Como
muchos ciudadanos ya conocen, se ha hecho público en medio de una gran polémica
el anteproyecto de ley de educación: LOMCE. Será nada menos que el séptimo
intento de reforma del sistema educativo de la democracia y, como todos sus
predecesores, presume de ser el definitivo. Quienes nos vemos obligados a
plegarnos a lo que nos dicta cada temido cambio de gobierno, sabemos bien lo
falaz que resulta esa presunción. Los docentes llevamos años pidiendo un gran pacto
por la educación que aporte estabilidad y consenso a algo tan trascendental
como la formación de las generaciones futuras.
Esta
nueva ley no sólo no cumple con nuestras reivindicaciones sino que va camino de
ser una ley del mercantilismo y de la búsqueda del rendimiento económico que,
además, será tristemente recordada por ser la ley que asesta el golpe mortal a
las humanidades y a las artes: desaparece el Bachillerato de Artes Escénicas,
Música y Danza, elimina carga lectiva a asignaturas como Historia, Música o
Historia del Arte y perjudica muy especialmente a las Lenguas Clásicas haciendo
que desaparezca la Cultura Clásica de la Eso, limitando la presencia del Latín
a la opción de humanidades y prácticamente eliminando el Griego, que ahora será
“materia optativa de oferta no obligada”. ¡Triste consideración para la lengua
y la cultura que han sido la base de toda nuestra civilización occidental! En Griego nació el diálogo y la democracia, la
astronomía, las matemáticas, la filosofía, la arquitectura, la escultura o la
literatura y, en definitiva, todo aquello sobre lo que se asienta nuestra
civilización. Desde el Renacimiento hasta el siglo pasado, la tradición greco-romana
ha sido siempre la reserva de la cultura y de la erudición, en ella buscaron
inspiración literatos y artistas, de ella bebieron filósofos, políticos o
científicos de todas las ramas y el propio latín fue lengua de prestigio y
vehículo de la ciencia y de las letras hasta el siglo XVIII. Ahora no se
publica en latín, es cierto, pero ¿acaso no pasa por términos griegos o latinos
la gran mayoría del léxico culto de todas las ramas del saber? ¿Hay alguna
materia que englobe más a todas las demás que las Lenguas y la Cultura Clásica?
Pero
el humanismo no es rentable ni política ni económicamente. El gran Cicerón
habla repetidamente del concepto de humanitas
en el Pro Archia, para referirse a la
erudición, al cultivo de la inteligencia y de todo aquello que nos diferencia
de los animales (hoy día, también de las máquinas). Pero la progresiva
eliminación de las humanidades de los planes de estudio en las últimas décadas,
discurre pareja a la degradación moral y cultural – a la falta de humanitas - de nuestras sociedades
modernas. Los planes de estudio basados casi exclusivamente en materias
técnicas e instrumentales dan como resultado ciudadanos capaces de manejar
complejos mecanismos o realizar tareas rutinarias, pero no personas creativas, hombres
y mujeres de pensamiento y actitudes críticas o, lo que es lo mismo, seres
humanos libres.
Habrá
que hacer una reflexión seria antes de que sea demasiado tarde. Es hora de decidir
qué escuela queremos para nuestros hijos: la que cultiva los valores y las
habilidades intelectuales o la que produce mano de obra.
Ana M. Peña Cabanas
Profesora en paro de Latín, Griego y Cultura Clásica.
Ana M. Peña Cabanas
Profesora en paro de Latín, Griego y Cultura Clásica.
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Si yo tuviera que montar una escuela, y la ley me lo permitiera, haría poco caso de los currículos oficiales. Entre otros motivos porque la lógica de algunas materias lleva implícita su propia forma de desarrollo, mientras que en otras la elección y la secuencia de los contenidos son totalmente arbitrarias y vienen dictadas por la tradición, los criterios y las preferencias de las autoridades reconocidas y las modas de cada época.
ResponderEliminarNadie duda de la necesidad de unas orientaciones generales acerca de lo que es más conveniente en cada etapa educativa (aunque si los docentes estuvieran bien preparados no las necesitarían), pero hay dos razones poderosas para evitar cualquier intento de regular con excesivo detalle qué es lo que se debe enseñar.
La primera de ellas es que la experiencia de aprender, aunque pueda ser similar, es única para cada persona y las decisiones que se tomen deben basarse en el respeto y el aprovechamiento de esta singularidad. La segunda razón, que no se puede separar de la primera, es que cada cual debe ser protagonista de su propio aprendizaje, lo que implica hacerse responsable de él y tomar decisiones al respecto.
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