¿Las
“mejoras” educativas de la LOMCE serán cuestionadas pronto en el BOE?
Ha llegado el momento de
reconocer a organizaciones sociales, sindicales y plataformas como MAREAVERDE,
sus reivindicaciones por una buena
escuela pública. Indicaría, al fin, voluntad de “dialogar” en serio.
Dentro de la inminente “era Trump” que se
avecina esun consuelo que se haya podido cumplir –al menos enpequeña dosis- lo
que en julio de 2013 habían prometido hacer los grupos de la oposición. El proceso de elaboración de la LOMCE
y su paso por el Congreso había sido tan expeditivo a cuenta de la amplia
mayoría que el PP ostentaba que, como fórmula dialogada para enseñar a la
mayoría de niños y adolescentes actuales, resultó muy inadecuada, difícilmente
defendible además técnicamente si no se hace trampa.
Pérdida de tiempo
Entró en el BOE como imposición monologante de una
minoría social satisfecha de reafirmar viejos hábitos que poco tienen que ver
con las demandas de hoy. Se pone así de manifiesto que la derogación de la LOMCE exigida el 5 de octubre y, en parte
lograda el día 15 de este mes en el Congreso -cuando el apoyo parlamentario a
Rajoy no es el que era-, evidencia una contradicción que, el nueve de diciembre de 2013, cuando fue aprobada, ya era visible.En democracia, pronto acaba
por ser ineficiente legislar con prepotencia y mejor es “dialogar” al máximo.
El cortoplacismo evidenciaque embobar a la ciudadanía con apariencias de
“mejoras” como las propugnadas por la LOMCE, ha sido un modo de perder el
tiempo. Una táctica, por demás,de pautas reconocibles: llamar la atención sobre
un asunto relevante, incrementar su desgastecon los conocidos métodos que ha
explicado Naomí Klein, presentarse como salvador omnisciente ante los más
afectados y que quede expedito el camino
para que luzca, bien resuelto y atento, el guía político. Si el problema
elegido para lucimiento del líder va mucho peor de lo planificado, pcon las
sofisticadas técnicas de marketing disponibles y sobrado apoyo mediático, se
puede llevar la atención del público casi a donde se quiera. Y si al final
hubiera resultado que es imprescindible desandar todo o gran parte de lo
recorrido en vano, nadie será responsable. Los que hayan luchado a la contra
pueden, incluso, ver el nuevo horizonte como victoria propia, aunquenadie les
vaya a compensar del perjuicio causado. Lo que no impedirá que quienes hayan resultado favorecidos en ese tiempo con la colaboración
de los firmantes de decretos en el BOE,
puedancuantificar en su provecho buenos dividendos. Es en estos casos cuando se
ve mejor cómo demorar no sólo pueda ser un procedimiento coyuntural; también es
preciada táctica de conservadurismo.
Con la decisión del Congreso el
15.11.2016 empieza a abrirse paso la idea de que con la LOMCElos españoles, en
general,hemos perdidoseis años, al menos, desde que Ángel Gabilondo intentara
sacar adelante un pacto educativo en 2010. Y si se toma como referencia febrero de 1997 -en que Esperanza
Aguirre se opuso a un “pacto nacional” que lideraba la Fundación Encuentro-, habrá
que aumentarle otros trece. Nos hubiera evitado los aburridos dimes y diretes
de la LOCE, la LOE y esta LOMCE que, ahora, muestra oficialmente grietas de
derrumbe similares a las de las normas que la precedieron. Eso sin contar el
tiempo que lleve pactar ese“acuerdo nacional de educación” de que ahora Méndez
de Vigo quiere ser portaestandarte, pues no son buen precedentesus intentos y propuestas
desde que sustituyó a Wert. También pueden añadirselos años deprotestas que
determinados colectivos cultivaron asiduamente desde la LODE (1985) y la LOGSE
(1990). Pero, de ser contabilizadosestos años como tiempo perdido, tampoco
habría razónpara no registrar igualmente
en esta cuenta el largo dominio impuestopor las posiciones inclinadas a que la
enseñanza privada estuviese “libre” de injerencias normativas del Estado. Tal
situación, perjudicial casi siempre para la enseñanza pública, e históricamente
perceptible desde mucho antes de la Ley
Moyano (1857), es el único modo de entender las continuadas mañas esgrimidas entre 1936 y
1980, conprefijados modos de entender la “libertad educativa”.
No obstante, para el tiempo que
viene lo primero a señalar es que la LOMCE sigue vigente, pese a que propició a
Rajoy su primera derrota parlamentaria en esta incipiente Legislatura. Eneste curso solo se elimina la
aplicación del valor académico de sus reválidas: el malestar que generan será
motivo de alguna otra huelga próxima. Un decreto-ley probablemente recogerá a
comienzos de diciembre esta variación en el calendario, pero no suprimirá las
reválidas ni la LOMCE. Tal como recogió mucha prensa lo sucedido el pasado día
15 en el Congreso,pudo parecer una derrota del PP y no lo fue. Más bien cabe
destacar que Méndez de Vigo fue muy hábil reiterando su disponibilidad para que
sus oponentes le ayudaran a tejer los mimbres que preparen un pacto del que debiera
emanar otra legislación reconocible como dialogada y que, al menos, aparente más
afinidad a las preocupaciones de la mayoría social.
Restitución
Paralizar reválidas o regular
su leve moratoria está bien pero urge derogar la LOMCE. Gran parte de la
atención se traslada ahora, por tanto, a las coincidencias y discrepancias que
entre unos y otros agentes sociales y políticos pueda haber y a cómo
consensuarlas del modo más democrático posible. A que haya acuerdo en que las
políticas educativas sean un elemento primordial de cohesión social, y no un
destacado motivo –de mayor o menor carga simbólica- de los desencuentros y asimetrías que entre
unos y otros españoles de ahora mismo pueda haber. Pero habrá que contar con
que la larga falta de diálogo ha hecho que los hábitos establecidos han
consolidado profundos desacuerdos. Especialmente, en cuestiones implícitas, entendidas como intangibles
desde bastante antes de que, en los debates constituyentes de la Transición,
encontraran inestable acomodo.
Y es primordial modificar esa
actitud, porque llegar a un acuerdo que merezca tal nombre requiere que la
educación pública quede a salvo de intentos erosionadores y, por tanto, con una
exigente dignidad que no la postergue a segundo plano. Cualquier otro pacto no
pasará de la estricta provisionalidad como ahora mismo está en trance de
sucederle a esta LOMCE. Alcanzar la deseable estabilidad podría ser muy buen
signo de voluntad resolutiva de otras muchas cuestiones urgentes.Y habrá de
prestarse especial atención,no tanto a lo que digan los partidos acuciados de
supuesta “responsabilidad”accidental: sus posibles acomodos pueden inclinarse
otra vez del mismo lado. En las transacciones que se avecinan, seguramente
tendrá más valor el grado de asentimiento de los sindicatos profesionales,
asociaciones y plataformas sociales que, durante estos años últimos, no han
cejado en reivindicar atención adecuada para la educación pública, sin agravios
comparativos con otras vías del sistema
educativo.
¿Qué “responsabilidad”?
En este sentido, un buen
comienzo de “diálogo” podría ser el del agradecimiento a estas organizaciones demandantes
de la igualdad de trato. Y estaría muy bien que algunos responsables políticos
–no sólo los encausados judicialmente- pidieran perdón o disculpas a cuantos han
tenido que sufrir los embates publicitarios, a veces pagados con dinero público, en contra. ¿Todo lo sucedido
hasta ahora en las políticas educativas es mero juego? ¿No existe la ignorancia
culpable, el descuido en la vigilancia del interés de todos o, incluso, el robo?
¿Puede la ciudadanía, en general, sentirse involucrada en el bienestar general,
si nadie es responsable de proyectos aparentemente públicos que les han dañado?
En caso de que se acaben desmontando del BOE
las “mejoras” de la LOMCE, es de esperar, adicionalmente, que entre las medidas
para crear el mejor clima posible se empiecen por desmontar, en paralelo a sus medidas
más excluyentes de estilo TRUMP, los recortes que ha sufrido el sistema
educativo y, de modo especial, la enseñanza pública y sus trabajadores. Conste,
además, que, en este terreno el camino a recorrer dialogando es largo. Incluso
debiera llegar a revisarse la redacción del art. 27 de la Constitución para que
no fuera compatible que los fines que asigna a la educación no sean de facto instrumentos hermenéuticos
contra la discriminación. Su ambigüedad es tal que poco ayuda a restituir demandas
infligidas por maneras de entender que la“calidad” para todos se haya traducido
en que la “libertad educativa”tan solo sea privilegio o negocio para algunos
grupos. Hasta garantizar la igualdad de base en el uso de los recursos
públicos, queda bastante trecho, lo que sin duda seguirá proporcionando
abundantes razones a las organizaciones indicadas para seguir en la brecha de
sus demandas.
Hay que insistir, en todo caso,
en la dificultad de remover viejos hábitos instalados en la escolarización que tenemos.
Son previos a todo tratamiento sistémico de asuntos cualitativos y clasifican
al alumnado, desde antes de nacer, entre el “estudias o trabajas”o entre el no
menos predestinado signo de que “no es lo mismo estudiar que ir a la escuela”.
Está, además,la dureza de mollera de cuantos no entienden nada de lo que esté
pasando a su alrededor y no escucharán: tan modernos son que, educados con el
televisor y las redes sociales en constante vigilia, han perdido la costumbre
de empatizar o de escuchar lo que otros puedan decirles.Y no les quepa duda
tampoco a los llamados ahora a “dialogar”, que tendrá cancha esa oportunista
bandera de “responsabilidad compartida” que tanto se ha visto en los últimos
meses: la esencialidad de España –independiente de los españoles- hipostáticamente
ligada a cuanto digan iluminados exégetas. Disculpándolos, ya exclamaba Job: “He
hablado a la ligera: ¿qué voy a responder?/ Me taparé la boca con mi
mano./Hablé una vez…, no he de repetir;/dos veces…, ya no insistiré” (Job, 40, 4-5).
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