Manuel Menor nos envía su último artículo:
Ya tenemos la musa que
inspirará argumentos que jibaricen una perspectiva seria de educación de todos
y para todos. Pronto limitará aquí el levísimo “diálogo” de que se habla.
Afortunadamente, no estaremos en nuestro
propio funeral salvo, tal vez, de cuerpo presente; la naturaleza es sabia en
este sentido. Basta ver el lío que se ha armado con la muerte repentina de la
exalcaldesa valenciana, con unos y otros echando balones fuera, o dentro según
se mire. Al parecer de muchos opinantes, tiene gran mérito lo que hizo con la ciudad de Valencia. Hay quien dice, incluso, que, antes de ella, era un
ciudad cochambrosa. Sinceramente no. Esas aseveraciones se parecen a las de
quienes han aprovechado la situación irreversible de esta muerte, para mostrar
algo más que oposición política. Ni venía al caso en ese momento crucial todo
lo relacionado con la operación Taula y las dudosas responsabilidades que
hubiera podido tener en el blanqueo de dinero, ni las de otras investigaciones
judiciales como Nóos, Gürtel, Imelsa o Emarsa. Es casi siempre lastimoso entre
nosotros el difícil maridaje entre lo institucional y los duelos por los
muertos: lo paga nuestra memoria colectiva.
Los barracones
En este caso, es probable
incluso que haya hecho cosas buenas para muchos valencianos: la han sostenido en la alcaldía durante 23 años. Háblese de ello, si se estima oportuno, pero sacar a relucir ahora
como gran mérito suyo un urbanismo absolutamente discutible es también pasarse.
Mucho de lo construido como servicio público y la propia redefinición espacial
de la ciudad del Turia parece sintonizar más con esa inclinación levantina por
la apariencia cursilona y grandilocuente, que por una resolución coherente y
sostenible de los problemas de la población. En el urbanismo que promovió hay mucho
que no debiera haberse hecho y, además, no es poco lo que resulta deleznable a
quienes en algún momento de nuestras vidas hemos vivido en esa ciudad. Tanto
calatravismo constructivo cuando no se necesitaba tanto perifollo elitista, ha
ayudado a una selectiva gentrificación de
zonas céntricas antes ocupadas por clases populares y no ha dejado una
ciudad más habitable para todos. La “impronta” con que ha cargado a los
valencianos adolece de excesivo “caloretfaller”
y despropósito.
Si, además, se contrasta el costoso
empeño puesto en fantasías como la visita del Papa, la Fórmula I, la Copa
América y otras lindezas como “el nuevo Mestalla” o el plan urbanístico del
Cabanyal, al margen de las cuantiosas deudas en que han quedado sumidos estos
ciudadanos se podrá ver que tanta
monería no ha dejado tiempo ni recursos para atender, por ejemplo, a los centros
educativos públicos. No era ésta competencia estricta del Ayuntamiento,pero sí
un indicador muy sensible de preferencias, pues todo en Valencia y su Comunidad
giraba en torno a los dirigentes del PP, con la Sra. Barberá como “jefa”. Por
eso ha sido muy llamativo que, que casi coincidentes con su solitaria muerte,
fueran también noticia los barracones prefabricados en que muchos niños de esa
ciudad han tenido clase: el día 22, un día antes, la lluvia había hecho que en el CEIP 103 hubieran tenido que desalojar las aulas. Q.e.p.d.
El Pacífico (Océano)
El Mediterráneo no es, en todo
caso, el centro del mundo desde hace mucho y pronto los mapas principales de las
escuelas van a mostrar un Atlántico periférico.
Otra geopolítica mundial se avecina: Trump está pregonando ya la nueva
Geografía Humana que se va a estudiar muy pronto en los sistemas educativos de
la OCDE. El Pacífico pasará a ser definitivamente el centro y, en relación con
él, el nuevo posicionamiento del Este y el Oeste pronto hará olvidar viejas
asociaciones de cuando “la Guerra Fría”. Esta deslocalización simbólica que se
avecina sólo expresará lo que la aceleración globalizadora ha ido generando en
los últimos treinta años. Tocan a Trump los reposicionamientos estratégicos de
los EEUU.
Pero lo cultural también
cuenta. El multimillonario republicano ya ha hecho gala de bastantes gestos
que, salvadas las distancias, guardan notables parecidos con otros de la
fallecida exalcaldesa valenciana. En particular, esa especie de campechanía
compatible con el autoritarismo conservador y otras formas chillonas de
actuación y demostración pública, capaz de llevarse por delante, si se tercia,
lo que suene a racional modernidad. Una tendencia con la que es coherente uno
de los últimos nombramientos hechos por el magnate americano que, por demás, tendrá indudable influjo en
algunas de las corrientes de pensamiento pedagógigo que tienen acomodo poderoso en nuestro país. Betsy DeVos, también
multimillonaria –otra inclinación de valor creciente en política-, será la secretaria de Educación de EEUU.
Y la “libertad de enseñanza”
Conviene tomar nota de la trayectoria y
declaraciones de esta mujer, radical opositora –según escribe el corresponsal
de EFE en Whasington- de los sindicatos de profesores y, defensora de muchas de
las querencias que han provocado -no sólo en EEUU- pugnas interminables. En
España, organizaciones como CEAPA, sindicatos como FETE o CCOO, y plataformas
reivindicativas como MAREA VERDE, son fehacientes testigos de lo difícil que
es una “calidad” educativa entendida de
manera leal e igualitaria para todos.
Sin que sea una novedad para el
neoliberalismo educativo, especialmente militante desde la publicación en 1983 del estudio A Nation at Risk, con Trump se seguirá
erosionando la atención a los sectores americanos más débiles que, al mismo tiempo, son los más necesitados de
una educación que les facilite vivir con más sentido. Sus perspectivas de cambio
serán parejas a las que se van a producir en la débil sanidad pública, a la que
las pocas reformas que ha podido hacer Obama ya se ha anunciado que van a ser
recortadas. Lo que parece inminente es que los razonamientos a favor de que las
políticas democratizadoras son pura burocracia que coarta el talento natural, y
que sólo frenan la expansión de la “buena educación”, volverán a lucir
espléndidamente. En nuestro paisaje mediático –y por los canales más
sorprendentes-, retornarán pletóricas de jovial entusiasmo las consignas en pro
de “la libertad de enseñanza” y, también, de “la calidad” educativa. El determinativo “la” será fundamental en la
inundación de mensajes que los Megadata nos harán llegar de manera
personalizada, para minar de desprecio implícito cuanto no sea detraer hacia la
privatización y el negocio educativos el máximo de recursos públicos.
Concordancias
En estas circunstancias, y sin
apenas contrapesos en la Cámara de Representantes y en el Senado para el
narcisismo político de los “selectos” y “satisfechos”, crecerá la sordera para los
viejos clamores de quienes con Condorcet–y mucho antes, desde Aristóteles en su
Política- vienen reclamando la
verdadera democratización del conocimiento como el mejor modo de construir una sociedad más equilibrada y menos
disparatada. También en España, pese a que el peso del PP en el Parlamento es
distinto, es previsible que “el diálogo” para un “Pacto educativo” nacional que
pregona este partido,reenmarque rancios argumentos a favor de proseguir su
incansable monólogo. Son muchos los responsables de políticas educativas que ha
tenido el PP de Rita Barberá que han hecho gala de modernidad con las doctrinas
que la Sra. Betsy DeVos ha pregonado desde la American Federation for Children
para “la mejora” de la educación. Con los derechos de los padres por delante de
los reconocidos por la ONU a los niños, esta multimillonaria de raigambre
ultraconservadora les inspirará nuevas maneras reaccionarias de radicalizar la
interpretación del ambiguo artículo 27 de nuestra Constitución. Al tiempo.
Manuel Menor Currás
Madrid, 24/11/2016.
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