no la inquietó, puede que, para la autora de esta noticia inventada, lo del feminismo solo sea una moda superficial de consumo, o que el sindicato que había acogido inicialmente el artículo –discutible como cualquier otro- le parezca un fraude a desmontar. Da igual, porque el titular que le ha proporcionado una primera página en el medio para el que escribe traslada al lector esa duda infame. Sea cual sea lo que de verdad piense ella al respecto, con el abuso -¿plagio?- que hace de la bella fotografía que había soportado el mensaje de las autoras del artículo, la “investigación” le ha salido barata y pretenderá quedar como una reina.

Lo de Rousseau o Neruda, visto lo que suelen leer quienes debieran leer bastante más, no parece especialmente relevante. Lo es más el amarillismo implícito en una noticia en que la misoginia de que hayan hecho gala escritores célebres del pasado –a la que cabe sumar otros y otras del presente- no es denunciable a los educandos de ahora mismo, independientemente de si son buenos o malos escritores y escritoras. Aparentemente desconcertada por signos de machismo en las aulas y centros que denunciaban las autoras del artículo, simula asombrarse de que hayan incitado a no leer a quienes minusvaloran a las mujeres. Pero no  se toma el trabajo de explicar que pueda ser un serio problema seguir dando por “natural” en las aulas lo que es construcción de un tiempo de cultura patriarcal. Tampoco se sorprende con que, al releer los libros escolares, aparezca en la nómina de los artistas, en especialidades en que destacan música o pintura, que el genio creador solo haya tocado las meninges varoniles. A la periodista que ha “fabricado” la noticia le debe parecer “normal” que así se despachen -todavía hoy- en gran medida los currículos y los textos escolares, aunque los responsables de algunas editoriales hayan suscrito recientemente un convenio para revisar este extremo. Ya puestos, sería más coherente que hubiera defendido explícitamente que le molan cuantos hablan de “ideología de género” y “dictadura de género” en medios que dan cancha a voces que creen tener la exclusiva sobre cuanto a derechos y libertades de las mujeres se refiere.

Con todo, al amarillismo de nuestra periodista lo que más parece preocuparle es que el fútbol pudiera dejar de ser la estrella de nuestros colegios, escuelas e institutos: ahora que no está tan mal visto que las chicas lo practiquen, podría hacer del patio de recreo un espacio “amigable”. Probablemente tenga in mente todavía aquellas historias del “interés general”  de 1997, con Álvarez Cacos en el primer Gobierno aznarino impulsando la “Ley Reguladora de las Emisiones y Retransmisiones de Competiciones y Acontecimientos Deportivos”, que  suscitó varias“guerras del fútbol”. De cómo la cabecera de El Mundo –ahora aparentemente ofendida por lo que diga la propuesta feminista de unas chicas en una revista sindical- se ocupó de esta materia da cuenta extensa Pedro Paniagua en las páginas 164 y 165 de su libro Cultura y guerra del fútbol: Análisis del mensaje informativo (UOC, 2009) a partir de lo que todo periodista honrado sabe: que en su trabajo “importa no solo lo que se dice, sino cómo se dice, con qué importancia, con qué extensión y con qué fuerza, en definitiva”.

Libertad de comercio y libertad de elección de centro
Todo esto es nada, sin embargo, con lo que nos aguarda a propósito de las respuestas que ya se proponen a los aranceles proteccionistas de Trump: Los aceituneros altivos ya están en pie de guerra, y los exportadores de buena parte de la manufactura europea también. Puede ser buena ocasión para que esta u otros periodistas traten de investigar estructuras educativas nada ajenas a las que –desde la OCDE, FMI, Banco Mundial u Organización Mundial del Comercio (OMC)- rigen el comercio internacional, pero no los tribunales de jurisdicción internacional. Interesen a su público en saber que esos modos de colonización, dominación y superioridad tienen patrones similares a los que rigen mayoritariamente las relaciones entre hombres y mujeres en muchos aspectos de la vida laboral y social.  Háganle saber que siendo muy principales en el sistema educativo español, el peculiar liberalismo aquí imperante ha hecho que, al amparo de “idearios particulares”, el erario público subvencione o concierte plazas escolares con empresas privadas a las que la LOMCE (desde 2013) faculta, además, para segregar niños y niñas. Y no se arredren si comprueban que la versión hegemónica en España de la libertad de enseñanza es ese particular libre mercado de la “libre elección de centro”, un invento estratégico, entre neoconservador y neoliberal, que posibilita aquí –como si de un parque temático  del Ancien régime se tratara- narcisismos propicios a obstaculizar que la obligada universalidad educativa –en que quepan todas las chicas y chicos- tenga la dignidad que merece un país democráticamente moderno y actual. ¿No es rara la aplicación que ha tenido el art. 27 de la CE, particularmente en su última versión legislativa?

 Por supuesto que estas líneas de investigación tienen su coste. Pero  si lo responsable al informar sobre políticas educativas es mostrar que, entre el pasado y futuro de la educación española hay bastante más de lo que los mentores del último proyecto de pacto educativo –ayudados por titulares como el comentado- tratan que no veamos, los lectores tenemos perfecto derecho a la queja:  -“¡Lástima de tiempo periodístico  perdido!”

Manuel Menor Currás,
Madrid, 18.03.2018

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