El
“diálogo” de Méndez de Vigo puede abortar antes de un “pacto educativo”
El continuismo de Rajoy
no propicia un clima favorable. La LOMCE, el Estatuto de la Función Pública
Docente y los Presupuestos pueden seguir patrocinando la marginalidad de la educación
pública.
Una vez conocidas las nuevas caras del Ejecutivo, desde las 18,30
hs. del día 04.11.2016, lo más destacable del panorama que, para “afrontar las
reformas que necesita España” vuelve a presidir Rajoy, va
a ser el continuismo. Es lo que corresponde a su discurso de investidura y
a la trayectoria política de sus últimos
cinco años. La movilidad inmóvil es, sin embargo, una teoría que se compadece
mal con el “diálogo” que, si desea permanecer un razonable tiempo adicional en
La Moncloa, ha de ejercitar en lo que dure esta XII Legislatura. En la
práctica, este estilo de esperar a que escampe, tan de algunos galaicos, viene
a ser similar al lampedusiano afán de que todo cambie para que todo siga igual
(El Gatopardo, 1954). Más de lo mismo:
puro conservadurismo para una mayoría de españoles.
“Esto no es una pipa”
Ya es mal augurio que se hable de “diálogo” a regañadientes, como
un mal necesario que viniera dado por lo adverso de no disponer de mayoría
absoluta en el Congreso, y no como algo que va de suyo en la manera de entender
las relaciones políticas de los humanos: “El hombre es por naturaleza –decía
Aristóteles- un animal cívico… La razón de que el hombre sea un ser social, más
que cualquier abeja y que cualquier otro animal gregario, es clara…: sólo el
hombre, entre los animales, posee la palabra. La voz es una indicación del
dolor y del placer, por eso la tienen también los otros animales. En cambio, la
palabra existe para manifestar lo conveniente y lo dañino, así como lo justo y
lo injusto. Y esto es lo propio de los humanos frente a los demás animales:
poseer, de modo exclusivo, el sentido de lo bueno y de lo malo, lo justo y lo
injusto, y las demás apreciaciones. La participación comunitaria en estas funda
la casa familiar y la ciudad” (La
Política, I, 2).
Por naturaleza, pues, la convivencia cívica sería, según el
filósofo de Estagira, anterior a cada uno de nosotros, y la capacidad funcional
de hablar y dialogar constituiría su razón de ser fundamental. Pero si esta
actividad parlante deja de existir, hablar de “diálogo” es más propio de selectos
autosuficientes, y no de quienes necesitan vivir en sociedad como miembros de
la Polis. Razonamiento este que, si se aplica a lo que han venido a ser los
cinco años últimos de gobernación de España, hace más inteligibles los motivos
que han llevado a Rajoy a decidir como si las mayorías absolutas le confirieran
razón y, además, la enorme dificultad que, por falta de hábito, va a tener para
adaptarse ahora a las razones de los otros. Indirectamente, esa negligente
falta de práctica explicaría buena parte de la indiferencia, desesperanza y
desazón que la vida política suscita en la ciudadanía actual. Especialmente,
cuando la lealtad al bien común ha saltado por los aires y, en su lugar, primó
un excesivo abandono de la palabra dada.
Problema adicional a superar por los llamados a “dialogar” en esta
Legislatura para no incurrir en reiterada sordera, es que de “diálogo” no es la primera vez que hablan los
que ahora insisten tanto en “dialogar”. La desconfianza que suscitan hará muy
dudoso que vaya a ser esta una de las claves de cuanto vaya a suceder en
adelante. Fue una de las palabras que más instrumentalizó el PP en la etapa
anterior de Gobierno y le sucede lo que al término “calidad” que, tal como lo
aplicaron a educación, ha torcido su valor semántico original: desde 1998, lo
emplearon para erosionar lo que la enseñanza pública había conseguido en los
últimos 30 años. Esta reutilización del lenguaje a conveniencia, está en plena
sintonía con la hipocresía de los sofistas y con la ambigüedad surrealista. René
Magritte –hoy revisitable en el Centro Pompidou- lo representó en varios iconos
gráficos con la inscripción: Ceci n´est pas une pipe, dentro de la serie que tituló La traición de las imágenes (1928-29).
En todo caso, el alcance real de lo que por “diálogo” estén ahora dispuestos a
entender accidentalmente, hasta admitir que otros puedan tener tanta o más
razón que ellos, pronto será sometido a evaluación en asuntos como Presupuestos
generales, Pensiones, Empleo y trabajo,
Déficit público o nuevos recortes en las distintas prestaciones estatales de
signo social. Ahí se fijará el nivel de entendimiento de este ahora tan
invocado “diálogo”, y si no es otra ocasión estratégica para tirar piedras
acusatorias a los demás.
El diálogo de “los unos”
Íñigo Méndez de Vigo será uno de los más llamados
a “hablar, dialogar y pactar”, pues a Rajoy, aunque muy satisfecho con
proclamar lo muy
exitosas que hayan sido sus leyes y “reformas” anteriores –que por ello
habrían de profundizarse-, la de la LOMCE no le ha debido satisfacer demasiado.
Hace año y medio le encargó a este renovado ministro de Educación y Cultura que
lavara la cara a lo que había legislado Ignacio Wert. El ser diplomáico y, al
parecer, “amable”, le puede venir bien para el otro encargo de la Portavocía
del Gobierno. Si, además, lo adoba
con algunas dosis de humor –como este primer viernes pasado-, puede que
coseche algún éxito.
No obstante, en esta otra tarea no basta con eso. Tampoco con meros
anuncios publicitarios como el del “Pacto educativo” que intentó modelar desde
que Wert fuera de embajador ante los
amos de la educación globalizada, la OCDE y PISA: una especie de vacaciones
pagadas en París. Los distintos interlocutores que fue llamando desde junio
para ir preparando el ambiente ya le dejaron el encargo de los deberes que
implicaba dialogar en este asunto. Entre otros, la reversión de los recortes
educativos ejecutados especialmente desde 2011 y, por supuesto, la derogación
de la LOMCE, amén de otros cuidados a la escuela y universidad públicas. Pues
bien, de entrada, el Decreto de
Reválidas del pasado 29 de julio es cosa suya y, entre lo que él dice y dice
Rajoy a fin de suavizar esta selectiva cuestión estratégica, hay tal distorsión
que no ha evitado la
primera gran huelga de este curso académico.
Es más, algunos de sus
interlocutores le plantearon ampliar privilegiadas bonificaciones, y en la
fotografía correspondiente aparece
muy sonriente, probablemente para indicarles su connivencia. Al fin y a la
postre, el círculo del CEU en que este ministro se ha movido de la mano de
Marcelino Oreja Aguirre –el de los Acuerdos Con el Vaticano en enero de 1979-,
han propiciado desde sus orígenes una peculiar manera de entender la “libertad
de enseñanza”. Por otro lado, la posición preferente que ha dado al profesor
José Antonio Marina, con sus predilecciones
harto conocidas –y más después de su “carta al nuevo
ministro o ministra de educación” del día dos de noviembre-, no es una
buena praxis. Nadie ignora que está vinculado
a la Universidad privada Antonio
de Nebrija, y más ocupado en impulsar una Universidad de Padres on-line
que en detentar una representación parlamentaria adecuada para asuntos de tanta
relevancia social. Hasta el momento, esta iniciativa sólo ha contribuido a
sentar un mal precedente de partida: con cartas marcadas y prepotencia
indebida, será difícil el acuerdo que se necesita para que un “pacto educativo” y un Estatuto de la Función
Pública Docente puedan tener consistencia. En junio pasado, T.E., de FE-CCOO, ya advertía, a propósito de una supuesta
“Sociedad Civil para el Debate”, que el
arbitrismo tiene larga tradición entre nosotros.
Sin duda, las competencias del oficio diplomático que, como
corresponde a un aristócrata con cierta prosapia pueda tener Íñigo Méndez de
Vigo, le vendrán muy bien. Pero si la sustancia de lo que pueda acordar en “diálogo”
sigue vacía de contenido y las formas son deficitarias ab ovo, el supuesto proceso que ha de conducir para que en un plazo
de seis meses se pueda formular un pacto Educativo, se quedará en fofo despropósito,
más huero cuanto más sonriente se muestre en sus comparecencias públicas, que
serán muchas. No es fácil y no lo tiene fácil. Antes de que fuera nombrado
sustituto de Wert, nadie apostaba por que fuera experto en asuntos educativos.
Tampoco hay constancia de que estuviera comprometido o al menos creyera en una
educación de todos y para todos, en igualdad y sin privilegios subvencionados.
Y “los otros”
En todo “diálogo”, hay los unos y los otros. El margen de maniobra,
en este caso, no es mucho si se tienen en cuenta los antecedentes de quienes
ahora mentan algo más “el diálogo”. Y tampoco si cuantos hayan de prestarse a la parafernalia que se ponga
en marcha, no se quitan de encima los malos recuerdos, especialmente en la etapa de Aguirre al frente de Educación y,
sobre todo, cuando le tocó a Gabilondo, en que por conveniencias peperas no hubo
acuerdo. O no logran sacudirse los momentos significativos de estos últimos
años, en que la callada por respuesta o
el desprecio acompañaron a cuantos trataron de hacer oír su voz discordante a
las altas instancias del Ministerio o a las Consejerías de muchas Comunidades
Autónomas. Quedan ahí todavía no
pocas malas artes que borrar, falsos argumentarios contra los oponentes,
consignas pagadas con dinero público para sostener en Internet una adulterada
imagen de prestigio, junto a un manifiesto desprecio a sus plataformas
reivindicativas.
Novedad nada secundaria será, de todos modos, poder seguir el
grado de “responsabilidad” que, a pesar de mimbres tan endebles, estén
obligados o dispuestos a tener “los otros”; al menos, los once parlamentarios
precisos para que la aritmética del voto salga acompasada a lo que ha sido la
investidura de Rajoy. Ser interlocutor distintivo del PP en las circunstancias
actuales será un problema especial para los activos de que pueda disponer el PSOE dispuestos a defender una verdadera oposición socialista. Les supondrá un
reto no sólo interno, sino también ante quienes puedan interpretar sus gestos
como renovado compromiso social o, simplemente, como coyuntural
corresponsabilidad política con ajenos intereses. Puede, en fin, que la
posición endeble del PSOE facilite la tarea al IX
Barón de Claret de quedar bien ante los medios, tan necesitados como están
de felices encuentros, pero no es arrendable la ganancia. Y todo puede quedar peor que está si este
“diálogo” se reduce a cambios epidérmicos. Con la ineludible responsabilidad de
que no atender la educación en profundidad acrecentará la gravedad de otros muchos problemas que tenemos encima.
Manuel Menor Currás
Madrid, 06.11.2016
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