Política y políticos de bajos vuelos
Para la mayoría de los ciudadanos nadie ganó el debate sobre el estado de la nación. Dice el CIS que Rajoy venció a Rubalcaba, aunque con mucha menos ventaja que el año pasado. Pero según Metroscopia lo ganó un Rubalcaba en teórica retirada. Ninguno convenció a la mayoría y según la calle lo perdió el país y sus ciudadanos al ser un paripé rutinario y sin soluciones a los urgentes problemas que existen. Por ejemplo, la “tarifa plana” a los contratos es un golpe a la financiación de la Seguridad Social y un regalo más a los empresarios. Fueron discursos hueros en clave interna y de elecciones europeas, describiendo un irreconocible país de las maravillas. En fin, cada cual se dedicó a calentar a su hinchada, que se expresaba con aplausos y brazos de madera. Una vez más la oratoria es el disfraz de la mentira y de la incompetencia.
Cuando al gobierno no le salen ni las cuentas ni los plazos tiene que seguir recurriendo al-lo-podemos-hacer-mal-porque-el-PSOE-lo-hizo-peor. Y eso ya está muy visto y no tiene eficacia a estas alturas. Así aparece en los sondeos electorales de cara a las europeas que arrojan las siguientes claves: abstención superior al cincuenta por ciento, las perdería el PP ante el PSOE, fuerte caída en los apoyos de los dos grandes partidos dinásticos, avance de Izquierda Unida y, en menor medida, de UPyD.
Quizá por estas perspectivas poco halagüeñas no acaba Rajoy de decidir quién es el candidato de la derecha. Seguramente por dos razones:
a) No tiene mucho para elegir. Cañete no es ningún premio Nobel de la política y los sondeos hablan de un 46% de rechazo, y otros que suenan, como Valcárcel, son patadas hacia arriba para recolocar a políticos quemados. Y no creo que se le ocurra meter en las lista a algunos de los ministros más impopulares, porque podría tener una sangría de votos considerable.b) Tiene fobia a tener que remodelar el gobierno, ya que utiliza descaradamente el hecho de rodearse de ministros inútiles y quemados para intentar lucirse un poco. Es una vieja táctica el usar de burladero a los Wert, Mato, Montoro, Gallardón, Fernández…, para aparecer como algo más guapo de lo que es.
Se mastica el cambio político
En el PP deben de ser consciente de que se va a producir un voto de castigo no solo de los recortados, despedidos y empobrecidos con sus ajustes y la reforma laboral, sino de una parte de su propio electorado. Los casos Gürtel, Bárcenas y los sobresueldos, el incumplimiento casi total de su programa electoral, la aparición de Vox, va a hacer que sectores de la derecha aprovechen estas elecciones de consecuencias que ven lejanas para avisar a Rajoy ¿Qué más le da a un votante del PP si éste saca 18 o 24 eurodiputados que van a ir a calentar la silla al parlamento europeo, generosamente retribuidos? Es la ocasión de dar un toque de atención.
Pero lo más grave es que de forma recurrente las encuestas hablan de que 4 de cada 5 ciudadanos no confía en Rajoy. Más en concreto, el 78% desaprueba su gestión de gobierno. La dureza de la crisis y haber actuado como elefante en cacharrería con los recortes y el gran saqueo de derechos ha abrasado al gobierno y a su presidente. Por eso, más pronto que tarde llegará el momento en que el PP concluya que Rajoy está quemado. Que con él no se puedan ganar las elecciones, que el inmenso mercado de trabajo de cargos públicos, concejales, alcaldes, diputados, asesores, etc. corre el riesgo de achicarse de forma espectacular. Y aquí no valen las contemplaciones. Si hay que agradecerle a Rajoy su dedicación para eso están las cenas de homenaje, las placas y los retiros dorados, pero no encabezar un proyecto electoral abocado a la derrota. Con las cosas de comer no se juega y esa es la esencia del poder político en estos tiempos. Pasará con Rajoy como con Zapatero, que ante su quemazón deberán buscar una alternativa interna de urgencia que intente salvar los muebles del incendio electoral ¿Quién hará en el PP las veces de Rubalcaba en 2015?
Guerra de tronos en el PP
Sobre este escenario han estado jugando desde el principio personajes como Aznar y Aguirre. En el caso de Esperanza Aguirre, siempre marcando a Rajoy, siempre postulándose como una alternativa interna y externa, señalando supuestas soluciones a los problemas: reducir los impuestos, cargarse el estado de las autonomías, críticas a la política penitenciaria (Bolinaga)… Populismo verbenero para hacerle la cama al presidente de su partido. Ha sido tan descarada su labor desestabilizadora que desde la dirección del PP llegaron a acusarla de “deslealtad sin límites”. Algo que en clave interna de cualquier organización significa traspasar la raya que convierte en enemigo del aparato.Y al que llaman desleal ya no puede esconderse.
Otra cosa son las posibilidades de Aguirre. Porque no acaban de conocerse las auténticas razones de su bronca con Rajoy el 4 de septiembre de 2012 que la llevó a dimitir como presidenta de la Comunidad de Madrid: ¿Eurovegas, guerra de dossieres…?. A estas alturas parece claro que la dimisión de Aguirre no se produjo por razones personales y de salud. Es un animal político y no ha parado de opinar, intervenir e intrigar desde entonces. Con una regla: se calla cuando Rajoy está fuerte y ataca cuando le ve débil o está pillado en un renuncio. Todo menos quedarse quieta. Hasta ha tenido tiempo de fichar por una empresa de “cazatalentos”, ella que ha demostrado tan buen ojo escogiendo a colaboradores que han acabado salpicados por la trama Gürtel o por cuentas en Suiza.
El PSOE a sus rutinas
Los socialistas no parecen demasiado interesados en recuperar un espacio político más amplio. Ni acaban de formular un programa socialdemócrata donde reconozcan sus errores y se propongan corregirlos, empezando por el artículo 135 de la Constitución Española. Ni sustituyen con tiempo a Rubalcaba, un personaje con la mandíbula de cristal por su trayectoria política. Y proponen a candidatos de aparato de bajo perfil de competencia. Es una manera de renunciar a la política. De ahí que continúe la desconfianza del electorado hacia ellos.
Si al PSOE se le ocurriera adelantar las elecciones en Andalucía para que Susana Díaz busque su legitimidad en las urnas, tendría consecuencias de alcance estatal, a pesar del cierto coste que tiene para quien convoca. Seguramente se producirían dos derrotas del PP. Una en Andalucía, donde un PP dividido y con un candidato que ha empezado manipulando turbiamente su currículum (NOTA 4), no parece que vaya a levantar cabeza. Y otra derrota en las elecciones europeas influida por el tirón de la participación del electorado andaluz en los resultados generales en un colegio único. Las consecuencias para el PP podrían ser espectaculares, pero no por la pérdida de eurodiputados, sino por la crisis interna que se abriría inmediatamente. Muchos dirigentes del PP no se encontrarían cómodos con Rajoy participando en su campaña electoral municipal o autonómica. Se desataría la zozobra, se aparcarían definitivamente reformas como la del aborto, se abriría la guerra interna. Nervios, ruidos y prisa para buscar una alternativa interna a Rajoy.
¿Y la izquierda qué hace?
Ensimismada en la elaboración cada cual de sus listas, no parece que sea capaz de ponerse de acuerdo en un programa y una candidatura unitaria. Más atentos a los equilibrios de aparatos alejados de la gente y a los procesos de autoconstrucción de sus propias organizaciones que a las necesidades populares de poner fin a la catástrofe social que estamos viviendo. Lo suyo sería elegir las candidaturas de forma democrática y participativa. Pero si no se hace así, a la mayoría nos da igual quiénes sean los candidatos o candidatas siempre que sean honestos, preparados y se sometan al control democrático de sus electores. También debería estar claro que no es suficiente el importante avance que se pronostica a IU, ni que Podemos y Equo pudieran lograr su eurodiputado, en el mejor de los casos. No resolvería gran cosa.
Debería intentar optimizar todos los votos, generar ilusión y entusiasmo colectivo, llenar las urnas de un impulso de cambio y de progreso. Así, se podrían acelerar los procesos políticos electorales y abrir la posibilidad de un cambio que frene el desmantelamiento de los derechos y libertades. Eso o seguir jugando a la vida de Brian. Quizá el impulso de la gran movilización de las Marchas de la Dignidad del 22 de Marzo ayude a construir esa unidad de la izquierda y de la mayoría social. Para recuperar no solo con la lucha, sino también con las leyes los derechos que ha robado la derecha con otras leyes. Para que lo antes posible los malos tiempos queden en el recuerdo.
Artículo de Agustín Moreno publicado en cuartopoder.es/laespumaylamarea
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