Manuel Menor nos envía su nuevo artículo:
¿Sabe
usted cuánto cuesta una plaza escolar? ¿Es más barata si es privada?
Decía San Ignacio de
Loyola a sus seguidores que en tiempos de
tribulación mejor no hacer mudanza, refiriéndose primordialmente a la actitud
moral que era preciso mantener cuando arrecias en las dificultades que pudieran
dar al traste con sus proyectos vitales. El autor de El Gatopardo, por su parte, era más bien partidario del cambio
omnímodo, sustancialmente para permanecer en lo mismo sin que se modificara el
control estructural del poder. Este “lampedusismo”o “gatopardismo” y aquel aquietamiento
ante posibles modificaciones profundas podrían servir de metáfora para muchas
de las posturas, maneras y ambiciones que estamos viviendo en un momento no tan
“histórico” como se pretende.
Como en el sistema
educativo viene a reflejarse casi todo –incluida
nuestra poca soberanía-, la fe única en el poderoso recetario que nuestros
políticos han de administrar como propio está haciendo que su evangelio venga
constantemente teñido de razones contrarias al bienestar social. Ya se hable de
profesores, becas, plazas universitarias, etapas educativas escolares,
formación profesional o bachillerato y, por supuesto, de educación infantil,
permanentemente se les tuerce el acento de sus decisiones hacia la razón
principal de su gestión: cómo hacer ver a los ciudadanos que –al igual que
hacen otros políticos en Sanidad, en Justicia o meramente en Interior- que todos
estos bienes son muy caros y que son cada vez más difíciles de sostener como
asunto público de todos; que mejor es el copago de todos estos servicios y,
mejor todavía, su privatización absoluta, de modo que cada palo aguante su vela
y cada cual se pague lo que pueda según sus presuntos merecimientos y esfuerzo.De
todas las fórmulas de convicción con que han jugado para que lo aceptemos con
agrado -e, incluso, con la más ferviente admiración por estarnos sacando, como
verdaderos héroes, de un atolladero imposible-, ya nos tenían advertidos desde hace mucho los
clásicos de la sociología e historia social. Nunca como ahora, además, ha
estado tan a mano en las librerías, y en muchas webs, otra gran variedad de
títulos bien intencionados, críticos en cuanto a hacernos pensar sobre el
lenguaje manipulador con que nos cuelan lo que quieren para que usemos nuestra
libertad en el sentido que más cumple a sus deseos: “¡Qué gran verdad es la
propaganda!, decía El Roto en 2003 (El
libro de los desórdenes, p. 47).
Un magnífico ejemplo de
manipulación de las cuestiones educativas –trasunto
de muchas otras- nos lo ha dado a conocer hace dos días un recién creado Observatorio
por la Educación Pública (OxEP), con un estudio en que se analizaEl coste de la plaza escolar en la pública y
en la concertada. Después de deducir el conjunto de aspectos que se ponen
en el debe de la educación pública -y no en la cuenta de la privada-concertada-,
tales como la inspección, la atención a alumnos del mundo rural y poblaciones
de menos de 10.000 habitantes, los diferenciales de ratios de alumno-profesor y
profesores por aula, como asimismo los casos de especial dificultad, la diferencia
de coste entre un puesto escolar en la concertada-privada (4.184 €) o en la red
pública (4.185€”), es tan sólo de un euro. La pública no derrocha dinero: nunca
–como han propalado ampliamente los medios hasta convertir este asunto en
tópico-ha sido doblemente costosa y, además, si se tienen en cuenta los costes
adicionales que la privada genera a las familias, el diferencial a favor del
menor coste de la escuela pública asciende muy significativamente (Ver: http://www.oxep.org). Es recomendable leer este
informe para desmentir el interesado bulo y, si sus autores lo perfeccionan,
descubrirán otros elementos no tomados en consideración que aumentan todavía
más las diferencias realmente existentes, expresivas de un mayor coste de la
enseñanza privada-concertada.Sin entrar en otras consideraciones, la constancia
de una explícita manipulación y ocultación de estos datos cuantitativos –que debieran
desmontar una baratura demasiado cara, por los estropicios colaterales que
genera- es un indicador muy fiable para entender “la calidad” que nos venden
con su gestión nuestros responsables de políticas educativas: contraria a la
igualdad de derechos de todos los ciudadanos, empeñada en reducir costes en lo
irrenunciable de su buena educación y mendaz en cuanto a la distribución del
dinero público de todos. Adicionalmente, la lectura de este informe complementa
bienel entendimiento de otros asuntos principales. Uno, que en las manos de los
actuales gestoreslo que rodea la educación es cada vez más un negocio privado y
no una inversión de futuro compartido como país, lo que puede confirmarse con
las conversaciones que llevan a caboen este momento la UE y EEUU para un
tratado de libre comercio entre ambos: la educación y la sanidad entran de
lleno en el paquete de asuntos a negociar (Ver:
http://www.eldiario.es/economia/DOCUMENTO-UE-EEUU-Tratado-Comercio_0_270523019.html).
Un adelanto de este enfoque economicista lo ponen de manifiesto las
desconfianzas que en todos los países de la OCDE ha suscitado la gestión interesada
de las pruebas PISA por parte de PEARSON, la misma empresa matriz de Financial Times y TheEconomist (Ver: http://www.finanzas.com/xl-semanal/magazine/20140427/ocultainforme-pisa-7150.html).
Y dos, que estos gestores nuestros son absolutamente incrédulos respecto a la
capacidad del sistema educativo para superar diversidades de partida y
establecer un mínimo de igualdad de oportunidades: pueden deducirlo, no sólo de
las características selectivas tempranas que establece la LOMCE, sino también
de las prácticas que, a través de los programas de mejora de centros,
bilingüismo, TICS y dirección de centros ya se están implantando. Una circular
del Gobierno de Cantabria –mencionada en otro columna anterior- señalaba claramente que “el mayor esfuerzo de
los centros hacia los alumnos que han fracasado” ha de centrarse en “conseguir
que transiten por lasetapas obligatorias de la educación por su camino natural” (sic) (Circular del
8/05/2014: Consejería de educación, nº registro : 08077).
Hace 50 años de los “25
años de paz”de entonces,y casi sesenta han pasado
desde que Luchino Visconti adaptó al
cine la novela que Giuseppe Tomasi di Lampedusa había escrito a finales de
1954. La cuestión principal, en todo este tiempo, sigue siendo esencialmente la
misma: aunque todo tenga que cambiar, que no cambie demasiado y que quienes
tengan el control de los cambios posibles en las alturas del poder se
intercambien del mejor modo, a ser posible sin que quienes lo sufren y padecen
no se enteren mucho. Lo que acabo de referirles que sucede con las políticas
educativas en marcha ha tenido su reflejo cuando estos días se ha hablado tanto
de fidelidad a la Constitución y a la democracia, de sucesiones coronadas o de
deseables perspectivas republicanas. Ocupando casi todo el espectro
electromagnétiico, casi siempre se habla a medias y, en la expectativa de que
todo siga parecido. Se aceptan todas las creencias, con tal que se pueda seguir
sosteniendo inmutable una misma fe; se
sostienen incluso equilibrios extraños, ambidiestros, sin inmutarse demasiado y
siempre con una misma expectativa de un futuro en que todo podrá cambiar con
tal que se mantenga la normalidad, es decir, ese paisaje en que -se piensa-
cuanto está sucediendo es normal, de sentido común y hasta de voluntad divina.
La “buena educación”
recibida se vuelve a repetir asíen la sana pedagogía
oficial. Estos días, aunque muchos
conceptos de los concernidos por las circunstancias hayan sido difíciles de
explicar, no han faltado los empeños en “hacer pedagogía” o -en plan
bienaventuranzas- enseñar al que no sabe, especialmente a quienes se fían más
de su memoria histórica que de lo que otros se empeñan en contarles por todos
los medios y en todos los tonos. Nos quieren creyentes y con miedo. A pesar de
que, desde que votamos votamos
el 14 de diciembre de 1966 por primera vez, ya hemos visto y
oído de casi todo: promesas, honras y deshonras, vilipendios, intransigencias
ignorantes, incumplimientos y corrupciones –como adivinó a tiempo Jesús Torbado
en una de sus primeras novelas-, estupideces, exhibicionismos horteras y, sobre
todo, esas medias verdades que nos ponen en el brete de la incredulidad y la
desafección lógicas y nos hacen “malos alumnos”.
El estreno de “la Roja”
en el Mundial, sin embargo, favorece que haya más
tiempo disponible para reflexionar -y menos para flexionarnos ante lo que nos
quieran contar-, porque ya hay demasiados ciudadanos que no tragan que parezca
inteligente no hacer mudanza porque no toca, o que no comulgan con que la
mendacidad y la doblez estén tan bendecidas por la razón de Estado o la
relajadamoral de una buena restricción mental bien repetida.De las múltiples
especies celtibéricas de expertos en que nada varíe en el transcurso de
nuestras crisis actuales -y tan sobrados con lo bien que llevan el cronograma
de su tratamiento-, tal vez pudiera liberarnos Baruch Spinoza, quien aseguraba
que”si los hombres fuesen capaces de dirigir siempre su conducta por un deseo
moderado y la fortuna se les apareciese siempre favorable, su alma estaría
libre de la superstición. Pero como a menudo se ven en tan miserable estado que
no pueden tomar ninguna resolución racional; como flotan casi siempre entre la esperanza y el miedo,
por bienes inciertos que no saben desear con medida, su espíritu se abre a la
credulidad más extrema; vacila en la incertidumbre; el menor impulso le mueve
en mil diversos sentidos, y las agitaciones del temor y de la esperanza se
añaden a su inconsistencia. Observadle si no en circunstancias cambiadas: lo
encontraréis confiado en el porvenir, lleno de jactancia y de orgullo”(Tractatustheolologico-politicus,Voorburg-La
Haya, 1670).
Manuel Menor Currás
Madrid, 14/06/2014
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